Entrar a una habitación y que tu móvil (o tu coche) empiece a cargarse. Esto es lo que ha conseguido un equipo de ingenieros en Japón. Es el último gran paso hacia un mundo sin cables. La idea, lanzada por Nicolas Tesla hace más de un siglo, lleva camino de hacerse realidad.
Ni enchufes ni baterías. En esta habitación, los móviles se recargan solos. Incluso dentro del bolso, mochila o bolsillo del pantalón. Tan pronto como uno entra por la puerta el smartphone o el portátil comienzan a cargarse de forma totalmente autónoma. «Se trata de un
Ni enchufes ni baterías. En esta habitación, los móviles se recargan solos. Incluso dentro del bolso, mochila o bolsillo del pantalón. Tan pronto como uno entra por la puerta el smartphone o el portátil comienzan a cargarse de forma totalmente autónoma. «Se trata de un sistema que permite una transferencia de energía inalámbrica segura y de alta potencia», explica Takuya Sasatani, profesor de Ingeniería en la Universidad de Tokio al frente del proyecto, publicado recientemente en la revista Nature Electronics. Lo hace creando un campo magnético que ocupa todo el espacio de la estancia, incluso las esquinas.
La habitación creada por Sasatani y su equipo se basa en el mismo mecanismo que los cargadores de teléfonos inalámbricos de corto alcance: una bobina de metal que, colocada en un campo magnético, produce una corriente eléctrica. Es una tecnología que incorporan cada vez más aparatos. Todos ellos, sin embargo, requieren de una plataforma conectada a una toma de corriente sobre la cual apoyar o acercar el dispositivo en cuestión. Si se aleja de la base más de la cuenta o se interpone una funda demasiado gruesa entre cargador y receptor la transferencia de electricidad se debilita o, directamente, se interrumpe. La diferencia es que, con el nuevo invento, el campo magnético se extiende por todo el espacio y cualquier dispositivo capaz de detectarlo puede acceder a él sin restricciones.
Es, por lo tanto, un paso de gigante en el desarrollo de la energía inalámbrica. Ese camino que Nikola Tesla inició hace ya más de un siglo, cuando soñó con un sistema que, eventualmente, pudiera conducir «energía eléctrica a cualquier distancia sin el uso de cables». El célebre inventor e ingeniero, cuyas aportaciones fueron clave para el surgimiento de la Segunda Revolución Industrial, construyó incluso una torre, fallida, para tal fin. Nada que difuminara, en todo caso, su visión «Antes de que pasen muchas generaciones –señaló a principios del siglo XX–, nuestras máquinas serán impulsadas por energía obtenida en cualquier punto del universo».
El campo magnético producido entrega 50 vatios de potencia por toda la sala y carga todos los dispositivos a su alcance equipados con un receptor
La visión de Tesla aún suena quimérica, pero avances como el del equipo de Sasatani hacen que suene cada vez menos utópica. Así, al menos, ha sido recibida la publicación entre la comunidad científica. «La idea de una habitación donde distintos dispositivos puedan recibir energía es realmente excitante», subraya en ese sentido Joshua Smith, profesor de Ciencias de la Computación e Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Washington.
El campo magnético producido por la sala de Sasatani y su equipo, de 18 metros cúbicos y rodeada de paneles de aluminio conductores con un poste de metal en el medio, es capaz de entregar 50 vatios de potencia en toda la habitación y cargar todos los dispositivos equipados con una bobina receptora que estén en la misma. «Nuestro sistema –matiza en todo caso, el investigador– puede entregar potencialmente algunas decenas de vatios más».
El invento suena a música celestial para los gurús tecnológicos, pero la transferencia de energía de modo inalámbrico conlleva, sin embargo, serios peligros para nuestra integridad física. El problema es que al crear ese campo magnético con ayuda de paredes metálicas la habitación se llena también de ondas eléctricas y no solo magnéticas. Y estos campos eléctricos pueden producir calor en los tejidos biológicos y representar un grave peligro. Para reducir esa exposición, la estancia incorpora condensadores en las paredes que almacenan esa energía dañina. De ese modo, explica el jefe del equipo, se «confinan las partes peligrosas dentro de todos los componentes incrustados en las paredes mientras que los campos magnéticos seguros quedan dentro de la habitación».
Según sus comprobaciones, la absorción de energía por parte de una persona en la sala se mantiene muy por debajo de los límites aceptables, fijados por autoridades como la Comisión Federal de Comunicaciones o el Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos de Estados Unidos. «No estamos diciendo que esta tecnología sea segura; todavía estamos investigando –señala Alanson Sample, profesor asociado en el departamento de ingeniería eléctrica y ciencias de la computación de la Universidad de Michigan y coautor del estudio–. Hay que bajar mucho más ese umbral de energía para cargar un dispositivo en una habitación sin preocuparse por esos problemas de seguridad, pero nuestros resultados nos dan confianza».
En 2008 se creó el Wireless Power Consortium, un consorcio internacional con más de 600 empresas que promueve el desarrollo de la transmisión inalámbrica de energía
Al margen de la seguridad, la aplicación del hallazgo presenta dificultades prácticas. Por un lado, cargar dispositivos de forma inalámbrica es más caro y menos eficiente. Según diversos estudios consume casi un 50% más de energía que al usar un cable. Por otro lado, construir habitaciones con láminas de aluminio en las paredes no tiene sentido. Sample y Sasatani quieren investigar ahora si el fenómeno podría funcionar en habitaciones normales con paredes revestidas de material conductor o si es factible diseñar muros con capas conductoras en su interior para crear salas de carga inalámbrica que cumplan con los estándares de construcción de edificios. Aún es pronto, dicen, pero los investigadores ya imaginan un futuro con salas –como un quirófano– donde sensores, robots e implantes funcionen sin que los humanos deban preocuparse por conectarlos a la red. Como un garaje donde los coches eléctricos inicien su recarga nada más entrar u hogares y oficinas donde todo se cargue de forma inalámbrica.
Es un camino, el que nos lleva hacia un mundo sin cables, por el que transitan ya muchas empresas por todo el mundo. Existe, incluso, un consorcio internacional dedicado a diseñar estrategias de desarrollo industrial en este campo (el Wireless Power Consortium, creado en 2008 y con sede en Nueva Jersey), que reúne a más de 600 empresas. Se exploran posibilidades para transmitir energía inalámbrica a través de electromagnetismo, láseres u ondas sonoras; mecanismos de carga de campo corto o lejano, pero, subraya el profesor Alanson Sample, «no existe una tecnología que le brinde diez vatios de potencia en cualquier lugar de un espacio». Excepto la suya.
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