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«En este libro cuento cosas muy poco agradables de la Guardia Civil»

Lorenzo Silva

Escritor

«En este libro cuento cosas muy poco agradables de la Guardia Civil»

El escritor. Lorenzo Silva en la promoción. XLSemanal

En su nueva novela, Lorenzo Silva nos traslada al País Vasco, en los años más duros del terrorismo de ETA, desde un punto de vista que nadie había mostrado. Lo hace de la mano de Bevilacqua, su célebre guardia civil literario, y con información privilegiada. La comparte con ‘XLSemanal’ en esta charla.

Miércoles, 08 de Julio 2020

Tiempo de lectura: 12 min

Me ha costado media vida escribir esto», arranca Lorenzo Silva. Su nuevo libro, El mal de Corcira (Destino), llega el 16 de junio a las librerías y él parece sentirse liberado. Por primera vez en su carrera, su hijo literario, el guardia civil Rubén Bevilacqua, rememora su experiencia personal en la lucha antiterrorista contra ETA. Una catarsis que saca a la luz los episodios más crudos en la vida de este personaje creado hace 25 años y al que su creador, de 54, le ha dedicado ya diez novelas. Ninguna, quizá, tan relevante como esta. Además de relatar sus pasos iniciáticos en el cuerpo, es la primera ficción que muestra -en detallados flashbacks propiciados por una investigación criminal- las entrañas de la batalla policial contra aquella organización armada extinta hace dos años y responsable de 873 asesinatos. Su acceso privilegiado al cuerpo que pilotó la respuesta policial a ETA permite a Silva contar con pelos y señales las claves de un triunfo compartido con muchos otros ámbitos de la sociedad española. En esta entrevista, nos revela los intersticios de su nueva criatura, lanzada al mercado con la esperanza de, quién sabe, reactivar las ventas de libros en tiempos de coronavirus. Tiempos en que, como todos, Silva ha vivido confinado, pero con una privilegiada ventana abierta al mundo real: el de nuestros lectores, desde su cargo como ‘cartero’ de XLSemanal.


XLSemanal. El 7 de junio ha sido su cumpleaños. ¡Felicidades!

Lorenzo Silva. Sí, es verdad [se ríe]. Muchas gracias, Fernando.

XL. Bevilacqua tiene casi su edad.

L.S. Tiene tres más. Un caso de padre más joven que su hijo [se ríe].

XL. Lleva 25 años con él y sus lectores ya sabían que pasó por el País Vasco. ¿Por qué ha tardado tanto en contar su implicación en la lucha contra ETA?

L.S. Empecé a pensar en ello hace 20 años, pero siempre me retrajeron dos cosas. Primero: que la novela policiaca se sitúa siempre en el presente y la historia de ETA estaba sin acabar. Segundo: que con ETA activa se examinaría con lupa mi militancia, por si era tibio hacia un lado o hacia otro. Con ETA viva era más difícil ser independiente. Y, en tercer lugar: la Guardia Civil no soltaba prenda. Ni siquiera a mí. Y ahora me lo han contado con mucha generosidad.

«Hasta que no se derrotó a ETA, la Guardia Civil no soltaba prenda. Ni siquiera a mí. Y ahora me lo han contado todo con mucha generosidad»

XL. Se mete una y otra vez en la piel de un guardia civil, ha publicado un libro de historia sobre el cuerpo, es Guardia Civil Honorario… ¿No distorsiona esa cercanía su visión?

L.S. Pero si yo soy un killer [se ríe]. Como novelista, no me caso con nadie. También cuento cosas muy poco agradables sobre la Guardia Civil.

XL. Pero es probable que muchos lo vean como portavoz oficioso…

L.S. Yo no soy un propagandista de la Guardia Civil. Tengo un concepto magnífico de ella y de sus miembros, pero soy novelista y esa es mi lealtad primera.

XL. Antes de publicarlas, ¿le lee alguien del cuerpo las novelas?

L.S. No. No necesito su aprobación. Por encima de mi admiración a ellos está mi independencia. En mis novelas, de hecho, aparecen guardias corruptos, delincuentes; en esta, sin ir más lejos, algún torturador; la visión no es siempre encomiástica. Soy novelista y no silenciaré nada para dejarlos en buen lugar. Eso lo tengo clarísimo.

