El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya da por hecho un «aterrizaje suave» de la economía mundial, por lo que considera que la principal prioridad a corto plazo de los bancos centrales es «garantizar el descenso paulatino de la inflación». Sin embargo, en su informe de perspectivas mundiales (WEO) advierte de que no habría que «flexibilizar de forma prematura» la política monetaria para evitar que la inflación caiga por debajo de su meta -en el caso de Europa el BCE tiene un objetivo de precios del 2%-.
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Y es que la escalada de las tensiones geopolíticas -por la guerra en Ucrania y en Gaza, además del nuevo enfrentamiento entre Israel e Irán- deriva en una «nueva subida de precios». Por ello, el organismo con sede en Washington tiene un ojo puesto en estos conflictos al considerar que, junto con la persistencia de la inflación subyacente en países con escasez de mano de obra, «eleva las expectativas de tasas de interés y reduce los precios de los activos».
Sobre ello fue también contundente esta semana el Banco de España al alertar de que las tensiones geopolítica pueden provocar «descensos abruptos de los precios de los activos financieros con riesgo», además de perturbar negativamente el comercio de energía y de otras materias primas. En su informe de Estabilidad Financiera señaló que el mercado no está valorando suficientemente el riesgo y por eso no se refleja en los precios de los activos y las primas de riesgo se mantienen bajas. Por tanto, si el crecimiento económico o la inflación no fueran los esperados o aumentara el riesgo geopolítico, subirían las primas de riesgo, los precios y valoración de los activos bajarían y las condiciones de financiación serían mucho más duras.
En este sentido, el FMI considera que si los bancos adoptan una orientación menos restrictiva en el corto plazo, habría que «poner el foco en la consolidación fiscal a medio plazo» con el objetivo de recuperar «margen de maniobra presupuestario», llevar a cabo inversiones prioritarias y garantizar la sostenibilidad de la deuda.
Incluso se pone el acento en la inteligencia artificial (IA) como una manera -junto a reformas estructurales más profundas- de estimular la productividad. Ello conllevaría una reducción más rápida de la inflación y que los bancos centrales avanzaran en sus planes de flexibilización.
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Una política monetaria que la economía europea ha sabido capear los últimos dos años, pero que está entrando en terreno crítico. Ahora la ola de conflictos internacionales está haciendo mella en la eurozona y el FMI vuelve a recortar su previsión de crecimiento para este año. Y lo hace para todas las grandes potencias, excepto para España, donde prevé que el PIB avance casi medio punto más de lo estimado hace solo tres meses, un 1,9% en 2024.
En cambio, a nivel eurozona el FMI rebaja una décima más (y ya van cuatro en seis meses) el crecimiento estimado para 2024 hasta suponer un avance del PIB este año de solo el 0,8%. Sobre todo lastrado por el débil crecimiento de Alemania (0,2%, tres décimas menos que en su último informe y siete décimas menos que hace seis meses) y Francia (0,7%, también más de medio punto por debajo al informe del mes de octubre).
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Pero en España la foto es otra. La mejora de las finanzas públicas, la resistencia de la economía y el vigor del mercado laboral supuso que el FMI diera su visto bueno a España en su visita de los 'hombres de negro' hace unas semanas. Aún así, el informe dejó algunas sombras que el organismo recomienda subsanar con su receta habitual: controlar el gasto, subir los impuestos y un plan concreto para rebajar el déficit y la deuda.
Así, apenas tres meses después de rebajar al 1,5% su previsión de crecimiento para este año, el FMI vuelve a elevar -y de forma contundente- al 1,9% su estimación, solo una décima por debajo de la previsión del Gobierno. La tasa de paro también irá descendiendo. Las previsiones apuntan a que se sitúe en el 11,3% en 2025, casi un punto menos con el que cerró 2023. Así que la principal preocupación se centra en la política fiscal, sobre todo por la elevada deuda pública que a cierre de 2023 se situó en el 107,7% del PIB.
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