luisa idoate
Sábado, 29 de octubre 2022
Duro, pertinaz, arribista, egoísta, asocial, retraído, iracundo, humilde, detallista, insensible, empecinado. Hay opiniones dispares sobre Howard Carter (1873-1939), descubridor de la tumba de Tutankamón. «Veo algo maravilloso», dice al ver su interior por un agujero el 26 de noviembre de 1922. Es más extraordinaria ... de lo que cree. Lo consagra como arqueólogo, lo lleva de gira por el mundo y desencadena una fiebre por Egipto que contamina el arte, la arquitectura, la decoración y la vestimenta de la época. El momento lo propicia. Los hallazgos arqueológicos de los siglos XIX y XX desatan la pasión por la Antigüedad y el coleccionismo, y avivan la codicia de contrabandistas, intermediarios, marchantes y museos. En 1871 Heinrich Schliemann localiza Troya en Hisarlik (Turquía) y lo que cree el Tesoro de Príamo, con cuyas joyas fotografía a su esposa Sofía y se promociona. Marcelino Sanz de Sautuola descubre en 1879 las pinturas de Altamira que inauguran el estudio del arte rupestre. Y el egiptólogo William Flinders Petrie dota de rigor y sistematiza el estudio de la arqueología. Él adiestra en 1892 en el yacimiento de Tell-el Amarna a Carter, que, con 17 años, ha trabajado como dibujante en las excavaciones de Piercy Newberry en Beni Hassan.
Publicidad
Es el undécimo hijo del retratista de mascotas Samuel John Carter. En 1899 es inspector del Servicio de Antigüedades del Alto Egipto. Supervisa los trabajos de Theodore Davis, que halla las tumbas de Tutmósis IV y Hatsetsup. Va bien encarrilado. Todo se hunde el 8 de enero de 1905. Manda desalojar por la fuerza a 15 turistas franceses bebidos que protagonizan una trifulca con los vigilantes al visitar el yacimiento de Saqqara. El cónsul francés exige disculpas. Se niega. Lo cesan. Sobrevive como guía, dibujante y vendedor de objetos faraónicos.
Noticia Relacionada
Se especula mucho con su carácter. En 'Tutankamón, la historia jamás contada' (2007), Thomas Hoving le pinta «abnegado, enérgico, obsesionado con el método, conducido por la ambición»; «impetuoso, testarudo, insensible, poco diplomático, falso y mendaz a veces». Afirma que falseó el relato del descubrimiento en su beneficio y «socavó sus logros y se torturó a sí mismo y a los demás toda su vida».
Las relaciones sociales no eran lo suyo, advierte T. G. Henry James en 'Howard Carter. The path to Tutankhamun' (1992). Lo describe como «solitario», «irascible» y «pomposo». Sin amores, desamores, amantes, parejas ni hijos. Novelistas como Philipp Vandenberg adornan su leyenda con supuestos romances secretos no demostrados. La única mujer que revolotea en su vida es lady Evelyn Herbert Beauchamp, hija de lord Carnarvon, el aristócrata británico que lo ficha en 1907 para buscar la tumba de Tutankamón. Los tres entran en ella en noviembre de 1922.
Es un bombazo. Carter concede la exclusiva a 'The Times', que lo bautiza como 'el egiptólogo'. «Se aventuraban grandes distinciones», escribe Christian Jacq en 'El Valle de los Reyes' (1998). «La realidad fue muy distinta. Detestado, despreciado y víctima de los celos, cayó en una especie de clandestinidad». ¿El motivo? «Poco interesado en obtener los favores del 'establishment' y del mundo llamado científico, había olvidado ser un trepador. Trabajador encarnizado, nunca comprendió que obtener un puesto oficial y ciertos honores exigía algunos compromisos». Algo agravado por su falta de tacto y mundo. «Chocó con los periodistas, las autoridades administrativas y acabó siendo considerado una especie de colonialista que creía que la tumba de Tutankamón era de su propiedad». Y cometió «la torpeza de ignorar el ascenso del nacionalismo egipcio».
Publicidad
Hay reproches peores. En una carta de 1934, publicada por 'The Observer' el pasado agosto, el académico Alan Gardiner le recrimina recompensarle «con un objeto indudablemente robado de la tumba» por traducir los jeroglíficos. Ese amuleto funerario no era del sepulcro de Tutankamón, replica Carter. Pero Rex Engelbach, entonces director del Museo Egipcio de El Cairo, autentifica la pieza. Para el egiptólogo Bob Brier, de la Universidad de Long Island, es «la prueba definitiva» de la vieja sospecha de los investigadores: Carter y algunos colaboradores entraron en el sepulcro antes de lo que documentaron y se llevaron piezas del tesoro. El escritor lo argumenta en 'Tutankamón y la tumba que cambió el mundo', recién publicado. «Nunca lo admitió, pero tampoco existe ninguna negación oficial. Y el Gobierno egipcio lo apartó de la tumba porque pensaban que estaba robando cosas».
Noticia Relacionada
Aunque abandona la arqueología en 1932 y se reinventa como asesor de coleccionistas y museos, Carter siempre mantiene que el saqueo de la tumba fue anterior a su llegada. Y manifiesta un total desinterés por sus riquezas en un texto de 'El mundo de la arqueología' (1966), de C. W. Ceram. «Entre todo aquel esplendor, entre toda aquella magnificencia en que el oro brillaba por doquier, no había nada tan hermoso como aquellas pocas flores marchitas que conservaban aún sus tonalidades y que evidenciaban la brevedad de los tres mil trescientos años transcurridos». Se refiere a una guirnalda, acaso «la ofrenda de despedida» de la viuda del joven rey Ankesenamón.
Publicidad
Muere en 1939. Entre sus pertenencias hallan objetos de la famosa tumba que, con discreción, se entregan al Museo Egipcio de El Cairo. En su lápida del cementerio de Putney Vale (Londres), se talla la leyenda de la copa del faraón: «Pueda tu espíritu vivir, durar millones de años, tú que amas Tebas, sentado con la cara al viento del norte, los ojos llenos de felicidad». El funeral es privado y austero; unos lo ven sorprendente y otros significativo. Y muchos defienden que, aunque arrastre muchas sombras, Tutankamón es la luz que lo redime.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.