Mi jefe, Winston Churchill
«Si no hubiera sido por la guerra, Churchill hoy sería recordado como un político fracasado»
Lord Carrington
Ex Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido
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Mi jefe, Winston Churchill
Lord Carrington
Ex Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido
Domingo, 22 de Febrero 2015
Tiempo de lectura: 4 min
Peter Carington, Lord Carrington (sí, el título tiene una erre más que el apellido), fue el último miembro del gobierno de Churchill en fallecer y el último en poder hablar de su legado 'en primera persona'. Murió en 2018, a los 99 años. Fue también ministro de Exteriores de Margaret Thatcher entre 1979 y 1982, cargo del que dimitió cuando Argentina invadió las Malvinas. Y ocupó el cargo de secretario general de la OTAN y director del Winston Churchill Memorial Trust, una fundación para mantener vivo el recuerdo del estadista británico.
XL. Cuando le llegó el aviso de que Churchill lo buscaba, usted estaba cazando perdices en el campo.
L.C. Sí, estábamos a finales de octubre de 1951, un día después de las elecciones generales. Un hombre vino en bicicleta y me dijo que acababan de llamarme de Downing Street; que Winston Churchill quería hablar conmigo y que, por favor, fuera con él. Pensé que era una broma.
XL. Usted llevaba poco en la Cámara de los Lores.
L.C. Sí, de ahí la sorpresa. Pero me dije: «Bien, habrá que responder a esa llamada...» [ríe]. Hablé con el propio Churchill, y me ofreció el puesto más bajo en su nuevo gobierno: subsecretario en el Ministerio de Agricultura y Alimentación. A continuación, Churchill dijo: «Tengo entendido que le gusta cazar. A ver si un día salimos juntos de montería». Era un hombre con muchísimo encanto personal.
XL. Según explica, apenas había cruzado palabra con Churchill antes de ese día, pero para usted ya era una leyenda.
L.C. Durante la guerra, su figura era omnipresente. Uno tenía la sensación de conocerlo personalmente y, sin embargo, estamos hablando de un hombre que se encontraba muy por encima de todos los demás.
XL. No obstante, cuando usted empezaba su carrera política, había quien consideraba que Churchill estaba políticamente acabado.
L.C. Tuvo que sentirse hundido tras ser derrotado de forma tan contundente en las elecciones de 1945. Pero yo entiendo por qué los laboristas arrasaron: la opinión pública no se fiaba de los conservadores. Todos los que habíamos vivido la difícil década de los treinta y visto las impactantes manifestaciones contra la pobreza y el desempleo lo teníamos claro. En el Reino Unido había verdadera miseria.
XL. ¿Usted ya atisbaba la derrota?
L.C. Durante la guerra estuve al frente del escuadrón de un carro de combate, y me acuerdo de lo que mis hombres pensaban. Algunos de aquellos jóvenes se habían alistado sencillamente para comer. La mayor parte de ellos estaban en el paro antes de la guerra. Cuando llegaron las elecciones de 1945, ni uno solo de los miembros de mi escuadrón votó al partido conservador.
XL. ¿Cómo era Churchill en el trato personal?
L.C. Una vez al año almorzaba con los jefes del grupo parlamentario. Si estaba de buen humor, todo iba como la seda. Pero si no lo estaba, no hablaba. Recuerdo uno de esos almuerzos en el que no dijo ni una palabra. Estuvo así hasta que nos trajeron el postre; entonces, la parlamentaria laborista Bessie Braddock pasó por la puerta. Winston la miró y comentó: «La viva imagen del estreñimiento británico». La cosa le hizo tanta gracia a él mismo que recuperó el buen humor y se mostró muy animado toda la sobremesa.
XL. A usted le caía bien...
L.C. Yo lo tenía en un pedestal, pero de no haber sido por la guerra mundial el recuerdo de Churchill hoy sería muy distinto. Sería injusto, pero sería recordado como un político fracasado. La decisión para que la libra se ajustase al patrón oro, la campaña de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial, su poco meditada lealtad al duque de Windsor… Todos los británicos querían que Eduardo VIII abdicara, pero para Churchill seguía siendo el rey, y eso era lo único que contaba.
XL. ¿Qué opina de comentarios recientes que tachan a Churchill de dictador?
L.C. Era una persona dominante, pero no un dictador. De hecho, era un demócrata convencido. Cuando uno piensa en lo que tuvo que suponer para él la derrota electoral en 1945, después de haber ganado la guerra, de pasar por tantas cosas, que los votantes le dieran la espalda… Se sintió muy herido, aunque en ningún momento pensó que el pueblo no tuviera derecho a hacer algo así.
XL. Aquella derrota y las penurias pasadas por los británicos hicieron que usted y otros políticos abrazaran lo que usted describe como un conservadurismo «compasivo»...
L.C. Está claro que bastante más compasivo que el conservadurismo que vino después.
XL. ¿A qué se refiere?
L.C. Bueno, es evidente que Margaret Thatcher no era una persona particularmente compasiva [ríe].
XL. Pero usted formó parte del gabinete de Thatcher durante tres años.
L.C. Thatcher era una mujer excepcional en muchos sentidos, pero la justicia social no era una de sus prioridades, por así decirlo.