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Luis Alfonso Gámez
Viernes, 10 de diciembre 2021
Los dinosaurios han cambiado mucho desde que en 1835 el naturalista inglés Gideon Mantell (1790-1852) presentó la primera reconstrucción de un iguanodonte. Lo dibujó como una iguana gigante y le puso un pequeño cuerno en el hocico. Erróneamente, porque lo que él suponía un cuerno era en realidad una falange de pulgar. El iguanodon o iguanodonte de Mantell no tiene nada que ver con las reconstrucciones de esta especie de herbívoro de unas 3 toneladas que pueden verse hoy en cualquier museo de historia natural.
«En las recreaciones históricas del iguanodonte se ve muy bien la evolución de la imagen de los dinosaurios. Al principio, era un lagarto muy grande, luego pasó a ser un reptil de formas mastodónticas, después se convirtió en bípedo y finalmente se determinó que en unos momentos era bípedo, pero en otros se apoyaba también sobre las patas delanteras», resume Xabier Pereda Suberbiola, investigador del Departamento de Geología de la Universidad del País Vasco.
El primer fósil de dinosaurio lo descubrió el clérigo inglés Robert Plot (1640-1696), naturalista y primer profesor de química de la Universidad de Oxford. «Era un fragmento de fémur, hoy sabemos que de megalosaurio. En su 'Historia natural de Oxfordshire' (1677), lo atribuye a un elefante o a un humano gigante. Pero también podía haberlo interpretado desde la tradición religiosa, como un resto del Diluvio, o la mitología. Esas interpretaciones no científicas son habituales hasta que la paleontología se desarrolla como ciencia a principios del XIX», indica el científico bilbaíno, que el año que viene publicará con su colega Nathalie Bardet el libro 'La renaissance des dinosaures'.
Un personaje clave en el nacimiento de la nueva ciencia es el naturalista francés Georges Cuvier (1769-1832). «Es el padre de la anatomía comparada, que estudia las semejanzas y diferencias entre las estructuras anatómicas de los organismos. Comparando unos restos descubiertos en Maastricht con los de lagartos actuales, identificó los fósiles como correspondientes a un gran lagarto marino extinto. Es un hecho fundacional de la paleontología: a partir de un estudio anatómico, se identifica un reptil marino extinto».
Los dinosaurios propiamente dichos entran en escena en la década de 1820, aunque todavía nadie los llama así. Basándose en unos dientes que le parecen similares a los de las iguanas, Mantell bautiza al iguanodon (diente de iguana). «Como eran dientes muy grandes, piensa que son de iguanas gigantescas. Eso se plasma en una reconstrucción esquelética del iguanodon, con un cuerno y una cola muy larga, que es la primera imagen de un dinosaurio», indica Pereda Suberbiola. En la década de 1830, se generaliza la idea de que en el pasado remoto hubo «lagartos muy grandes, enormes».
El canon de iguanas y lagartos gigantes dura muy poco en la paleontología. Hasta que en 1842 el biólogo inglés Richard Owen (1804-1892) propone reunir bajo la denominación de dinosaurios tres animales: el iguanodon, el megalosaurio y el 'Hylaeosaurus'. Además, apunta el investigador de la UPV/EHU, la imagen de los dinosaurios como lagartos no traspasa en esa época los límites del mundo científico, aunque en el cine perdurará hasta la segunda mitad del siglo XX en producciones como 'Viaje al centro de la Tierra' (1959) y 'Hace un millón de años' (1966), ambas con iguanas gigantes incluidas.
«Hay quien dice que la primera manifestación de la dinomanía son las esculturas del Crystal Palace, un parque del sur de Londres que abre sus puertas en 1854». A escala real, representan, entre otros animales extinguidos, a dinosaurios. Ya no son lagartoides con la patas echadas hacia afuera, sino que estas se proyectan verticalmente, según las directrices de Owen, responsable científico del proyecto. «Owen propone que los dinosaurios eran reptiles, pero con el aspecto de grandes mamíferos, como mastodontes o rinocerontes. Que tengan las patas debajo del cuerpo es muy importante porque es una de las señas de identidad del grupo que da origen a los dinosaurios», apunta Pereda Suberbiola.