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Entramos en su despacho. Fan de Raymond Chandler, junto a sus obras completas, Silva reúne en su despacho fotos de sus héroes literarios. De arriba abajo. T. E. Lawrence -«Hay una tristeza impresionante en sus ojos. Murió meses después»-; Conrad, Stevenson y Kafka; Baudelaire, Proust y Rimbaud -«las tres compradas en París»-; y, más abajo, una caricatura de Onetti. «Es, para mí, el mejor escritor en español del siglo XX». A la izquierda de Silva, figuras de Buzz Lightyear, Woody y Sarge, de ‘Toy Story’, «tres de los mejores personajes de la ficción contemporánea», y «toda la obra de Walter Benjamin», autor al que hace constantes referencias en su nueva novela.

XL. ¿Qué mérito de la victoria contra el terrorismo atribuye a la Guardia Civil?

L.S. La derrota de ETA es un triunfo colectivo: de la ley y sus servidores, de la Administración de Justicia y de la propia sociedad española y vasca, donde hubo gente que se la jugó de una manera heroica. Dicho esto, y a riesgo de que parezca que pongo medallas, ¿quién desmanteló una y otra vez a la cúpula de ETA? Fue derrotada porque llegó un momento en que le cortaban la cabeza cada 20 días, sin tregua. Y eso lo hizo la Guardia Civil.

XL. Influyó también, entiendo, que la Guardía Civil de pronto pudiera desplegarse en Francia…

L.S. Así es, y al final operaban allí como si fuera España. Eso fue posible gracias a la detención en 1991 de Henri Parot, jefe de ETA y ciudadano francés. Fue un elemento clave para que Francia se mojara. Cuando la detención del último jefe de ETA en San Juan de Luz, en 2016, había allí cerca de 300 guardias civiles. Todos disfrazados, por supuesto.

XL. En la novela es casi emotivo el momento en que los guardias van a Francia por primera vez…

L.S. Claro, es que era un santuario para los terroristas. Cruzaban la raya y estaban a salvo. Y a la vista. Porque pegaban los tiros, ponían las bombas y se iban a un bar de Hendaya a celebrarlo.

«He hablado con agentes que recogieron en un cubo los trozos de dos compañeros suyos. No sus cadáveres. Los trozos…»

XL. Las torturas fueron el gran argumento de ETA para deslegitimar la lucha policial. ¿Ha tratado el tema con sus fuentes en la Guardia Civil?

L.S. Es el asunto del que más he hablado con ellos. Porque, sí, las hubo. Recuerda que un general de la Guardia Civil fue enviado a prisión. Hubo muchos casos en el País Vasco, donde estaban muy presionados. He hablado con agentes que, en menos de un mes, recogieron en un cubo los trozos de dos compañeros suyos. No sus cadáveres. Los trozos… Y a algunos les tiraron lavadoras o bombonas de butano desde los balcones. Y después enterraban a sus compañeros como si fueran leprosos; la viuda se quedaba en la calle, con una pensión ridícula… Es algo muy español. En otros países, si caes en defensa de tu sociedad, se te reconoce una dignidad. Aquí hubo un verdadero maltrato.

XL. Hombre, entiendo que el odio pudo ser una reacción natural, pero eso no puede justificar…

L.S. Claro, no es excusa, pero influye el contexto. Y pudo ser peor. En 1980, el año más sangriento de ETA con casi cien muertos, los guardias de un cuartel que acababan de ver a un compañero asesinado cogieron sus armas dispuestos a la venganza. Los paró en seco el sargento y nadie se enteró, pero imagina qué pudo pasar. Hubo gente que se dejó llevar por el odio, pero ahí están los casos que llegaron a los tribunales.

«En 1980, el año más sangriento de ETA, los guardias de un cuartel cogieron sus armas para vengarse. El sargento los paró en seco. Imagina lo que pudo pasar»

XL. Pero en España han seguido denunciando torturas Amnistía Internacional, Naciones Unidas o el Consejo de Europa; un informe del Instituto Vasco de Criminología señaló que en 60 años de ETA apenas se dictaron 20 condenas en firme por esa causa…

L.S. Es cierto, apenas hubo 20 condenas de un total de 5000 denuncias. Y no parece probable que fueran tan pocas. Pero, ¿quiere eso decir que las 5000 son verdad? No se puede dar credibilidad sistemáticamente a quien las denuncia. Un gran error del Estado español ha sido dejar la iniciativa a quienes las magnifican, que era la estrategia de ETA, como certificó un documento hallado por la policía francesa. Al tiempo que se señalaba a los comandos que la tortura ya no era una práctica sistemática, se les incitaba a denunciarlas. «La denuncia falsa de torturas va por buen camino», decía una información intervenida a un jefe. Muchas de las torturas que describen, se ajustan al manual de denuncia falsa que se les intervino.

