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Kamala Harris se despide de la campaña con un alegato en favor de la unidad y el fin de la «división» mientras Donald Trump reitera sus ataques a la migración y pide a sus simpatizantes que acudan a votar este martes «con los ojos bien ... abiertos».
Kamala Harris La vicepresidenta cierra la campaña con una gira por un estado decisivo, con grandes estrellas como Lady Gaga y Oprah
Kamala Harris pasó el último día de campaña recorriendo Pensilvania, uno de los denominados 'swing states', es decir, aquellos estados que no se inclinan con claridad por uno de los dos grandes partidos. Joe Biden se impuso por un estrecho margen en 2020 (de 1,2 puntos y 80.000 votos) y la vicepresidenta aspira a retener los 19 representantes en juego en este territorio para el Colegio Electoral. Para ello quemó todos los cartuchos en las últimas 24 horas para pedir el voto en cinco ciudades y conseguir el premio más grande de los estados en disputa. Con esta última visita ya son 18 los viajes de Harris a Pensilvania desde que inició su campaña en julio.
La agenda final de la candidata demócrata se dividió en entrevistas y mítines, con dos grandes cierres en Pittsburgh y Filadelfia en los que estauvo acompañada por figuras públicas como Katy Perry, Oprah Winfray y Lady Gaga, entre otras.
Harris empezó el día en Scranton, donde pronunció un discurso y participó en una recogida de firmas. Sin descanso, se desplazó a Allentown, una ciudad de mayoría latina en la que, según su campaña, viven 34.000 puertorriqueños.
La siguiente parada de Harris fue Reading, donde aprovechó para visitar un restaurante boricua con la representante Alexandria Ocasio-Cortez y el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Luego, ya acompañada por su marido Doug Emhoff, viajó hacia el oeste, en concreto a Pittsburgh, donde celebró un mitin con las actuaciones de DJ D-Nice, Katy Perry y Andra Day.
La vicepresidenta terminó el día en Filadelfia, la ciudad que su equipo ha calificado como la cuna de la democracia estadounidense. En la urbe más grande del estado, Harris celebró una fiesta de fin de campaña frente al Museo de las Artes, en la que intervinieron Fat Joe, Lady Gaga, Ricky Martin, The Roots y Oprah Winfrey, entre otras personalidades.
En esta recta final de campaña la vicepresidenta ha centrado su discurso en advertir contra los peligros de un segundo mandato de Donald Trump y presenta al expresidente como un «peligro para la democracia». Al mismo tiempo, ha cobrado impulso con mensajes optimistas que reivindican una «nueva generación de liderazgo en Estados Unidos».
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La vicepresidenta centró su mensaje del domingo en Míchigan en un llamamiento a «pasar la página de una década de política impulsada por el miedo y la división». Hizo énfasis en «un nuevo camino a seguir» presentando la elección como una opción entre una presidenta con «lista de tareas» para el pueblo estadounidense y otro que estaría guiado por una «lista de enemigos».
Allí Harris cortejó a la comunidad áraboestadounidense, unas 200.000 personas enfadadas por el apoyo militar de Estados Unidos a Israel . La candidata demócrata prometió que hará «todo lo que esté en su mano» para «terminar» con la guerra en la Franja de Gaza y asegurar la «autodeterminación» del pueblo palestino.
«Lo bueno de vivir en una democracia, mientras podamos aferrarnos a ella, es que cada uno de nosotros tenemos el poder», afirmó optimista el domingo en una iglesia de Detroit. Un derecho al voto que la vicepresidenta se ha encargado de ejercer por anticipado, por lo que llega con los deberes hechos para el gran día.
Kamala Harris vivirá el transcurso de la noche electoral desde el campus de la Universidad de Howard. Apodada como la 'Harvard negra', la institución ocupa un rol central en la biografía de Harris: desde que se graduó allí en 1986 ha regresado al campus en momentos clave. «La Universidad de Howard es uno de los aspectos más importantes de mi vida», afirmó como candidata presidencial en las primarias demócratas de 2019. Y «es donde me presenté a mi primer cargo electo» como representante del consejo estudiantil, recordó: «Aquí empezó todo». Y allí se conjura para volver a hacer historia.
