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«Es un trastorno, pero no una tragedia. Esto no es Valencia, no nos hemos quedado sin casa ni nadie ha muerto», sintetiza Damaris González desde el mostrador de la tienda Casa Guri de Arnedillo. Una sensación de resignación y alivio compartida en el Alto Cidacos, donde la vida desde el martes cuesta un poco más en tiempo y en kilómetros.
El brutal desprendimiento de rocas sobre la LR-115 pudo haber sido una auténtica desgracia. Unos minutos antes del corrimiento, los niños de la localidad llenaban un autobús rumbo a Arnedo en una excursión escolar. «Pensar en eso me sigue poniendo la piel de gallina», se estremece Pedro Montalvo, alcalde de la localidad, al recordarlo.
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Tal vez ese sentimiento de haber esquivado la desgracia es el que, unos días después, conforta el día a día de un valle que ha estrechado sus redes de ayuda y que sigue abriendo los brazos a los turistas, a los que esos miles de kilos de roca no han dejado en sus casas.
Damaris González
Casa Guri
La incomodidad es evidente para los que llegan y para los que habitan en la comarca. Con las maletas en la mano, a las puertas del Balneario TermaEuropa Arnedillo, Josi Rodríguez y Loli Santos esperan su turno para ser atendidos en recepción. «Hemos tardado dos horas y media, una hora y pico más de lo normal, pero ya estamos aquí y ahora toca relajarse», comenta Rodríguez con una sonrisa.
Josi Rodríguez
Turista navarro
Con el establecimiento a más del 85% de su capacidad («como cualquier fin de semana», resume Rocío Martínez, directora general del centro), la plantilla del balneario llamó a todos los clientes «uno por uno», apostilla Martínez, para explicarles la situación, proponerles rutas alternativas y ofrecerles la cancelación. «Creo que ha habido una», añade la responsable de un balneario que también ha ofertado a los trabajadores la posibilidad de pernoctar en el establecimiento para evitar los largos desplazamientos.
Rocío Martínez
Balneario de Arnedillo
Porque ahora son los 1.150 metros de altitud del alto de Vallaroso, una mala carretera de montaña que, además, se encuentra en obras, los que se han convertido en el verdadero muro del Cidacos. Esa montaña o las empinadas pistas desde el Valle de Ocón («tenía que hacer unos mantenimientos y he venido desde Logroño por ahí, no lo conocía y es precioso», esgrime José Antonio Suárez) son las rutas usadas por los vecinos que necesitan conexión con otras localidades riojanas.
Lo que hasta ahora era un rápido paseo hasta Arnedo ahora tiene un componente de aventura. «El jueves se salió una vecina a la cuneta y hubo cuatro pinchazos», resume un parroquiano de la Cervecería Campus. Al otro lado de la barra, su propietaria, Jenny Hernández, es madre de una de las cuatro familias que llevan a sus hijos a Arnedo a estudiar. Han pasado unos días malos con viajes compartidos y quebraderos de cabeza a causa de unos horarios que imposibilitaban la conciliación. «Pero desde el lunes van a permitir que los alumnos de Primaria vayan en el autobús del instituto y lo agradecemos mucho. Eso sí, se han acabado de momento sus actividades extraescolares», asegura.
Ese nubarrón en su día a día se ha disipado, aunque quedan algunos otros, por ejemplo, que hayan perdido clientela habitual de la zona, lo que ya se nota en la caja, o que algunos distribuidores hayan preferido no servirles por el incremento de gasto. «Pero cerveza no va a faltar, eh», bromea con otro cliente. Ni cerveza ni otros suministros. «A veces nos traen en el mismo servicio que al balneario. Estamos todos en contacto», señala.
Jenny Hernández
Vecina y hostelera
El transporte escolar es un problema para los estudiantes desplazados, pero también para los maestros del CRA Alto Cidacos, que se las han apañado para que los 20 alumnos del centro continúen sus tareas con normalidad. «De los 20, dos son de Herce y dos de Préjano y están al otro lado por el desprendimiento pero siguen recibiendo clase», sintetiza José Antonio Garrido, director de la escuela. «Es un poco locura porque, por ejemplo, viene una profesora de Logroño que no puede compartir coche con los de Herce y Préjano. Es complicado, pero es lo que nos toca», analiza Garrido.
Kilómetros para todos, que notan especialmente los que tienen un negocio, como Carlos, de Cárnicas Emciso, con presencia en Arnedillo, Arnedo, Enciso y reparto a otros muchos lugares. «En una semana haré entre 400 y 500 kilómetros más por el corte de tráfico», recalca, con una petición: «Que se habilite una alternativa paralela a la carretera, que se puede construir con maquinaria por fincas que llevan cien años llecas. Se puede hacer en poco tiempo porque no podemos dejar al valle con este trastorno».
Y también para los servicios básicos, como el de recogida de basura, que sigue funcionando con un esfuerzo extra de sus trabajadores, que añaden horas de volante para un recorrido ya de por sí larguísimo hasta Valverde. O las ambulancias, que llegan con total normalidad, como de la que desciende Juan Jiménez. «Tengo diálisis tres días a la semana en Calahorra. Antes eran 30 minutos por viaje y ahora es hora y pico» dice. «Esta zona es turística y de mucho tráfico, espero que se dé una solución pronto», abunda este vecino.
Juan Jiménez
Vecino
Problemas compartidos que intuyen que se prolongarán porque el riesgo no está en lo caído, sino en las enormes rocas que se mantienen en precario equilibrio sobre la ladera. Y en la mente de todos, especialmente de los que viven del turismo, hay una fecha: Semana Santa. Todos esperan un milagro, pero mientras tanto mantienen la sonrisa y la solidaridad tras el primer golpe que supuso el derrumbe.
«El primer día fue un caos, parecía pandemia. Pero ya nos vamos apañando. Siempre hemos tirado unos de otros para ayudarnos, pero ahora más», añade Damaris González. Una solidaridad en el Alto Cidacos que miles de toneladas de roca no han logrado romper, sino que han servido para reforzar.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Javier Campos | Logroño
Javier Campos | Logroño y David Fernández Lucas | Logroño
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