XL. ¿Qué provocó que la tortura dejara de ser una opción?

L.S. Por un lado, la consolidación del Estado de derecho, donde un juez abre diligencias, pide identificar a quienes han estado con el detenido y puede procesarlos. Se establecieron protocolos -el forense te ve al entrar y varias veces durante la detención- para evitar excesos de entusiasmo’ en los interrogatorios.

XL. ¿El Estado de derecho ha acabado entonces con el maltrato?

L.S. A ver, a cualquiera pueden torturarlo, hoy, ahora -Guardia Civil, Policía, Ertzaintza, Mossos d’Esquadra o un agente municipal-, porque siempre hay algún animal que se propasa, pero no hay ninguna instrucción para hacerlo. Mira, conozco al interrogador número uno de la UCO y una vez le pregunté: «En una palabra, ¿cuál es el secreto para interrogar a un detenido?». Y me dijo: «Muy sencillo. Darle lo que más necesita: cariño» [se ríe]. Y esa es la segunda razón del cambio. La nueva generación de oficiales empezó a ver que la información es más eficaz que la tortura. Si manejas más que el detenido, lo tienes a tu merced.

XL. ¿La información fue la clave para derrotar a ETA?

L.S. Totalmente. Fue clave para llegar a la cúpula. Cayó tantas veces que, aunque la renovara, fue perdiendo calidad intelectual, estratégica y organizativa. La dirección de 1992 no tiene nada que ver con las posteriores. Y, más que a la financiación, se apuntó a la logística. En 2004, se hicieron, en una sola operación, con el 80 por ciento de su arsenal en 15 zulos. ¡Y eso fue una investigación de tres años!

XL. ETA, por otro lado, fue cruzando límites que la llevaron a perder apoyos. Matar a niños, por ejemplo.

L.S. Sí, ese fue otro de sus grandes errores. ¡Y culpaban a la Guardia Civil! «Usan a sus hijos como escudos humanos», decían. Pero cuando los etarras empujaron la furgoneta bomba al interior de la casa cuartel de Vic en 1991 vieron jugando en el patio a los niños a los que desmembraron.

XL. Su personaje opina sobre Cataluña, la extrema derecha, la agresión a guardias civiles en Alsasua, la dispersión… ¿Suscribe sus opiniones?

L.S. Bevilacqua no está a mi servicio para contar mis ideas, pero intento que su pensamiento esté dentro de lo que considero el sentido común. Ahora bien, respecto a Cataluña, por ejemplo, estoy, como él, a una distancia tan sideral del independentismo como de quienes pretenden que los catalanes sean españoles por cojones. Y ahora que ya no existe ETA, sin necesidad de ponerlos a todos en una misma cárcel para que se hagan con ella, la dispersión debería ir aliviándose.

XL. ¿Se ha cruzado con algún etarra que haya leído sus libros?

L.S. Sí, en un club de lectura en una cárcel, precisamente. Una mujer que había leído varias de Bevilacqua y decía: «Ya me jode, pero este tío me cae bien». Y repetía: «Ya me jode, ya me jode…». El funcionario se descojonaba y, al salir, me dijo: «Le jode porque es de ETA».

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El escritor en su casa de Illescas, Toledo, donde ha pasado el confinamiento por el coronavirus y ha escrito parte de su nueva novela, ‘El mal de Corcira’.

XL. Creo que quiere llevar todas estas historias a la tele. ¿Algo cerrado ya?

L.S. No, llevo dos años en ello, pero es un planteamiento que cuesta comprar. Por lo visto, es más difícil vender el terrorismo desde el punto de vista de la Guardia Civil que desde el de los etarras.

XL. ¿Se refiere a series como La línea invisible?

L.S. Sí, y me parece saludable que haya intentos por contar esa parte, pero esa serie está teñida de una indulgencia que no puedo compartir. Siempre se simpatiza más con el rebelde’ que con la autoridad, pero es que en aquella guerra la autoridad representaba la libertad y los derechos de los ciudadanos.

«La Guardia Civil recibe órdenes del Gobierno, pero también de los jueces. La separación de poderes funciona así y el ministro del Interior, que es juez, lo sabe»

XL. ¿Cree que en el ideario colectivo aún rodea a la Guardia Civil un aura franquista?

L.S. El entorno abertzale, desde luego, sigue muy interesado en promover un relato de la lucha antiterrorista como la de unos animales que torturaban a la gente. Y es verdad que fue un desastre durante tres décadas. Con Franco, cuando mataban a un guardia, como no tenían ni puta idea de quién había sido, detenían a 200 personas, les daban de hostias y tres confesaban. Eso, el estado de excepción y demás reforzó a ETA. Más tarde, en democracia, alguien’ tuvo la brillante’ idea de contratar a mercenarios, hacer operaciones encubiertas y matar a 30 personas. Otro regalo para ETA. Hasta que se empezó a ver que había que cambiar, aplicar la inteligencia y conocer bien al enemigo para ir siempre por delante.

