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Nunca antes habían amasado tanto dinero los miembros de un gobierno de Estados Unidos. Diferentes estimaciones cifran en más de 7.000 millones de dólares la fortuna solo de los quince miembros que componen el gabinete de Donald Trump, entre los que se cuentan tres ... milmillonarios.
Si el foco se amplía a los principales cargos de su Ejecutivo, el número de quienes superan los mil millones en el bolsillo asciende a trece y el volumen de su patrimonio se dispara a más de 60.000 millones. Y eso sin contar a Elon Musk, el hombre más rico del planeta, que añade 400.000 millones más. Es una cifra inédita que hace palidecer los 118 millones que reunía el gabinete de Joe Biden.
Donde no hay récord alguno es en materias de paridad y de diversidad. Porque la cúpula del poder estadounidense será eminentemente masculina, blanca y heterosexual. De hecho, si el gabinete de Joe Biden ha estado compuesto por nueve hombres y siete mujeres, y ha contado con políticos de numerosos orígenes, en el de Trump solo entran cinco mujeres y tres dirigentes no blancos -dos hispanos y un negro-.
460.000 millones de dólares
es el patrimonio que suman los miembros del gobierno de Trump junto a Elon Musk. Es equivalente al PIB de países como Austria, Egipto o Bangladés.
Eso sí, hace historia con Scott Bessent porque se convertirá en el primer secretario del Tesoro abiertamente homosexual. No obstante, el colectivo LGTBI ya ha denunciado que numerosos de los nuevos dirigentes apoyan políticas claramente homófobas y tránsfobas, un lógico reflejo de la agenda conservadora que pretenden implementar.
Tan polémicos han sido algunos de los nominados por Trump, pendientes aún de la aprobación del senado, que uno de ellos -Matt Gaetz- incluso ha tenido que renunciar al cargo de fiscal general por las graves acusaciones que pesan sobre él, y que van desde el consumo de drogas hasta las relaciones sexuales que presuntamente mantuvo con chicas menores de edad.
La de este marine que ejerció de periodista militar en Irak es una de esas historias que fascinan a Estados Unidos: nacido en el seno de una familia pobre y criado por una madre adicta a las drogas, logró estudiar en Yale y labrarse a partir de ahí una carrera política fulgurante que culmina con la vicepresidencia del país a los 40 años. Adalid de los valores más conservadores, de Trump dijo que era «un idiota», pero pronto tuvo claro que era mejor aliarse con él que combatirlo.
Nunca un latino había llegado tan alto en la cúpula del poder estadounidense. Pero que sus padres sean cubanos no quiere decir que vaya a tener mano izquierda en la esfera internacional. Al contrario, Marco Rubio es un cristiano anticomunista sin complejos que ha prometido «promover la paz a través de la fuerza». En su diana tiene a China, Irán o Venezuela, y entre sus aliados más estrechos avanza que estará Israel. La incógnita está en cómo se llevará con México o la Unión Europea.
El único miembro de la comunidad LGTBI en el gabinete de Trump, es también el gay que más alto ha llegado en el gobierno americano, y ha demostrado con creces que sabe de finanzas: trabajó durante una década con George Soros y amasa al menos 521 millones de dólares, según una declaración que deja aparte otros activos cuyo importe podría superar con creces esa cifra. Es un acérrimo defensor de los aranceles, que considera «un gran arma para la negociación».
La primera mujer que ocupó el cargo de fiscal general en Florida da ahora un salto cualitivativo gracias a la inquebrantable lealtad que le ha demostrado a Trump, siempre crítica con los procesos judiciales que han lastrado al presidente -iniciadios algunos por el órgano que liderará- y favorable a polémicas políticas sociales, como la ilegalización del aborto. También se ha opuesto firmemente al matrimonio igualitario y al derecho de los homosexuales a adoptar hijos.
A este exmilitar y expresentador de la cadena conservadora Fox no le gusta ver mujeres en las unidades de combate del Ejército. Tampoco a transexuales, «porque dependen de sustancias químicas», y ha escrito un libro sobre el negativo impacto de la ideología 'woke' en las Fuerzas Armadas. Por si fuese poco, una mujer le acusó en 2017 de abusos sexuales y han trascendido sus problemas con el alcohol. Así, no es de extrañar que sea uno de los cargos más polémicos de Trump.
El gobernador de Dakota del Norte quería ser presidente de Estados Unidos, pero en diciembre de 2023 decidió abandonar la carrera de las primarias republicanas y apoyar a Trump, que ahora le recompensa con el poder interno del país. En manos de este experto del 'software', casado con una mujer alcohólica que abandera las políticas contra la adicción, quedará la estrategia energética del país, que dará marcha atrás a las medidas para combatir el cambio climático.
'Primero América' (America First Policy Institute) es el nombre del instituto que Rollins ha dirigido durante los últimos cuatro años para desarrollar la ideología del gobierno de Trump, que ya la tuvo como asesora en materias domésticas durante su primer mandato. Ahora, aprovechando que cuenta con estudios universitarios de agricultura, ese es el departamento que comandará para «ayudar a los granjeros americanos y asegurar la soberanía alimentaria del país».
Nada menos que 2.200 millones de dólares están en poder del empresario al que Forbes considera 'el hombre más odiado de Wall Street'. El consejero delegado del banco de inversiones Cantor Fitzgerald -que en 2001 tenía la sede en las Torres Gemelas y perdió allí a 658 empleados- ha estado envuelto en varias polémicas empresariales, pero ha sabido capitalizar su amistad con Trump y se ha erigido en uno de los mayores defensores de las criptomonedas en Estados Unidos.
