Pilar Ibáñez-Martín En casa de la viuda de Calvo-Sotelo «Sin Leopldo, nada es lo mismo»
Con motivo de la publicación del libro de poemas del expresidente Leopoldo Calvo-Sotelo, su viuda nos recibe en su casa de Madrid. Entre fotos y recuerdos, nos traza el retrato íntimo de un hombre entrañable, muy distinto al que ha dibujado la historia.
La casa de Leopoldo Calvo-Sotelo y su mujer, Pilar Ibáñez-Martín, en la madrileña urbanización de Somosaguas no ha cambiado mucho desde que el cabeza de familia, padre de ocho hijos y expresidente del Gobierno en 1981-1982, falleciera hace casi tres lustros. El chalé que construyó el arquitecto Miguel Fisac sigue albergando la biblioteca de casi doce mil volúmenes, el chéster frente a la chimenea, la butaca donde Calvo-Sotelo leía «sin parar», su piano y el despacho que «nunca pisó», pues prefería trabajar en medio del bullicio familiar. Ese bullicio permanece inalterado, pero ahora a los hijos y nietos se suma la nueva incorporación a la familia, Mariana, la primera bisnieta, de 1 año.
Pilar Ibáñez-Martín, de 91 años, ha abierto las puertas a XLSemanal con motivo de la publicación del libro de poesías de Calvo-Sotelo. Fue José María, hijo número seis, licenciado en Físicas y soltero, quien se encargó de recopilar los poemas. Entre él y su hermano Pedro editaron el libro «sin dejar ningún verso fuera, incluso los más controvertidos». Porque el político español fue mucho más que el presidente más efímero de la democracia. Los versos del libro dan cuenta de su faceta más íntima, la de un hombre tremendamente familiar que igual escribía pensando en su mujer y sus hijos que le dedicaba versos a otros políticos o a amigos como Camilo José Cela.
XLSemanal. ¿Está contenta de que se haya publicado este libro?
Pilar Ibáñez-Martín. Estoy contenta, pero me ha removido releer algunos poemas. Son cosas que están ahí, en el fondo del mar. El libro rompe el tópico de Leopoldo como alguien distinto y distante. Me gustaba mucho cómo escribía porque tenía mucha gracia y una ironía que le hacía brillante. Tenía un enorme sentido del humor.
«Leopoldo tenía un enorme sentido del humor. Era un conversador punzante y divertido. Allá donde estaba, ponía el mingo»
XL. ¿Se reía mucho con él?
P.I.M. Mucho. Decimos que es humor inglés, pero en el fondo es humor fino gallego. Leopoldo no era serio, aunque lo pareciese. Más bien, era de esos tímidos vencidos. Como comensal, por ejemplo, era el rey; divertido, muy punzante. Allá, donde estaba, ponía el mingo.
XL. Decían que usted era la más alegre del matrimonio. Probablemente, también el sustento emocional de Leopoldo.
P.I.M. Lo primero que hacía Leopoldo cuando entraba en casa era gritar: «¡Pilar, Pilar!».
XL. Usted estudió Filosofía y Letras en una época en que pocas mujeres iban a la universidad.
P.I.M. De mi clase en el colegio de la Asunción de Madrid fui la única en ir a la facultad. La gente pensaba que me gustaba estudiar porque mi padre había sido ministro de Educación, pero mi padre no se metía en la vida de sus hijos.
XL. A usted le gustaba la Historia del Arte. ¿Y a Leopoldo?
P.I.M. Lo que le gustaba a Leopoldo era la música. Los cuadros los aguantaba con resignación cristiana [risas].
XL. Ustedes se conocieron en los conciertos de música clásica del Teatro Español y del Palacio de la Música, en Madrid.
P.I.M. Sí. Yo iba con mis amigas al palco de mis padres porque ellos lo usaban poco. Leopoldo estaba en otro, enfrente, y siempre lo veía. Me parecía muy alto, muy flaco y muy melancólico. Pero empezamos a salir más tarde.
XL. Cuente, por favor.
P.I.M. Hubo una huelga de ingenieros que Leopoldo lideró. Querían ver al ministro de Educación y mi padre recibió a Leopoldo en casa. Estuvieron mucho tiempo reunidos y mi madre, harta, me pidió que subiera al despacho para ver si podíamos cenar de una vez. Mi padre nos presentó. Al día siguiente, me mandó unas flores. Los dos estábamos en la carrera. Estuvimos tres años de novios.
XL. Enseguida tuvieron hijos, aunque perdieron a los tres primeros al poco de nacer.
P.I.M. Sí, no se lo cuento porque es muy triste. Pero se arregló y tuvimos ocho hijos más [muestra la pulsera que lleva con el nombre de todos]. Las fotos de entonces son de risa porque siempre estaba embarazada.