XL. ¿Cuándo se produce ese clic?

L.S. Finales de los 80 y primeros 90, la época que recoge parte de El mal de Corcira. La Guardia Civil pasó de estar ciega a tener más información sobre ETA y su entorno que los propios etarras; eso fue un gran motor de modernización para el cuerpo. Porque ETA empezó a perder cuando se dejó de torturar y de hacer guerra sucia y, de pronto, había 300 agentes en Francia siguiendo día y noche a un montón de personas e integrando toda esa información con 400 analistas detrás. ¿Sabes lo que me dijo una comisaria del llamado FBI francés?: «Ya me gustaría que mi gente tuviera el nivel de lucha antiterrorista de la Guardia Civil».

XL. ¿Cómo se digirió en el cuerpo su implicación en la guerra sucia?

L.S. Hay quien te habla con cierta comprensión, pero se considera un error de forma unánime. La gran lección fue comprobar que usar los métodos del enemigo te coloca en su mismo nivel de insolvencia moral. Y que le da ventajas.

XL. ¿Qué papel jugó el 23-F en esa evolución de la Guardia Civil?

L.S. Pues le hizo un favor inmenso. Dejó para la historia esa imagen terrible de Tejero, pero lo que no sale en la foto son sus compañeros rodeando el Congreso a la orden de su director general pidiendo desde el primer momento que se rinda. Ese esperpento desactivó a los elementos reaccionarios que quedaban. Y hablamos de 1981, muy pronto en la Transición. Otros sectores del Estado, como la judicatura y las fuerzas de seguridad, no hicieron el viaje tan rápido ni tan bruscamente.

XL. Hace unos días, por cierto, volvió a la actualidad con la destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos. Al parecer, por no compartir información sobre una investigación que afecta al Gobierno. ¿Qué piensa?

L.S. Que fue un gravísimo error. Por lo que se ha dejado entender, fue destituido por no compartir con sus superiores unas diligencias secretas ordenadas a la policía judicial por una juez. Eso es absurdo. Esos agentes no investigan por orden de Pérez de los Cobos, sino de la juez; la misma, en este caso, que propuso procesar a Pablo Casado y, por cierto, con un auto nada infundado.

XL. ¿Hay algún problema entre el Gobierno y la Guardia Civil?

L.S. La Guardia Civil obedece órdenes de las autoridades gubernativas y de las judiciales, cada una en su ámbito. La separación de poderes funciona así y el ministro, que es juez, lo sabe. Recordemos que cuando la UCO detuvo a cinco alcaldes del PP por la Púnica, Rajoy se enteró por la prensa. Y no destituyó a nadie.

«En el confinamiento se triplicaron las cartas de los lectores y tenían más peso que nunca. Recuerdo la de un lector de 70 años titulada: ‘Aún somos'»

XL. Para terminar, quería saber, como ‘cartero’ de XLSemanal, ¿cómo han sido las cartas de los lectores confinados?

L.S. Lo primero, que se triplicó el volumen. Y fueron cartas con más peso que nunca, representativas de puntos de vista de la calle.

XL. ¿Me da ejemplos?

L.S. Una médica que pedía que, en lugar de aplaudirle, la tratáramos con respeto en su consulta. La de una persona de 70 años que tituló Aún somos. «Poco más o menos que se nos ha venido a decir que nos muramos», decía. Y otra de una chica de 15 años harta de mensajes destructivos: «Tengo la vida por delante y quiero tener esperanza».

XL. ¿Percibe descontento?

L.S. Las cuatro primeras semanas no, pero después comenzaron a llegar cartas de personas que veían comprometido su modo de vida. Luego hay quien protesta por ideología, que quiere cabalgar un tigre, pero la sensación es de que el Gobierno ha minusvalorado que el confinamiento y la crisis no nos afectan a todos por igual.

XL. Además, regaló a través de nuestra web una novela, Y te irás de aquí, firmada como Patricia Kal. ¿Mereció la pena?

L.S. Claro. Pensé que era un deber. Y la gente me lo ha agradecido. Además, propuse a quien lo leyera y le gustara que comprara otro, el que fuera, al abrirse las librerías, de parte de Patricia Kal. Y sé que muchos ya lo han hecho.


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