La época de los dinosaurios bípedos que arrastran las colas empieza en 1858 con 'Hadrosaurus', del que se había encontrado años antes un esqueleto bastante completo en Nueva Jersey (EE UU). Tras comprobar que las extremidades delanteras son mucho más cortas que las traseras, el paleontólogo Joseph Leidy propone que es bípedo. «Otros descubrimientos llevan a los investigadores a concluir que al menos algunos grupos de dinosaurios eran bípedos. Así, mientras en los esqueletos casi completos de saurópodos se ve que esos grandes herbívoros son cuadrúpedos, en los de carnívoros está claro son bípedos. Entramos así en la época de los dinosaurios canguro, que tienen la columna verticalizada y la cola posada en el suelo, y algunos dicen que se desplazan a saltos».
A finales del siglo XIX y principios del XX, el artista estadounidense Charles Knight hace «recreaciones de dinosaurios carnívoros muy realistas, como una de dos terópodos peleando en la que se los ve ágiles y dinámicos, y otras, más siguiendo los cánones de la época, de grandes saurópodos que arrastran la cola». Los dinosaurios pesados y los canguroides se harán enormemente populares gracias a películas como 'El mundo perdido' (1925), basada en la novela homónima de Arthur Conan Doyle y que impresiona a los paleontólogos de la época, y 'Hace un millón de años' (1966), donde todavía aparece una amenazadora iguana gigante. Durante casi cien años, los dinosaurios son en el imaginario colectivo –el científico incluido– unos animales lentos y de movimientos torpes.
«Ese paradigma cambia dentro de la paleontología en los años 60 y 70 cuando se concluye que, como no podía ser de otro modo, eran unos animales bien adaptados a su medio. John Ostrom recupera y desarrolla la idea de Julian Henry Huxley de que las aves son dinosaurios, y su discípulo Robert Bakker propone que los dinosaurios eran animales de sangre caliente, con comportamiento social... Eso lo revoluciona todo», explica el investigador de la UPV/EHU. Cuando Michael Crichton se sienta a escribir 'Parque Jurásico' mezcla esa nueva visión científica de los dinosaurios y la teoría del caos.
Es la película homónima de Steven Spielberg de 1993 la que dispara la dinomanía. «Sus dinosaurios son alucinantes. 'Parque Jurásico' dio lugar a una nueva generación de paleontólogos, como Steve Brusatte, asesor científico de la nueva entrega de 'Jurassic World'. Brusatte vio 'Parque Jurásico' de niño y decidió ser paleontólogo». Todavía hoy, la imagen popular de los dinosaurios es la de los de Spielberg, animales gregarios que cuidan de sus crías y que, en el caso de los carnívoros, desarrollan estrategias de caza.
«'Parque Jurásico' es lo más realista que se ha hecho nunca. Son imágenes muy impactantes no sólo para el público, sino también para los científicos, que ven las nuevas ideas reflejadas en el cine», reconoce Pereda. Con algunas licencias, como la mirada 'inteligente', y aterradora, del velociraptor en la escena de la cocina, este científico vio en 1993 su objeto de estudio 'vivo' en la pantalla.
Desde el estreno de la película de Spielberg, los paleontólogos han descubierto que algunos dinosaurios tenían plumas. Sin embargo, esa nueva imagen no se ha trasladado al cine. «Jack Horner, el paleontólogo que ha sido asesor de varias películas de la saga, dice que con 'Parque Jurásico' crearon una imagen de marca: esto es un velociraptor, esto es un tiranosaurio... Si ahora le pones plumas al velociraptor, ya no es el de 'Parque Jurásico'», reconoce Pereda Suberbiola. Por eso la franquicia se resiste, de momento, al cambio.
Los expertos creen, a partir de la evidencia fósil, que había dinosaurios con plumas, como los velociraptores –que parecen en muchas recreaciones casi aves– y los tiranosaurios. «Un pequeño 'T. rex' podía tener plumas por todo el cuerpo, pero un adulto igual no las tenía o no por todo el cuerpo. Las plumas podían estar presentes en los terópodos y otros grupos de dinosaurios en distinta media. No todos las tendrían por todo el cuerpo como los raptores. Además, lo que hay que entender es que las plumas o protoplumas no surgieron conectadas al vuelo, sino con otras funciones, como la regulación de la temperatura, el camuflaje, el ritual de apareamiento...», apunta el científico de la UPV/EHU.
Más ciencia
66 millones de años después de la desaparición del tiranosaurio, el velociraptor, el triceratops, el iguanodonte y compañía, sus descendientes tienen plumas. Porque hay dinosaurios entre nosotros. «Existen unas 10.000 especies de aves, y son dinosaurios», recuerda Pereda Suberbiola.
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