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El Monasterio de las Clarisas de Nájera es uno de los dos que esta congregación tiene en nuestra comunidad. Ubicado en la calle más transitada de la ciudad, supone un oasis de paz y lo que pasa dentro de sus muros permanece como un misterio para el resto de vecinos. Sin embargo, en estos días, se ha colocado en el foco de atención por razones sorprendentes.
Este martes, sus hermanas de los conventos de Belorado (Burgos) y Orduña (Vizcaya), geográficamente próximos, abandonaron la Iglesia Católica para ponerse bajo la tutela de un obispo excomulgado llamado Pablo de Rojas, que reniega de la doctrina moderna y aboga por dar las misas en Latín, entre otras ideas ultraconservadoras.
El cisma se ha producido después de un millonario negocio inmobiliario, que tiene como objetivo trasladar a las monjas de la abadía de Belorado a la de Orduña, mediante la venta del primer edificio y la compra del segundo. Cuando la Santa Sede comenzó a investigar el asunto, tuvo lugar la separación.
No obstante, en Nájera, todo sigue en su sitio, a pesar del runrún que decía que las Clarisas de la ciudad podrían sumarse a la 'herejía'. «Nos han ofrecido beber agua sucia, pero nosotras solo acudimos a la fuente», asegura Josefa, abadesa del convento, en alusión a su lealtad al Vaticano.
Ernesto Pascual
Durante estos últimos días, el teléfono del edificio no ha dejado de sonar: los curas de toda la comunidad querían conocer su decisión con premura. Incluso el sacerdote de un pueblo cercano, afirmaba en una conversación con Josefa no haber podido dormir por las noches pendiente de este asunto. La abadesa recalca que ellas «le deben sumisión y lealtad a la Iglesia, y obedecerán a lo que el obispo mande».
A pesar del proselitismo practicado por las monjas rebeldes y los cantos de sirena, la decisión está tomada y las 13 Clarisas najerinas no se moverán a ningún sitio. «Aquí hay personas muy mayores, esta semana nos han asignado a dos hermanas casi centenarias de la recién cerrada abadía de Arizcun, en Navarra», cuenta Josefa. «Nuestra misión es velar por ellas y por la colectividad, no meternos en líos que no llevan a ningún lado», reitera con segura firmeza.
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Porque esta última es la palabra que caracteriza sus vidas.Todos los días practican una estoica rutina, que les lleva a despertarse a las 6.30 de la mañana. Tras el desayuno y el rezo, trabajan sin descanso -unas limpiando, otras en las cocinas, en el jardín, etc-. A mediodía, rezan y comen. Ya por la tarde, vuelven a trabajar, comentan la palabra y reciben formación. A las 18.30, acuden a misa y, después de la cena, a las diez de la noche, se van a la cama, esperando al nuevo amanecer con las mismas ganas.
«Todos los días manifestamos nuestra fe y compromiso, en contra de la superficialidad que inunda a la sociedad actual», alega la abadesa del convento.
Obviando la 'herejía' de Belorado y Orduña, las Clarisas afrontan una problemática muy seria: la falta de caras nuevas.
«Actualmente, ninguna joven española se mete a monja, sobrevivimos gracias a las foráneas», afirma Josefa. La mayoría de las 13 hermanas de Nájera proceden de la India. «Si no fuera por ellas, el convento estaría abandonado», sentencia la anciana abadesa.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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