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Diez días después de la muerte de Guillermo Castillo, Cuzcurrita de Río Tirón continúa rota por el dolor de su ausencia. Y también por las circunstancias en las que se produjo su fallecimiento aquella noche del lunes 1 de mayo. Así lo manifestaron centenares de vecinos y amigos de la familia en la nueva concentración convocada por el Ayuntamiento en la noche de este viernes. La familia, muy arropada por el cariño de los asistentes, se trasladó desde la plaza Mayor hasta la casa familiar, la de Guillermo, que aún permanece precintada porque sigue siendo objeto de las investigaciones y ni siquiera los familiares han podido entrar.
Ante el portal se dijeron unas palabras, de condena por un lado a los causantes de este dolor y de respeto a la familia, tras lo que se depositó un ramo de flores junto a otros que de forma espontánea van depositando sus vecinos.
A continuación, el párroco de Cuzcurrita, Carlos Pinedo, ofreció un responso en un intento por aportar algo de calma a una familia marcada por la incertidumbre y el desasosiego.
Y los habitantes de Cuzcurrita, para los que ese martes pasado se detuvo el tiempo, se han quedado atrapados en una amarga sensación que no permite el olvido. El querido hostelero sigue presente, y su desaparición muy reciente.
Porque el cuerpo de Guillermo aún no ha sido devuelto a sus hijos, continúa en las dependencias del instituto anatómico forense, algo que también intensifica el dolor, como explicaba el alcalde de la localidad, Román Urrecho: «La familia no descansa. Cuando puedan enterrarle tendrán algo más de tranquilidad», reconocía. Y las banderas continúan a media asta. «En principio decretamos tres días de luto, pero hemos decidido que hasta que el cuerpo de Guillermo sea devuelto a la familia, continuarán así».
Dos días después de la muerte de Guillermo, el Consistorio convocó un sencillo acto en la plaza a las 11.15 de la mañana, una hora que impidió que muchas personas interesadas en arropar a la familia pudiesen hacerlo por motivos laborales.
«Hemos organizado esta concentración porque mucha gente no pudo acudir a la anterior, al ser por la mañana, pero algunos medios nos lo solicitaron así, y accedimos», explicaba Urrecho.
El medio millar de vecinos de Cuzcurrita se encuentra ahora «con la mosca detrás de la oreja», apuntaba el alcalde. «Nos preguntan constantemente si sabemos algo, pero estamos igual, nadie sabe nada».
Respecto a la situación de la familia de Guillermo, Urrecho lamentaba que no podían descansar: «No hacen más que darle vueltas a la cabeza pensando qué pudo pasar allí esa noche. Son ya muchos días sin saber nada».
Al dolor de no poder enterrarle se suma la rabia por la incertidumbre acerca de quién o quiénes se llevaron su vida por delante para robarle la recaudación de un fructífero fin de semana, que incluyó la jornada de puertas abiertas de sus bodegas.
Y esa es la única certeza, según confirmó dos días después la delegada del Gobierno en La Rioja, Beatriz Arraiz, quien confirmó que la principal hipótesis con la que trabaja la Guardia Civil es la del robo con fuerza.
A falta de información oficial, continúan los rumores sobre cuál fue la causa de la muerte de un hombre afable, al que todos describen con buenas palabras. «Un hombre bueno», repetía su hija Yolanda Castillo una y otra vez, para que nadie lo olvide. «Aún no encuentro palabras para describir lo que siento dentro. Solamente que estoy muy agradecida por el apoyo de la gente, y necesito que esto se resuelva cuanto antes», señalaba. «El pueblo me transmite energía y mucha paz. Y sobre todo, ganas de luchar por un cuzcurritaino de pies a cabeza».
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