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Holika, entre hielo, música y risasResulta curioso, incluso de festival el cuerpo nota cuando es viernes. Incluso yo, que no recibo la nómina hasta el sábado, he decidido tirar la casa por la ventana comprándome un cubata (juro que me lo tomaré más tarde). En el camping el ambiente no es muy diferente del de la tarde del jueves, bueno, salvo por el insignificante detalle de que las botellas alrededor de las mesas de acampada se han multiplicado. Un grupo de adolescentes juegan a las cartas, la que 'ha quedado culo' se muestra visiblemente disgustada: «Es imposible ganar si la más alta que tengo es un seis». A lo lejos, un grupo de chicos dan unos pases a una pelota de fútbol. De fondo suena C. Tangana.
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Justo Rodríguez
Me acerco a la entrada, donde decenas de jóvenes vacían botellas de alcohol dentro de garrafas. «No podemos meter cristal en el camping, así que lo guardamos aquí para esta noche», me explica Valeria, sentada en un bordillo de la calle junto a sus amigas. «Ayer estuvo muy bien, hicimos nosotras el ambiente», se ríe. No necesito más detalles para saber que todas ellas están atravesando una dura resaca. En este momento es cuando descubro una nueva manera de clasificar a las personas que han venido al Holika: las que esconden sus ojos tras unas gafas de sol y las que sacan valor para mostrarlos.
No muy lejos dos chicas discuten con varios empleados del festival. No son capaces de encontrar la zona en la que recoger el Kit Ahorro, que pagaron a través de internet, y desde el equipo de Staff no logran dar con él. «Me gustaría poner una hoja de reclamaciones, se pasan la pelota unos a otros y está fatal organizado», protesta Manuela Lalaguna, cuando le pregunto qué ha pasado. Qué gracioso, igual de enojada me he sentido yo cuando he descubierto que tendría que pagar un extra por el vaso del cubata. ¡Como no escriba más rápido se van a derretir los hielos!
Sobre las 16.45 horas me dirijo al acceso de los conciertos. Ya hay, por lo menos, un centenar de personas haciendo cola para entrar al recinto. Dos chicos pasan a mi lado disfrazados de criadas, lo hacen por un meme y porque «sí hay huevos a venir vestidos así». «No nos importa lo que la gente piense», coinciden Daniel y Hugo. En la cola una joven aguarda a la apertura de puertas junto a su madre y una amiga. «Ya estuvimos el año pasado», me explica Marian Martínez mirando con una sonrisa a Leyre, su hija. «Vivimos en Autol y es el segundo día que venimos. Personalmente, me encanta la música de tanto escucharla por ellas», afirma entusiasmada.
Ya dentro del recinto, el ambiente se va animando. Sobre las 18.30 horas varias centenas de muchachos saltan frente al escenario. Esta noche se lía, me asegura Raúl Antúnez después de preguntarme que qué hago en un festival con un portátil y trabajando. Algo me dice que ya es hora de ir al camping a hacer la previa. ¡Ay, que el hielo se descongela!
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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