Cuando llega la época electoral y las encuestas nos rodean, hay dos conceptos que pueden llevar a confusión y que se utilizan a veces de forma similar, aunque no sean lo mismo: la estimación y la intención de voto directo. Y la clave aquí la ... tienen quienes no quieren contestar qué van a votar (a veces de forma intencionada) o no lo han decidido todavía, pero sí contestan a otras preguntas, como qué votaron la última vez, sus simpatías políticas o su perfil socioeconómico.
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En concreto, la estimación de voto es la adaptación al 100% de los encuestados de la intención de voto directo. Es decir, intenta predecir el resultado teniendo en cuenta lo que ha podido votar también ese % de los encuestados que no responde (y que suele rondar el 20%). Suele ser el que más se tiene en cuenta pero no está exento de polémica. Porque aquí, señores, es donde entra la 'cocina', que es ese ejercicio de previsión y cada encuestadora lo hace de una manera distinta, con su propia metodología. Pero explicar la 'cocina' y sus polémicas e intenciones da para otra columna.
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