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J. Arranz
Martes, 21 de enero 2025
Los nuevos presidentes de EE UU cierran los actos de investidura con una misa en la catedral de Washington. El magnate asistió junto a su esposa, Melania, y su vicepresidente, JD Vance, acompañado asimismo de su mujer, Usha. Se trata de una costumbre que se ... implantó en 1993 y que llevó al nuevo mandatario a este templo por segunda vez en apenas dos semanas, después de que a principios de mes acudiera al funeral del expresidente Jimmy Carter. Entonces se sentó en segunda fila porque la primera estaba reservada a Joe Biden, aún en la Casa Blanca, y se le vio compartir conversación con Barack Obama. Este martes, él era el gran y único protagonista.
Wow. Bishop Mariann Edgar Budde fearlessly calls out Trump and Vance to their faces. This is heroic. pic.twitter.com/igyKzC8dRo
— MeidasTouch (@MeidasTouch) January 21, 2025
La arzobispa de la catedral, Marianne Edgar Budde, aprovechó la presencia de Trump para lanzarle una advertencia. «En el nombre de Dios, tenga piedad de toda la gente de nuestro país que ahora está asustada», suplicó. Le pidió también «misericordia» hacia muchos de los colectivos que el republicano tiene en su punto de mira: los homosexuales, los niños transgénero... y «los que recogen nuestras cosechas y limpian nuestras oficinas, los que lavan nuestros platos en un restaurante o los que hacen los turnos de noche en los hospitales». «Puede que no sean ciudadanos o puede que no tengan la documentación apropiada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son criminales», lanzó ante la mirada incómoda de Trump y Vance.
Eine woke Bischöfin und betretene, betroffene, belustigte Gesichter 🤔🤔🤔https://t.co/EWEB2OpJEI pic.twitter.com/oJKo3qGBFR
— Maria Berger (@MadamePlissee) January 21, 2025
El magnate, que tenía ayer en la agenda una reunión con legisladores republicanos, respondió con cara de pocos amigos al salir del servicio religioso: «No me ha impresionado, podían hacerlo mejor». Momentos después, el mandatario cargó duramente contra la obispa y le exigió una disculpa a través de un mensaje en su plataforma Truth Social. «Esta pseudo-obispa que habló en el Servicio Nacional de Oración el martes por la mañana era una radical de izquierda que odia a Trump», escribió. «Fue desagradable en su tono y no fue ni convincente ni inteligente..... Ella y su iglesia le deben al público una disculpa!», continuaba el mensaje.
Mientras tanto, miles de personas que esperan desde hace semanas e incluso meses en México su oportunidad para entrar en Estados Unidos empezaron a sufrir ayer las consecuencias de la cruzada contra la inmigración a la que la nueva Administración de Donald Trump se ha aplicado a fondo desde el primer segundo. La incertidumbre, la confusión y la desesperanza se han disparado entre ellos tras los primeros pasos del nuevo presidente, que como ya había anunciado en su discurso de investidura, no perdió el tiempo para dictar toda una batería de decretos -hasta cinco que afectan de forma explícita a México- encaminados a blindar la frontera sur del país. Al otro lado de la misma, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum ha optado de momento por evitar la confrontación y responder al endurecimiento de las políticas migratorias del vecino del norte «con calma» y «cabeza fría».
La declaración de emergencia nacional en la frontera, medida estrella de entre las órdenes firmadas por Trump nada más aterrizar en el Despacho Oval, otorga al presidente poderes especiales que le permiten asignar de forma unilateral fondos, por ejemplo, para la ampliación del muro fronterizo; o desplegar militares y a la Guardia Nacional en el límite territorial para contener la inmigración. Todo ello limitando la capacidad de control del Congreso, en el que por otra parte los republicanos tienen mayoría. Los militares, además, que en su anterior mandato se limitaban a apoyar a las autoridades de inmigración, ahora podrían participar en las detenciones. De hecho, Trump ha dado un plazo de un mes al Departamento de Defensa para elaborar un plan «para cerrar las fronteras y mantener la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de los Estados Unidos repeliendo formas de invasión, incluida la migración masiva ilegal, el tráfico de estupefacientes, el tráfico y contrabando de personas y otras actividades delictivas».
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Más inmediatos han sido los efectos de otra de las decisiones adoptadas por la nueva Administración. El lunes, antes incluso de que el magnate tomara posesión del cargo, cientos de inmigrantes que aguardan en los ocho puntos fronterizos habilitados en México recibieron en sus teléfonos móviles un mensaje según el cual la aplicación CBP-One, abierta por el Gobierno estadounidense en 2023 para gestionar las solicitudes de asilo, quedaba cancelada y las citas ya programadas -unas 30.000, según medios estadounidenses-, anuladas. Distintas estimaciones cifran en alrededor de un millón las peticiones tramitadas por esta vía durante los dos años en vigor. La medida causó una conmoción entre los aspirantes al asilo, que ahora quedarán sometidos al programa Quédate en México, cuyo restablecimiento fue anunciado por Donald Trump el lunes y que obliga a los migrantes a esperar en suelo mexicano para tener una cita con la que continuar su trámite de refugio en EE UU, delegando toda la responsabilidad en el Gobierno de México.
«Es importante mantener la cabeza fría», afirmó ayer la presidenta mexicana en relación con estos decretos y otros no relacionados con la inmigración pero sí con su país, como el bautismo del Golfo de México como 'Golfo de América'; la declaración de los cárteles del narco como grupos terroristas o el anuncio de aranceles al comercio del 25% a partir del 1 de febrero. Claudia Sheinbaum anunció un inminente encuentro del canciller mexicano, Juan Ramón de la Fuente, con el recién nombrado secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, y manifestó su disposición a «evitar confrontaciones» pero al mismo tiempo «relacionarnos como iguales, nunca subordinados».
En otro frente de la ofensiva contra la inmigración, Trump aprobó un decreto durante la madrugada española especialmente polémico y contra el que se han presentado ya numerosas denuncias. El 47º presidente del país pretende poner fin a la concesión de la ciudadanía estadounidense por derecho de nacimiento. Esto es, que cualquier niño que nazca en el país, aunque sea hijo de inmigrantes, tenga la nacionalidad y por tanto los derechos de cualquier estadounidense. Al menos 22 fiscales de Estados demócratas y varias organizaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes presentaron ayer demandas en contra del decreto, por considerar que viola la 14ª enmienda de la Constitución.
La primera jornada de la «nueva edad dorada» publicitada por Trump en su investidura deparó además el cese fulminante de al menos cuatro altos funcionarios del Departamento de Justicia, miembros todos ellos de la Oficina Ejecutiva de Revisión de Casos de Inmigración, en lo que se ha interpretado como un primer paso para cambiar la forma en que se procesan las solicitudes de asilo. Además, el Senado votó a favor de endurecer las medidas contra migrantes acusados de delitos. De la «gran redada en todo el país» contra indocumentados anunciada en vísperas de la toma de posesión por el denominado 'zar de la frontera', el responsable de Inmigración Tom Homan, al cierre de esta edición no había noticias.
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