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Han pasado casi 60 años desde que el cosmonauta ruso Alexei Leonov saliera por primera vez al exterior de una nave en el espacio. En aquellos históricos 12 minutos y 9 segundos, Leonov estuvo a punto de morir tras enredarse el cable que le ... mantenía unido a la Vosdoj 2 y al hincharse tanto su traje que no podía entrar en la cápsula. Hoy, signo de los tiempos y del impulso de las empresas privadas en la nueva carrera espacial, el millonario Jared Isaacman y la ingeniera Sarah Gillis han protagonizado la primera caminata espacial de carácter privado. «Desde aquí parece un mundo perfecto. Es precioso», ha dicho Isaacman.
En realidad podría decirse que más que caminar, se han asomado al exterior de la nave, ya que la EVA -siglas en inglés de Actividad Extravehicular- ha consistido en varios movimientos para comprobar la efectividad de los trajes durante diez minutos cada uno. El primero ha sido Isaacman. Una vez que ha regresado al interior, ha hecho lo mismo Gillis. Mientras tanto, los otros dos miembros de la tripulación, el piloto Kidd Poteet y la oficial médico Anna Menon, supervisaban todos sus movimientos.
Commander @rookisaacman conducting suit mobility tests while Dragon flies between Australia and Antarctica pic.twitter.com/yj3vFOTNzQ
— SpaceX (@SpaceX) September 12, 2024
Mission Specialist @Gillis_SarahE outside Dragon for the first commercial spacewalk pic.twitter.com/a47l0csJTw
— Polaris (@PolarisProgram) September 12, 2024
El momento más comprometido ha sido el de la despresurización. La Crew Dragon no dispone de una esclusa de aire en la que aislar a los astronautas antes de su salida al espacio, de forma que el resto de la nave permanezca aislado. Por ello, la cabina se despresuriza por completo cuando se abre la compuerta para que los pasajeros salgan al exterior. Para preparar este breve paseo, la nave se acercó a 700 kilómetros de la Tierra tras alcanzar el miércoles los 1.400 kilómetros. En ese proceso redujeron de forma segura la presión en el interior para que fuera similar a la requerida para la caminata espacial. La tripulación ensayó también la movilidad con los trajes que les deben proteger en el exterior y realizó una verificación final en busca de fugas.
Estos son precisamente una de las grandes novedades de la misión. Desarrollados por Space X, incorporan nuevos materiales y procesos de fabricación. El casco, por ejemplo, se ha pergeñado con una impresora 3D y cuenta con una visera para evitar el deslumbramiento durante la caminata. La indumentaria dispone también de sellos y válvulas adicionales para garantizar que permanezca presurizada durante la travesía. La misión servirá para comprobar su funcionamiento de cara a los próximos viajes a la Luna y, más adelante, a Marte. «El éxito de hoy representa un gran paso para la industria espacial comercial y el objetivo a largo plazo de la NASA de construir una economía espacial estadounidense vibrante», escribió Bill Nelson, administrador principal de la NASA, en redes sociales.
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Desde que el citado Leonov hiciera el primer paseo por las estrellas, esta arriesgada maniobra se ha realizado en más de 270 ocasiones, casi siempre destinadas a hacer experimentos, instalar nuevos equipos o realizar reparaciones. Sin ir más lejos, para construir la Estación Espacial Internacional (ISS) fueron necesarias casi mil horas de estos paseos por las estrellas. Se trata de maniobras complejas al tener que afrontar velocidades de 27.000 kilómetros por hora -la velocidad a la que orbita la ISS- y la exposición a la radiación.
No es el de esta caminata el único hito de la 'Polaris Dawn'. Como queda dicho, la cápsula alcanzó ayer los 1.400 kilómetros de altitud, una zona que no se alcanzaba con naves tripuladas desde 1972. Ese dato significa que se colocó tres veces por encima de la altura a la que se encuentra la Estación Espacial Internacional. La presencia de Sarah Gillis y Anna Mennon también es histórica, ya que nunca dos mujeres habían llegado tan lejos en el espacio. También lo es otro dato. Hasta 19 astronautas están en estos momentos en órbita: los cuatro de esta misión, 12 en la ISS -incluidos Butch Wilmore y Suni Williams, a los que la fallida Starliner ha dejado atrapados hasta febrero- y 3 en la estación espacial china.
En los miles de kilómetros realizados hasta ahora, la tripulación ha realizado varios experimentos para estudiar los efectos en el organismo de la radiación, mucho más elevada sin la protección de la atmósfera y el campo magnético terrestres. Se calcula que los cosmonautas que pasan seis meses en órbita se exponen a aproximadamente la misma cantidad de radiación que si se les hicieran 1.000 radiografías de tórax. En estas investigaciones se emplearán ultrasonidos para detectar las llamadas embolias gaseosas venosas (EGV) -ocurren cuando entran o se forman burbujas de gas en las arterias- y también abordarán el síndrome neuroocular asociado a los vuelos espaciales (SANS), una de las afecciones más graves en este tipo de misiones espaciales.
El vuelo servirá de campo de pruebas para el sistema de comunicación. Se probará un sistema de láser entre la nave y la red de satélites Starlink para ensayar el intercambio de datos a alta velocidad en futuras misiones. El proyecto tiene programadas dos misiones más, una a bordo de otra Crew Dragon y otra, en la Starship, el megacohete de Musk.
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