XL. Leopoldo estuvo 25 años dedicado a la industria antes de entrar en política. Incluso fue presidente de Renfe.
P.I.M. Tenía locura por los trenes. Lo sabía todo. Su padre lo llevaba siempre en tren a El Escorial y tenía obsesión por los trenes. ¡A mí me espantan!
XL. En 1975, el Rey lo llama a su primer Gobierno, presidido por Carlos Arias.
P.I.M. Leopoldo cuenta en sus memorias que recibió muy pronto el 'virus' de la política. Perteneció a todos los gobiernos de la Transición que presidió Adolfo Suárez. Como ministro de Comercio, Obras Públicas y para las Relaciones con las Comunidades Europeas.
«Nadie quería entrar en la OTAN. Leopoldo tuvo una lucha con todos. Pensaba que era imprescindible abrir España al exterior»
XL. ¿Fue este último ministerio, como 'Mister Europa', el que usted recuerda como más importante?
P.I.M. Fue la época más feliz de Leopoldo en política. Creó un grupo de gente muy buena, de todas las ideologías, pero unido en la tarea de meter a España en la Comunidad Europea. Por eso se llevó un gran disgusto cuando Suárez se enfada con Abril Martorell y le pidió irse con él de vicepresidente económico. Creo que fue el mayor disgusto que se llevó en política.
XL. ¿Cómo definiría la relación entre Leopoldo y Adolfo Suárez?
P.I.M. Eran amigos de verdad, pero muy distintos. Adolfo le decía que su única afición era la política, mientras que Leopoldo tenía la vela, la música, su familia. Y Leopoldo contestaba que todo eso era verdad, pero que él era mucho más simpático que él. Adolfo era un encantador de serpientes.
XL. Un periodo único el que vivieron juntos.
P.I.M. La Transición fue un momento mágico, irrepetible. No es que Adolfo y Leopoldo fuesen personas fantásticas, es que lo eran todos. Había gente absolutamente extraordinaria en política.
XL. ¿Qué diferencia ve con los políticos de ahora?
P.I.M. Lo fundamental es que todos dejaron lo suyo para irse a la política. De los doce ministros, todos habían renunciado a ganar más dinero para recibir la monda que ganábamos como ministros. Era otro mundo. Ahora no hay nadie que sea importante. Aunque hay gente profesional, desde luego.
XL. ¿Hay algún político de hoy que le parezca 'importante'?
P.I.M. Es una pregunta un poco difícil… Juanma Moreno tiene la empatía que es tan importante sin tener un currículum brillante. Feijóo, en cambio, no la tiene, pero es un hombre serio y me encantaría que fuera presidente.
XL. Suárez, al dimitir, propone a Leopoldo para que lo suceda en la Presidencia. ¿Cómo vive esa etapa tan pública de Leopoldo?
P.I.M. Con naturalidad. Leopoldo comía en casa muchos días. Era una persona casera. Hacíamos una vida normal. Nunca cambiamos de vida.
XL. Tanto que en un principio no quisieron mudarse a la Moncloa.
P.I.M. Equivocadamente, Leopoldo pensó que no vivíamos tan lejos y que podía salir de casa por la mañana y volver por la noche. Se montó un trajín de seguridad espantoso y nos dimos cuenta de que no tenía sentido y nos mudamos a la Moncloa dos semanas después de su investidura.
XL. Durante la segunda votación de su investidura se produce el golpe de Estado. ¿Qué recuerda?
P.I.M. Tenía buen temple para vivir los momentos de crisis. Recuerdo la noche en vela del golpe de Estado en casa recibiendo a gente hasta la madrugada y escuchando la radio. Yo no paraba de hacer tortillas francesas.
XL. ¿Leopoldo consultaba sus decisiones con usted antes?
P.I.M. Leopoldo lo compartía absolutamente todo conmigo, pero mi intención no era influir en sus decisiones, sino ser su apoyo.
XL. ¿Cuál era su refugio en los momentos difíciles?
P.I.M. Le hicimos un despacho al lado del salón, pero no lo pisó. Leía sin parar en una butaca. Y con todo el follón de los niños alrededor.
XL. Era un gran lector.
P.I.M. Sacaba siempre el tiempo para leer. Viajando, en los aviones, trenes… Menos en los coches, porque nunca quiso chófer. Le encantaba conducir. Todos los libros de esta casa están comprados por él en Nueva York, París, Roma…
«La Transición fue un momento irrepetible. No es que Adolfo y Leopoldo fueran fantásticos, es que lo eran todos»
XL. ¿Leopoldo nunca se dejó seducir por el brillo del poder?
P.I.M. Era un hombre de empresa y lo que le importaba es que veía a España fuera de caché, fuera del mundo y pensaba que era imprescindible abrir el país al exterior. Por eso le parecía tan importante entrar en la OTAN y en la Comunidad Europea.
