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Ikram El Aarrass
Sábado, 16 de septiembre 2023, 20:28
Un helicóptero Boeing CH-47 Chinook sobrevolaba una de las aldeas de la provincia de Al-Haouz destruidas por el terremoto que sacudió el suroeste de Marruecos el pasado fin de semana. Lanzaba bolsas con productos de primera necesidad. Es la máxima ayuda que ha ... llegado a las zonas más rurales de la cordillera del Atlas.
«Para hablar del abandono en estos puntos -explica Bernabé López García, catedrático de Estudios Árabes de la Universidad Autonómica de Madrid- habría que retroceder al menos un siglo». Durante este tiempo «se incluirían tres décadas de responsabilidad de Francia y el resto, más de siete, del Estado marroquí», expresa.
Los zonas más afectadas por el seísmo han sido las provincias de Al-Haouz y Taroudant, donde se han registrado más de 1.600 fallecidos y más de 970, respectivamente. En la primera región, la ciudad de Amziz ha sufrido daños significativos, pero sólo se ha visto afectada el 15% de las construcciones. En cambio, en aldeas donde las casas están hechas de adobe y el acceso a ellas es complicado, como es el caso de Tafeghaghte, el porcentaje de infraestructura destruida o afectada es del 75%, según las estimaciones del Ministerio de Equipamiento y Agua.
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López García detalla que en el caso del país norteafricano «el desarrollo se centró en lo que se conoció como el 'Marruecos útil', nombre que le pusieron los franceses a las llanuras atlánticas y a las grandes ciudades de la costa oeste». En cambio, se «marginaron las periferias». Estas zonas rurales hasta ahora olvidadas, «estaban a la deriva y sin acceso a una modernidad que se expandía en el 'Marruecos útil'».
Tras el terremoto se ha hecho visible el abandono del Estado en estas aldeas. López defiende que Marruecos es «un espejismo». Los turistas, considera, no son conscientes de «la miseria existente en las grandes ciudades pobladas por el éxodo de las zonas rurales», que ahora se han reducido a ruinas en la mayoría de los casos
El desastre natural ha vuelto a poner sobre la mesa una cuestión que siempre ha estado presente, pero silenciada, en Marruecos: el descuido del Gobierno en las tierras montañosas del Atlas. «Es un país que funciona a dos o más velocidades, donde no se ha invertido en ese 'mundo interior' cuyo atraso y arcaísmo es ancestral», explica el catedrático.
El seísmo muestra «la pobreza de muchas personas y cómo el bienestar y la atención sanitaria están hechos jirones». Los medios se han hecho eco de los reclamos de la población rural, que pide desesperadamente ayuda a las autoridades. Hay aldeas como Imi N'Tala que el terremoto las ha borrado del mapa. Ha quedado sepultada. Estos pueblos que cuentan con cerca de 300 habitantes se ubican en la cordillera del Atlas, en puntos de difícil acceso, algo que eligieron los antepasados para protegerse de vándalos. Estancados en el pasado. El agua potable en estas tierras es un lujo; tienen que acudir a pozos comunes para abastecerse.
El Estado ni siquiera se molestó en asfaltar los caminos hacia estas aldeas, algo que ha sido decisivo para que los equipos de emergencia pudiesen llegar. Según estima la ONU, puede haber más de 300.000 afectados a la intemperie. 100.000 de ellos son niños. «Para Rabat no hay un antes y un después. No se aprenden lecciones», sentencia López.
El terremoto de Alhucemas de 2004 se cebó asimismo con las zonas más vulnerables. Quedó como algo aislado, que se pensaba que difícilmente podía repetirse, pero ha ocurrido. López lamenta la nula voluntad del Estado para buscar el bienestar de su pueblo. «Lo triste es que el seguidismo de todos los partidos marroquíes detrás del Marruecos oficial, con el rey a su cabeza, hará que no se saquen las consecuencias necesarias».
Fouad Abdelmoumni, defensor de derechos humanos y director de la oficina marroquí de Transparencia Internacional, no está del todo de acuerdo. Aunque considera que los cambios «son muy lentos», afirma que terminan llegando. «La transformación depende mucho de la opinión pública y la presión que ejerzan». Él confía en que se construirán nuevas rutas y viviendas, aunque «se va a necesitar mucho tiempo y mucha iniciativa del pueblo».
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Lo sucedido ha visibilizado tan sólo algunos puntos de ese Marruecos vulnerable, pero el Marruecos rural constituye casi el 50% de la población. La mayoría de las zonas alejadas de las urbes son tan endebles como las que han sido arrasadas por la pobre construcción de las casas y la lejanía en que se ubican. Mirar por estos aldeanos nunca fue prioridad del Estado. Abdelmoumni explica que «Rabat no invierte en mejorar el día a día de todos los ciudadanos». El dinero va destinado a autopistas, aeropuertos y diferentes infraestructuras de cara a los turistas.
«No tenían vida», afirma Abdelmoumni refiriéndose a las personas que residen en las zonas rurales y que tras el seísmo han perdido lo poco que tenían. La única forma de subsistir es recibiendo ayuda desde el extranjero. «Los familiares y amigos que viven fuera son los que se encargan de que esta gente pueda tener un sustento básico».
Para Abdelmoumni sí existe un punto y aparte para estas aldeas. «Después de la catástrofe esta gente necesita avanzar». Lo que es innegable, explica, es que después de lo sucedido, la población se ha dado cuenta de que es un deber de todos «sacar de la miseria a esta gente que lleva generaciones viviendo entre piedras». Lo más importante, especifica, es implicarse en los servicios de educación y sanidad, casi «inexistentes».
Ambos especialistas subrayan que la ayuda internacional es y será primordial para reparar los daños. Marruecos sólo le ha dado el visto bueno a España, Gran Bretaña, Qatar y Emiratos Árabes, a pesar de que se ofrecieran numerosos países. Aparte de querer afirmar que es un Estado soberano, «se ha comentado que las tensas relaciones que mantiene con Francia en los últimos tiempos han influido para que Rabat sea selectivo con los países de los que acepta la ayuda. Unos orgullos poco comprensibles cuando se trata de vidas humanas», expresa López.
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