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FELIP ARIZA
Los secretos del polígrafo

Los secretos del polígrafo

¿Es la auténtica máquina de la verdad? Peritos, jueces y abogados nos cuentan cómo funciona, cuándo se usa y cuánto cuesta

Sábado, 16 de abril 2022, 19:14

Le juro que yo no he sido. No he hecho nada. Le estoy diciendo la verdad». El acusado mira a su abogado con desesperación. Está en el despacho contando en qué le han implicado. Aún no se lo cree. «Si quiere, hago hasta el polígrafo para demostrarlo». Esta conversación no es real, pero podría serlo.

«Ese acusado ha visto muchas películas», podría pensar usted. Pero lo cierto es que el polígrafo no es solo ese instrumento de películas de espías del KGB, asesinatos en pueblos recónditos de Arkansas y programas de televisión. Es un aparato que también se usa en la Justicia. Incluso en la española.

«Hay tres casos muy famosos», detalla el abogado penalista Raúl Ochoa. Miguel Carcaño, el asesino de Marta del Castillo, aceptó someterse a un test de la verdad en febrero de 2014. También Antonio Losilla, acusado de matar a su mujer en Ricla, Zaragoza, en 2011. Y el exmiembro del GRAPO Fernando Silva Sande, responsable de la desaparición en 1995 de Publio Cordón. En los tres casos, la prueba se hizo «con la finalidad de averiguar dónde estaban los cuerpos». Pese a estos precedentes, «muy pocos letrados la solicitan por escrito», advierte el abogado.

La razón no es su efectividad, sino su encaje legal. «Es muy controvertido porque puede ir contra los derechos del acusado», explica el letrado. Derechos de los llamados, por cierto, «fundamentales», puntualiza el juez instructor Juan Carlos Mediavilla. El acusado de un delito tiene derecho a no declarar si no quiere y, sobre todo, a no hacerlo contra sí mismo. Además,«no se puede hacer cualquier cosa para que diga la verdad». Solo si él lo solicita y firma un consentimiento previo podría ser sometido al polígrafo.

Ese es el primer escollo. Pero, aunque se supere, aún quedan más. Para empezar, solo se puede considerar como «prueba pericial» y su función es aclarar dudas o afianzar la credibilidad de quien lo solicita, detalla Julián García Marcos, magistrado en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa.

Por eso, es también muy importante cómo se realiza la prueba. Debe hacerla un especialista en neurofisiología, que será el encargado de analizar los resultados y elaborar el informe que luego se presente ante el juez. Pero este documento en ningún caso habla de inocentes o culpables. Solo hay tres resultados: si el sujeto ha superado la prueba, si no lo ha hecho o si el resultado es inconcluyente.

Infidelidades y dopaje

Después, es el magistrado del caso el que tendrá la última palabra. «En nuestro sistema es esta figura la encargada de valorar las pruebas en el juicio», precisa García Marcos. De ahí que su alcance probatorio sea limitado. Y que su uso se circunscriba a ciertos casos relacionados «con la libertad sexual y la violencia doméstica», en los que hay pocas pruebas directas, o en algunos relacionados con el patrimonio.

Pero el polígrafo es más que una prueba que se puede aportar en un proceso legal. También tiene aplicaciones fuera de este ámbito. Por ejemplo, en el laboral. «Hace apenas un mes acabé un proceso encargado por un empresario ruso que pidió pasar las pruebas a varios de sus empleados», ejemplifica José Antonio Landa. Él es un pionero en el uso de esta herramienta en España. Su primera experiencia, por cierto, fue como 'cliente'. «Fui interrogado por dos exmiembros del Mossad (el servicio de inteligencia de Israel) en una suite del hotel Fénix de Madrid, entonces perteneciente a la cadena hotelera del magnate judío Marc Rich, para quien acabaría trabajando como jefe de seguridad», recuerda.

Landa también jugó un papel importante para acercar su uso a la televisión de la mano de 'La máquina de la verdad', el programa que presentaba Julián Lago en los 90. Aunque se distancia de lo que se hace ahora. «Entre ese programa y el 'Polideluxe' hay un abismo», advierte. No hay que dejarse llevar, por tanto, por lo que vemos en la pequeña pantalla.

«El polígrafo se usa en España desde finales de los 80. Cada año, en Poligrafo.com relizamos miles de evaluaciones», explica. La mayoría relacionadas con el entorno privado: «Diferencias conyugales, denuncias falsas, abusos sexuales...». También son contratados por empresas de seguridad en la selección de personal.

Esto último es de lo más común, sobre todo en Latinoamérica, confirma su colega Amável Sánchez, que dirige Polígrafo España y trabaja «en todo el mundo» desde hace casi dos décadas. Relata que en una ocasión se desplazó hasta Turquía para someter a esta prueba a una deportista acusada de dopaje que quería demostrar su inocencia.

Un medidor de emociones

Y lejos de lo que pueda parecer en la televisión, el dispositivo que lleva consigo allá donde viaja le cabe en un maletín. «Desde el año 2000, todos los polígrafos son digitales, da igual el tipo o la marca», advierte. Nada de armatostes de toneladas de peso. Lo que sí tiene son cables y electrodos que se colocan en quienes se someten al cuestionario para registrar su respuesta física (los latidos, el sudor, si hay temblores...), que es lo que mide el polígrafo. «En realidad, no es una máquina de la verdad, sino un medidor de emociones, de reacciones psicofísicas», detalla. «Es una herramienta de diagnóstico», le apoya Landa, que también se encarga de dar cursos de formación en este área a alumnos de más de veinte países.

Todos esos parámetros quedan registrados en unos documentos que son los que luego el experto lee e interpreta. Por eso, es muy importante que el poligrafista sea una persona formada y con experiencia. «Lo ideal es trabajar primero con un mentor», coinciden ambos. Además, debe ser una persona íntegra, honesta, sin antecedentes penales, con experiencia vital, capacidad para la comunicación verbal y no verbal... «Y es de valorar tener conocimientos de seguridad, investigación y psicología humana», señala el veterano, al que ahora también acompaña en el negocio su hija. «Es un arte y una ciencia», concluye alguien con tres décadas de profesión a sus espaldas.

Una prueba a partir de 500 euros

Someterse al polígrafo no es un 'aquí te pillo, aquí te mato'. Requiere tiempo. Una sesión normal dura unas dos horas, pero depende de la complejidad de cada caso. Lo primero que se hace es someter al sujeto a una entrevista previa que incide en conocer aspectos relacionados con la salud y su vida. Luego hay que elaborar cuidadosamente el cuestionario, adaptado también a cada situación y teniendo claro qué es lo que se busca, para lo que hay que hablar también con quien lo encarga. Luego, es el turno de la prueba y la recogida de datos de la misma. Esa información será analizada después con minuciosidad por el experto, que expondrá el resultado en un informe. En total, el interesado debe abonar entre 500 y 1.000 euros, un precio que varía en función de variables como el tipo de 'delito', si hay que desplazarse o no, etc.

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