XL. Pocos apostaban por la OTAN. Ni González ni Fraga.
P.I.M. Nadie. Leopoldo tuvo una lucha con todos porque nadie quería entrar. [Muestra, con orgullo, la foto de su marido con Margaret Thatcher y Ronald Reagan el día del ingreso en la OTAN]. Para él, lo más importante fue entrar en la OTAN y el juicio de los militares golpistas.
Aparece Leopoldo, el mayor de sus ocho hijos, letrado del Consejo de Estado y cita el libro recién editado por el Ministerio de Defensa sobre el 40.º aniversario de la entrada de España en la OTAN. Pilar le contesta: «No les agradezco nada porque ni citan a tu padre». Y replica su hijo Leopoldo: «Lo citan. A pie de página, pero lo citan».
XL. ¿Tiene la sensación de que a Leopoldo 'se le salta', que se pasa de Suárez a Felipe González?
P.I.M. Absolutamente. Pasa el tiempo, era 1981… Estas cosas hay que aceptarlas, pero molestan.
XL. Sin embargo, el Rey lo mencionó en el discurso de la cena de gala durante la Cumbre de la OTAN. ¿Cómo ve la evolución que ha tenido el Rey emérito? ¿Eran los dos muy monárquicos?
P.I.M. Sí, lo citó. Me da pena lo que está pasando con el Rey [emérito] porque tristemente ha cometido innecesarias equivocaciones, pero no hay que olvidarse de las cosas tan trascendentales que hizo por España. Yo no era tan monárquica como Leopoldo. Él no era falangista y había que tener una manera de ir en contra del franquismo y la forma de los monárquicos fue esa: apoyar que volviese la monarquía parlamentaria.
XL. ¿De qué se siente más orgullosa?
P.I.M. No sé. Yo lo que echo mucho de menos es a Leopoldo. Sigo con mi casa, mis hijos, pero ya nada es lo mismo. Era demasiado importante para mí [lo dice con la voz rota]. Éramos muy diferentes, pero nos llevábamos muy bien.
XL. ¿Cuáles son los recuerdos que tiene más presentes con Leopoldo?
P.I.M. Sobre todo, los viajes. Era tan divertido viajar con él. Siempre decía que, en el fondo, lo que le hubiera gustado era ser profesional de una agencia de viajes. Preparaba los viajes muy minuciosamente.
XL. ¿Le gusta el mundo que ve?
P.I.M. Me da un poco igual. Estoy con sensación de espectadora. Tengo un teléfono móvil y hay un chat familiar, que no sigo. Se enfadan conmigo porque dicen que no me importa la familia. Claro que me importa, pero no me apetece.
XL. ¿Qué le hace ilusión ahora?
P.I.M. Nada me hace mucha ilusión. Quizá ir a la biblioteca y repasar los subrayados de Leopoldo.
Así escribía Calvo-Sotelo
MI POEMA PREFERIDO
Mi poema preferido es el que habla de mí cuando estuvo ingresado en el hospital de la Luz después de una operación digestiva. Tuvo una crisis importante de salud y se pudo morir. Le quitaron un trozo de intestino y fue una operación dura. Nos quedamos un mes en la Luz y, al día siguiente de la intervención, Leopoldo le dijo a la enfermera que nosotros éramos como los Reyes Católicos y le pidió que pusieran una cama al lado de la suya para mí.
En pobre homenaje
A mi compañera
que, además de madre
y esposa perfectas,
es también ahora,
para mí, enfermera.
Con su blusa roja
y su falda vieja,
sin peluquería,
sin pintar apenas
–sencillez antigua
de imagen moderna–,
siempre sonriente
y siempre ligera,
su silencio activo
mi descanso vela,
su palabra dulce
mi vigilia alienta,
su caricia leve
limpia mi tristeza.
Yo estoy derretido
y no puedo verla
sin llorar un poco
por dentro y por fuera.
-
1 ¿Cómo han convertido las adolescentes la medicina estética en algo tan habitual como ir a la peluquería?
-
2 Tres propuestas para que tu dieta antiinflamatoria sea, además de saludable, sabrosa
-
3 Pódcast | Drogas, abortos, abusos... el dolor de Maria Callas en el rostro de Angelina Jolie
-
4 Cada vez más cerca del otro planeta 'habitado': así trabaja el telescopio Tess
-
5 Elogio de la mediocridad: asúmelo, no todos podemos triunfar