Sorprende ver en el Ejecutivo de Trump a una mujer que defiende los derechos de los trabajadores y que cuenta con el apoyo de los sindicatos. No en vano, apoyó una propuesta de ley de Joe Biden para facilitar la sindicación a nivel federal. Por eso, muchos la ven como una concesión de Trump para acercarse a las clases trabajadoras y dudan de que le dé la autonomía suficiente como para impulsar políticas más progresistas en el seno de un gabinete claramente ultracapitalista.
Kennedy es sinónimo de política en Estados Unidos, pero RFK Jr. podría aparecer como significado de controversia. Porque quien está llamado a dirigir la sanidad y los organismos de medicamentos del país es antivacunas, afirma que el VIH no es la causa del sida, sugiere que hay químicos en el ambiente que provocan homosexualidad y relaciona un herbicida con la disforia de género. Y afirma que esas opiniones no son consecuencia del parásito que le encontraron en el cerebro.
Lo primero por lo que destaca entre el resto de miembros del gabinete Trump es el color de su piel. Es el único negro. Y también por su complexión atlética, que ha mantenido tras la década en la que jugó a fútbol americano. De sus propuestas para solucionar los problemas de vivienda no se sabe mucho, pero sí que ha trabajado como 'director de Inspiración' en una empresa, que es predicador en su iglesia baptista, y que con Trump trató de revitalizar zonas deprimidas.
Encontró a su mujer en un 'reality show' de la MTV y luego hizo carrera en Fox News, donde ha sido uno de los principales defensores de Trump. Que es un hombre de familia lo dejó claro cuando rechazó presentarse a gobernador de Winsconsin para cuidar de sus nueve hijos, uno de los cuales tiene una enfermedad cardíaca, pero ahora ha dado el sí quiero a un presidente insistente. Le espera el reto de modernizar unas infraestructuras que a menudo se caen a pedazos.
«Perforar, perforar y perforar» es el lema de Trump para el sector energético, y Wright quien va a materializarlo con todo el convencimiento. No en vano, dirige la segunda mayor empresa de 'fracking' del país y forma parte del Consejo de una nuclear. «El movimiento ecologista está cayendo por su propio peso. No hay crisis climática», ha dicho, y el 'lobby' de los hidrocarburos aplaude su nominación. Donó casi 230.000 dólares a la campaña de Trump.
Trump trata bien a sus amigos. Y a quienes le han devuelto con su dinero a la presidencia. Ella cumple ambas condiciones: se conocen desde un concierto de los Rolling Stones hace dos décadas y con su marido, un empresario de la lucha WWE, ha donado varios millones de dólares a sus campañas. Calderilla, porque amasan 3.000 millones. Así que, tras fracasar en su intento de ser elegida senadora en dos ocasiones, Trump le otorga ahora el lugar en el poder político que buscaba.
En tantas guerras se mete Estados Unidos que en el Gabinete hay una silla reservada para quien gestiona los asuntos de los veteranos de guerra. En ella se sentará Collins, uno de los miembros más discretos del Ejecutivo. Antiguo capellán de la Fuerza Aérea, es un férreo defensor de la pena de muerte e incluso cree que se debería aplicar sin la unanimidad del jurado, pero se opone a la eutanasia y el aborto. Es uno de los miembros más conservadores del equipo de Trump.
Es una mujer que sabe tomar decisiones difíciles. Lo dice ella misma, y lo certifica contando cómo mató a su perro Cricket después de que éste mordiese a un pollo. Ahora asegura que va a tener la misma empatía con los inmigrantes ilegales, a los que ya ha combatido a pesar de que Dakota del Sur, el estado que ha gobernado, se encuentra a cientos de kilómetros de México. Pero hasta allí envío tropas para ayudar a las tejanas, y describió la frontera como una «zona de guerra».
No será parte del Gabinete de Donald Trump y por eso no necesita la aprobación del Senado. Pero nadie duda de que Elon Musk va a ejercer el poder en la sombra. El polémico fundador de empresas como Tesla o SpaceX, propietario también de la red social X, dirigirá el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Su objetivo es adelgazar la estructura de la Administración, y tratará de despedir a multitud de funcionarios federales que considera redundantes e innecesarios.
Parece mentira que no hace tanto Musk apoyase a Barack Obama. Reconoció ser votante del Partido Demócrata y fue crítico con Trump antes de que accediese a la presidencia por primera vez. Ahora, sin embargo, se ha convertido en su escudero, tanto moral como económico, ya que destinó un mínimo de 277 millones de dólares a la campaña del republicano. También es el gran azote del buenismo 'woke', y ha agitado el debate político más allá de sus fronteras con el apoyo explícito a partidos de ultraderecha, como el alemán AfD.
No obstante, muchos prevén roces con Trump, ya que hay políticas en las que sus opiniones divergen: Musk es adalid del vehículo eléctrico y tiene enormes intereses económicos en China, mientras que Trump avanza más guerra comercial con ese país y una apuesta sin fisuras por los hidrocarburos.
Donald Trump no es presidente por el dinero que ganará en el cargo. Nadie puede poner eso en entredicho, porque Forbes ya le atribuye una fortuna de 3.600 millones de dólares. Y el sueldo que percibirá, si bien es el cuarto más elevado entre los mandatarios que lo hacen público -solo por detrás del que perciben en Singapur, Hong Kong y Suiza-, resulta más bien discreto. Son 400.000 dólares brutos anuales -cuatro veces la retribución de Pedro Sánchez- a los que hay que sumar una bolsa de viaje de 100.000 dólares, dietas y gastos hasta un máximo de 50.000, y 19.000 dólares para la indefinida categoría de 'entretenimiento'. Curiosamente, esta remuneración lleva congelada desde 2001, cuando se duplicó la suma anterior. Eso sí, la pensión es generosa: 230.000 dólares al año.
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