El triunfo de Víctor estuvo en la grada

Ni era un jueves más ni un 10 de agosto más, aunque lo pretendiera. Ezcaray amaneció mirando a San Lorenzo, su patrón. Y no faltó calor para asar ni tampoco en el frontón. Y anocheció diciendo adiós a Víctor Esteban. El tercer pelotari de la villa que se retira del mundo profesional en los últimos años, que aún goza de un cuarto, Darío Gómez, y además en un buen momento. Víctor inicia una nueva etapa a sus 30 años en la que compaginará la ropa de pelotari, pues no guarda el fajín, y el buzo de apicultor, para mantener la tradición familiar pero, sobre todo, porque ha descubierto una nueva ilusión.

El pelaire es hombre de costumbres. Aprovechó la mañana para dar un paseo por el monte. Suele ir acompañado de sus perros. Se adentra por diferentes parajes. La ermita de Santa Barbara es uno de los habituales. Subida que un día antes reunió a los fieles al trail. Olos aledaños a la ermita de Nuestra Señora de Allende. Aprovechó las últimas horas de la mañana para hacer unos recados. De ahí a comer en casa de sus padres, una ligera siesta y al frontón. Y saludos, muchos saludos. Su teléfono trabaja a destajo estos días; sus amigos, pelaires y no pelaires, estuvieron presentes, como no podía ser de otro forma; y los vecinos y aficionados a la pelota. 1.036 aficionados en la grada, una cifra más que sobresaliente. Más sillas a pie de cancha. Nadie quería faltar a la cita.

Este 10 de agosto nada tiene que ver con aquel 10 de octubre del 2020 en el que Víctor decía adiós tras verse cortado por su empresa, Baiko. Aquel fue un día reivindicativo que el pelaire repetiría, pero aquella no era una despedida desde corazón, sino que nacía de las tripas. La de este jueves sí ha sido con el corazón. Y con el corazón estaban en la zona de vestuarios los hermanos Merino, su hermano Gorka, Cecilio, Zabala, Mariezkurrena, Laso, Peio Etxeberria, Elezkano, Oier Etxeberria, Salaberria, Irribarria, Elordi... y muchos más. Muchos, muchísimos.

Como era de esperar, las sorpresas se sucedieron, Lo único que sabía Víctor Esteban es que iba a jugar, nada más. Antes de su partido, el estelar, como no podía ser de otra manera, no faltó el folklore local con las danzas propias que le hicieron derramar las primeras lágrimas; tampoco los jóvenes pelotaris de la Escuela de Ezcaray, en la que un día él empezó y a la que regresa ya mismo. Y después del partido, más reconocimientos, comenzando por el del Ayuntamiento de su pueblo. Un día emotivo que tampoco se quiso perder Gonzalo Capellán, presidente autonómico.

Y por supuesto, Víctor jugó su partido, el último hasta que llegue el siguiente, porque llegará y muy pronto. No ganó, pero el marcador era lo menos importante en esta tórrida tarde de verano. Jugó calmado, incluso con pausa, aunque sin perder el nervio que ha mostrado en estos últimos diez años. La grada se entregó en cada pelotazo de su paisano y esa es la mejor victoria que podía lograr.

En sí, el compromiso se rompió desde su inicio con una primera tacada de tres tantos para Altuna y Martija que rápidamente se convirtió en un 2-11. Se trataba de disfrutar y el pelaire lo logró con algunos remates ganados y entrando en la pelea con un grande como el amezquetarra. Creció el riojano con el paso de los tantos, pero en ningún momento se acercó a la posibilidad de ganar: 5-15, 8-16, 9-18 y 12-22. Como los otros cuatrocientos partidos, más o menos, Víctor recordará este. Con satisfacción más allá de la derrota.