Donald Trump El líder republicano cree que los demócratas cometerán un fraude electoral y afirma que nunca debió «dejar la Casa Blanca»
Donald Trump tiene una fe ciega en sus seguidores, pero no en el sistema electoral. El candidato republicano ha centrado sus últimos mensajes en alentar sospechas sobre la legalidad de las elecciones presidenciales que este martes deciden el liderazgo de Estados Unidos para los próximos cuatro años. No es nada nuevo en él ni tampoco su partido se ha sentido preocupado por la estrategia de la duda. De hecho, le vendrá bien si los resultados son muy ajustados y se traducen en una avalancha de impugnaciones.
A los conservadores les han inquietado más otros discursos de la esfera trumpista. Durante semanas su equipo ha tratado de arrojar toneladas de confianza sobre el aspirante y que éste diga que a la excongresista republicana Liz Cheney habría que ponerla delante de un pelotón de fusilamiento o que «no me importaría» que disparasen a los periodistas que, según él, difunden noticias falsas encajan mal con una imagen de estadista estable y moderado.
Los asesores sostienen que Kamala Harris se ha equivocado al poner un gran peso electoral en ganar popularidad rodeándose de estrellas y 'celebrities'. A su juicio, estos comicios se dirimirán por los contenidos y la idea que los electores se hayan hecho de los aspirantes en función de sus logros pasados en la Casa Blanca. Por eso, han presionado al magnate para que hable de economía y de cómo hacer América «más grande», de explotar la percepción extendida de que Joe Biden no ha acertado con la inflación, el empleo o el lugar de Estados Unidos en el mundo y les recuerde a los votantes que «conmigo la economía fue fuerte y mejor» entre 2016 y 2020.
En ese sentido, al partido le han desconcertado algunas declaraciones que se han escuchado en este tramo final de la campaña. El líder republicano en la Cámara de Representantes, Mike Johnson, ha prometido que un Gobierno conservador desregulizará y reducirá inversiones en la Ley de Atención Médica Asequible. Trump ha otorgado además un protagonismo inusitado a Robert F. Kennedy, quien en agosto renunció a su candidatura para apoyar al magnate.
Howard Lutnick, uno de los directores del equipo de transición republicano, alabó el pasado miércoles al sobrino de JFK por su escepticismo respecto a las vacunas y sugirió que podría convertirse en el supervisor de las políticas de la Casa Blanca en cuanto a las terapias inmunizadoras. El propio Kennedy aportó el sábado su granito de arena al anunciar que una de las primeras órdenes de Trump como presidente será eliminar el flúor del agua potable.
El 80% del electorado demócrata es partidario de la vacunación frente al 30% de los republicanos. Con ese dato, Trump sabe que un discurso 'anti' siempre va a tener calado en sus bases. Pero al partido le preocupa el impacto de los mensajes sobre la Sanidad en esas zonas grises que representan los indecisos y los conservadores más moderados. También teme que amenazar el programa Medicaid movilice el voto demócrata.
En suma, prefiere que su líder no se desvíe en vísperas de los comicios del argumentario recurrente que refuerza la unidad en torno suyo: lla economía, la migración, la estrategia exterior, los riesgos de una legislatura demócrata y la noción de que él continúa siendo una víctima política. El lunes por la noche advirtió de su intención de imponer tasas del 25% a los productos importados desde México si el nuevo Gobierno de Claudia Sheinbaum -«una mujer muy agradable, dicen»- no frena la «embestida» de «criminales y drogas» en la frontera.
Como se ve, Trump reina en la asperteza. Hace cuatro días, en un mitin en Greensboro (Carolina del Norte), alguien insertó en las pantallas una grabación donde instaba a los asistentes a «mantener los ojos abiertos» hoy porque falsear las elecciones «es lo único que hacen bien» los demócratas. En Pensilvania, el domingo, confesó que «no debería haber dejado» la Casa Blanca en 2021. ¿Te irás ahora?, le preguntó alguien. «Nunca. ¿Cómo puedes irte cuando ganaste una elección?», respondió el expresidente.
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