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Si la carrera espacial fuera un combate de boxeo, Elon Musk sería el campeón imbatido que defiende su cinturón y sus rivales, los que se atreven a competir en el espacio con el hombre más rico del mundo. El contendiente de hoy era uno de ... los pocos que le pueden mirar cara a cara, Jeff Bezos, el fundador de Amazon y segundo hombre más adinerado del planeta. Según la lista Forbes, entre ambos acumulan más de 600.000 millones de dólares, 424.000 millones el primero y 237.000 millones el segundo. El resultado, como ha ocurrido desde que Musk pusiera la primera piedra de Space X el 14 de marzo de 2022, ha sido una victoria por K.O. Antes ya había derrotado a un gigante del sector aeroespacial como Boeing.
El New Glenn es un cohete gigante de 98 metros de altura y 7 metros de diámetro que aspira a competir en el espacio con los artilugios del propietario de X/Twitter. Es bastante más grande que el Falcon 9, que se queda en los 70 metros, pero más pequeño que la colosal Starship, que en su nueva versión se eleva hasta los 124 metros. Bautizado con el nombre de John Glenn, el primer astronauta norteamericano en órbita y uno de los más veteranos, debía despegar este lunes desde Cabo Cañaveral tras cuatro largos años de retrasos en su desarrollo. La ventana de lanzamiento se extendía desde las siete a las diez de la mañana. Sin embargo, los aplazamientos se fueron acumulando hasta que al filo de las 9.15 horas se confirmaron los malos pronósticos.
New Glenn’s inaugural mission is targeting January 13. Our three-hour launch window opens Monday at 1 a.m. EST (0600 UTC).
— Blue Origin (@blueorigin) January 12, 2025
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Un problema técnico obligaba a cancelar el que debía ser vuelo inaugural. «Hoy hemos cancelado el intento de lanzamiento para solucionar un problema en un subsistema del vehículo que nos llevará más allá de nuestra ventana de lanzamiento», explicaba en tuit Blue Origin, la empresa espacial de Bezos. A la espera de conocerse la fecha para una nueva tentativa -se habla de no menos de 48 horas por las condiciones meteorológicas en el área de Florida-, Musk ha vuelto a salir ganador sin ni siquiera subir al ring.
La rivalidad espacial entre ambos magnates se remonta a hace más de 20 años. Bezos lanzó el primer golpe al fundar Blue Origin el 8 de septiembre de 2000, año y medio antes de que Space X viera la luz. Desde entonces no ha habido color. Mientras Bezos ha lanzado en una veintena de ocasiones su pequeño cohete New Shepard, orientado al turismo espacial -incluso él mismo ha volado al espacio- y sigue sin poder poner en órbita su gran apuesta, Musk ha conseguido hacer de los lanzamientos espaciales algo rutinario. Lo demuestran los datos año tras año. Sin ir más lejos, en el que acaba de terminar, de los 258 cohetes lanzados al espacio, 134, el 52%, llevaron la firma de Space X. Solo esta manda a las estrellas casi el doble de naves que China y Rusia juntas.
El otro gran rival de Musk ha sido otro peso pesado, Boeing. La otrora reina de los cielos con sus enormes Boeing 747 intentó hacerle la competencia en los viajes a la Estación Espacial Internacional (ISS). Ambas compañías recibieron contratos de la Nasa cuando en 2014 Obama decidió poner punto y final a la dependencia de Moscú para alcanzar la plataforma en órbita tras la cancelación de los transbordadores espaciales. El gigante aeronáutico recibió 4.200 millones de dólares y Space X, 2.600. El objetivo, construir naves capaces de trasladar astronautas y carga a la ISS. Musk lo logró ya en 2020 y lo ha repetido en más de una decena de ocasiones. Boeing no fue capaz hasta julio del año pasado. Sin embargo, su lanzadera, la Starliner, ha resultado ser la nave de los mil y un problemas Los dos astronautas que transportó el pasado mes de junio todavía siguen en el espacio a la espera de regresar en la cápsula, cómo no, de Musk.
Esta ausencia de rivales ha convertido la carrera espacial -al menos, en el bando occidental, ya que China sigue con éxito su propio camino- en casi un monopolio del que se ha convertido en mano derecha de Donald Trump y azote de buena parte de los gobiernos europeos. Tan es así que la Nasa le ha encargado un plan para destruir la Estación Espacial Internacional -la idea es potenciar una de las naves utilizadas en la actualidad para arrastrar la infraestructura espacial y que se desintegre en la atmósfera- y baraja recurrir a su ayuda para traer a la Tierra las muestras que la agencia norteamericana ha recogido en Marte. A ello se le suma que el elegido por Trump para dirigir la Nasa es Jared Isaacman, otro millonario, astronauta y amigo de Musk.
En torno a las once de la noche de este miércoles está prevista la séptima prueba de vuelo de la mencionada Starship, el cohete más grande y potente jamás construido. Entre otras cosas se volverá a intentar coger al vuelo la parte propulsora, de 70 metros, gracias a la 'Mechazilla', una enorme garra robótica. Esta insólita maniobra se estrenó con éxito en el quinto vuelo, pero no pudo completarse en el sexto ante la mirada de Donald Trump, invitado al ensayo. Horas antes, poco después de las siete de la mañana, partirán dos sondas a la Luna. Lo harán a bordo de un mismo cohete. De Elon Musk.
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