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Venezuela lleva décadas caminando sobre el alambre y ahora soplan vientos que vuelven su situación aún más inestable. Llegan esos vientos desde fuera y desde dentro. En el ámbito internacional el régimen bolivariano está más aislado que nunca al ver reducidos sus apoyos al club ... de autarquías más siniestras, mientras las grandes y pequeñas democracias, de derechas y de izquierdas, condenan el más que posible pucherazo electoral. Internamente, el país está hecho un polvorín, con una ciudadanía dividida que recibe mensajes cada vez más inflamados en una y otra dirección, con la consiguiente y constante amenaza de un estallido social.
Así estrena Nicolás Maduro su tercer mandato. Más débil que nunca y más aislado que nunca. La ceremonia de toma de posesión del viernes en la Asamblea Nacional dio cuenta de esa fragilidad: un acto que se adelantó casi dos horas para despistar posibles injerencias, en el que no hubo ni grandes desfiles ni fastos públicos abiertos, con las calles tomadas por militares para evitar protestas, y con controles en cada esquina. Un despliegue que denotó amplias dosis de nerviosismo.
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En la cita se visualizó muy bien el grupo lúgubre del que forma parte ya el régimen de Maduro. Había representantes de Rusia, China e Irán. En cuanto a mandatarios de la región latinoamericana, destacaron el nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel. Mientras, sus vecinos de la izquierda democrática, el Brasil de Lula y la Colombia de Petro, se han desmarcado de esa maniobra del régimen para perpetuarse en el poder.
Es más, este mismo sábado el Ministerio de Exteriores brasileño emitió un comunicado en el que muestra su preocupación por la vulneración de los derechos humanos en Venezuela. Y el presidente colombiano, por su parte, incluso propuso repetir las elecciones para atajar la grave crisis política que sufre el país. Lo de presentar las actas para conocer el resultado real de los comicios de julio ya se ha quedado un segundo plano, o más allá.
Además, Ecuador, Panamá, Costa Rica y República Dominicana condenaron este sábado el acto de investidura de Maduro. Los cuatro gobiernos, que conforman la Alianza para el Desarrollo en Democracia (ADD), rechazaron «de la manera más enérgica el acto ilegítimo de toma de posesión del 10 de enero en Venezuela, producto de un fraude electoral impuesto a través del terror de Estado contra el pueblo venezolano».
La UE, el G7, la Organización de Estados Americanos y hasta Naciones Unidas han cuestionado al régimen venezolano. EE UU ha aumentado a 25 millones de dólares la recompensa por cualquier información que permita detener a Maduro. Y Donald Trump también ha sido muy activo en el apoyo a Edmundo González como ganador de los comicios de julio.
1.697 presos políticos están en las cárceles venezolanas, según un estudio de la ONG Foro Penal. El día de la toma de posesión de Maduro, el viernes, se habrían producido, al menos, 19.
Más tiempo en el poder que Chávez La toma de posesión de Maduro le abre la puerta a gobernar Venezuela un tercer mandato, seis años más. Es decir, hasta 2031. De ese modo superaría los catorce años que permaneció en el poder su antecesor, Hugo Chávez.
25 millones de dólares de recompensa ofrece EE UU por cualquier información que permita detener al presidente de Venezuela, al que considera un narcoterrorista vinculado con el tráfico internacional de cocaína. Ha ofrecido la misma recompensa también por el ministro de Interior, Diosdado Cabello, y 15 por facilitar la detención del ministro de Defensa, Vladimir Padrino López.
28,8 millones de personas viven en Venezuela, que es el quinto país más poblado de Sudamérica.
Éxodo masivo Más de 7,7 millones de personas han salido de Venezuela buscando protección y una vida mejor, según la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur. Casi 400.000 viven en España.
De hecho, la entrada en el campo de juego internacional de Trump y su extraño gobierno de millonarios a partir del día 20 genera un plus de incertidumbre por la imprevisibilidad del magnate y sus amigos. EE UU tiene en Venezuela importantes intereses petrolíferos, lo que abre un buen número de posibilidades de afrentas mutuas. Todo esto, con el agravante de que China y Rusia, aliados de Maduro, también estarán vigilantes, lo que anticipa tensiones en los equilibrios geoestratégicos.
Si la cosa está agitada en la arena internacional, lo está aún más a nivel doméstico. Da cuenta de ello, ya se ha dicho, el clima militarizado en el que se desarrolló la juramentación del viernes, alejada de la calle por el temor a que el protagonismo se lo llevase el descontento popular. De fondo, el reforzamiento del régimen con un aparato de seguridad de consecuencias potencialmente explosivas: Maduro ha aglutinado al Ejército, la Policía y un cuerpo de civiles armados con fusiles de asalto. Oficialmente se le considera una «fusión popular-militar-policial» para velar por la «paz y la estabilidad». Otro modo de verlo es como un eficiente aparato represor que consolida a Venezuela como una férrea dictadura obsesionada con el control social, al estilo de sus aliados Nicaragua y Cuba.
Mientras, el opositor Edmundo González, reconocido por la mayoría de las democracias occidentales como legítimo ganador de las elecciones, llama desde el exilio a «hacer lo necesario para restituir la Constitución». Y María Corina Machado avanzó que «Maduro no podrá gobernar a la fuerza una Venezuela que decidió ser libre». En su opinión lo que está viviendo el país es un golpe de Estado.
El campo está abonado para un estallido social y los dirigentes políticos es como si se paseasen por él con un lanzallamas. Este sábado subió el tono un par de grados más el expresidente colombiano Álvaro Uribe, que solicitó «una intervención internacional, preferiblemente avalada por las Naciones Unidas, que desaloje a esos tiranos del poder y convoque de inmediato a unas elecciones libres».
Maduro responde a las críticas exteriores con igual virulencia. En el acto del viernes acusó a los críticos con su autoproclamación de «tirotear a Venezuela desde el exterior» y denunció una «conspiración» impulsada por «EE UU y sus esclavos en América Latina y en el mundo». Prueba de la amenaza de la que se siente víctima es que el día de su juramentación cerró la frontera con Colombia (así seguirá hasta mañana) y activó la defensa antiaérea de fabricación rusa tras prohibir los vuelos sobre el país.
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Así fue como estrenó Nicolás Maduro su tercer mandato: protegiéndose de una supuesta amenaza externa, y manteniendo las distancias con la calle para evitar el creciente rechazo interno. Tiene por delante seis años con todos los ingredientes para que la situación vaya a peor.
La ONG Foro Penal informó este sábado de un total de 19 arrestos durante las manifestaciones organizadas por la oposición el viernes para protestar contra la toma de posesión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. Las detenciones se repartieron en varios Estados del país y podría haber más casos. «Seguimos recibiendo y verificando otros reportes». En total, la organización civil cifra en 1.697 los «presos políticos» desde las elecciones de julio, pese a las recientes liberaciones de cientos de detenidos.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha condenado «enérgicamente las detenciones a opositores en Venezuela» y el viernes instó a las autoridades a liberar a los detenidos «arbitrariamente» en las protestas contra la juramentación.
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