Ni consumían drogas ni tenían problemas mentales La clave oculta de la terrible violencia de los vikingos
Los expertos llevan siglos indagando sobre los motivos de la terrible violencia de los sanguinarios guerreros berserker. ¿Consumían hongos? ¿Padecían patologías mentales? Ahora hay una nueva respuesta: el culto a Odín.
Mordían sus escudos y eran fuertes como osos o bueyes salvajes. Mataban a la gente y ni el fuego ni el hierro los podían vencer», escribió Snorri Sturluson (1179-1241), el autor islandés que dio forma a las más conocidas sagas de la mitología nórdica.
Los historiadores están de acuerdo en que los berserker sembraban la muerte en los campos de batalla como integrantes de los ejércitos vikingos. Sobre cómo se explica su fuerza sobrehumana hay menos unanimidad.
El psicólogo e historiador de la medicina Max Cooper ha sorprendido con una nueva interpretación. En un artículo en la revista History of Psychiatry plantea que los berserker fueron precursores de los yihadistas de hoy en día, la única diferencia es que ellos no adoraban a Alá, sino al dios nórdico Odín.
Responde así a una de las cuestiones que más quebraderos de cabeza provocan a los investigadores: el estado casi demente en el que estos guerreros entraban en combate.
Un erudito del siglo XVIII atribuyó su furia al consumo de un hongo alucinógeno
Algunos relatos antiguos cuentan que arrojaban espuma por la boca y aullaban como fieras salvajes. Samuel Ödmann –un erudito sueco del siglo XVIII– creyó haber descubierto el secreto de ese furor asesino: el consumo de Amanita muscaria, un hongo alucinógeno. Esta teoría ahora se considera poco plausible.
«Los berserker tenían fama de ser unos guerreros muy diestros», escribe Cooper. Y el consumo de estos hongos no provoca una agresividad desatada, sino más bien un estado de «embriaguez incapacitante».
¿Es posible que los berserker fueran unos psicópatas? El problema con esta teoría es que la psicopatía no es un cuadro médico que se pueda activar y desactivar a voluntad. En el caso de los berserker, el estado de furor homicida solo abarcaba la duración del combate. «Después de haber dado rienda suelta a su rabia, eran frágiles como niños pequeños», cuenta Cooper.
Hay similitudes entre los episodios disociativos de personas psicóticas y el estado de confusión mental en el que entraban los berserker
La psicología contempla un trastorno más afín: la figura del trastorno de identidad disociativo. La personalidad de los afectados se fragmenta en diferentes identidades, que se adueñan de forma temporal del cuerpo.
A pesar de ello, el investigador no termina de encontrar convincente la hipótesis porque el trastorno conlleva una incapacidad paralizante.
Así que Cooper opta por otra teoría: lo que hacían era llevar a su extremo la fe religiosa de las sociedades escandinavas. «La religión era el opio de aquella jauría de guerreros», sentencia el doctor Cooper.
Efectivamente, admite Cooper, hay «paralelismos interesantes» entre lo que los psiquiatras observan durante los episodios disociativos de personas psicóticas y el estado de confusión mental en el que entraban los berserker.
El psicólogo e historiador de la medicina Max Cooper plantea que los berserker fueron precursores de los yihadistas de hoy. La única diferencia es que en lugar de adorar a Alá, adoraban al dios nórdico Odín
Igual que los yihadistas
No temían a la muerte porque, según la mitología nórdica, «Odín acoge a todos aquellos que caen en combate». Por eso, los compara con los actuales yihadistas.
Con la consolidación del cristianismo en Escandinavia en torno al año 1000, los berserker desaparecieron de los campos de batalla como si nunca hubiesen existido
El asesino poeta
LA SAGA DE EGIL
Egil Skallagrimsson, que vivió en torno a 910, es un ejemplo de cómo el furor berserker se transmitía de generación en generación. Su personaje inspiró una de las sagas islandesas más famosas. Uno de los abuelos de Egil, Kveld-Úlfur, de fuerza descomunal, sembraba el terror cubierto con una piel de lobo. Su padre, por su parte, entraba en tales trances de furia incontrolada que incluso quiso matar a su hijo.
MELANCOLÍA E IRA
El propio Egil cometió su primer asesinato con solo seis años, cuando, furioso por haber perdido en un juego de pelota, golpeó con su hacha a un chico. Más tarde le rompería el cuello de un mordisco a un contrincante. Lo que no impedía que Egil fuese un sensible poeta.
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