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Y en el principio hubo un desmayo. La génesis de la mejor colección mundial de camisetas de fútbol, todas con el ADN de sus jugadores, tiene su fecha y su lugar: la tarde del domingo 24 de junio de 1990 en el Estadio de los Alpes de Turín. Ese día Marcelo Ordás, un estudiante porteño de 17 años, tuvo su particular epifanía, un momento de revelación en el que comprendió su misión en la vida para viajar por el mundo y recuperar una a una las «armaduras» con las que Maradona, Messi, Pelé, Beckenbauer, Cruyff, Di Stéfano, Platini, Bobby Charlton... y tantas otras leyendas (a todas ha conocido) se dejaron la piel en la cancha. 34 años después de aquella experiencia cuasi mística en Turín, Ordás es el señor de las 5.000 camisetas, el alma mater del museo Legends de Madrid, en plena Puerta del Sol, donde se exponen 650 de esas zamarras con pedigrí, un monumental ajuar consagrado a la memoria del fútbol y abierto a la ensoñación.
Nos adentramos en el museo Legends de Madrid con el guía Manuel Confalonieri, un simpático milanés de 33 años con una memoria prodigiosa sobre las gestas del fútbol y sus protagonistas.
Pero regresemos a la tarde turinesa en la que Argentina y Brasil se jugaban el pase a cuartos del Mundial de Italia con Marcelo sentado en las gradas junto a su padre, un constructor con solvencia económica. La 'canarinha' estaba despedazando a los albicelestes, y aún así no lograban hacer gol. «Brasil mereció hacer el cuarto antes que el primero», rememora Marcelo. Pero por esas cosas maravillosas que tiene el fútbol, Caniggia marcó en el minuto 81 dando el triunfo a Argentina. «Después de haber padecido durante 80 minutos como nunca antes y nunca después, me desmayo y termino en la sala de primeros auxilios sin ver los últimos diez minutos. Cuando me despierto pregunto a la enfermera. 'Sí, ragazzo, ganó Argentina'. Me puse a llorar. Entonces, la gente de la AFA (la Asociación del Fútbol Argentino) se entera de que había un hincha que estaba en la enfermería del estadio y me bajan al vestuario como recompensa».
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Ordás guarda fresco aquel instante de hace 34 años como si fuera hoy. «Entro y me encuentro a Diego Maradona con una camiseta de Brasil saltando y gritando con todos. Yo me abrazaba con él, con los Gurruchaga, los Ruggeri, los Basualdo... en un momento dado tengo la posibilidad de ver al autor del gol, a Claudio Paul Caniggia. Me acerco y le pregunto si me podía dar algo. Me mira, asiente y le pido que me dé un abrazo. Y en ese abrazo le transmito toda mi emoción y le digo que le llevo el abrazo de 32 millones de argentinos a los que nos hiciste los más felices del universo. Le debí tocar alguna fibra íntima porque entonces se saca la camiseta y me la entrega. 'Toma pibe, te la ganaste'».
Su saber enciclopédico abarca cientos de nombres de jugadores, de los clubes de fútbol a los que pertenecieron y de los trofeos logrados, además de jugosas anécdotas de las grandes estrellas del deporte rey.
La camiseta sudada del melenudo 9 argentino fue la primera de la «tremenda locura» de las cinco mil que llegarían después. «Sabía que tenía algo histórico en mis manos, pero jamás imaginé lo que tenemos finalmente acá, este palacio de los sueños», dice a sus 51 años Ordás, sentado en una de las salas del museo Legends, la que ha bautizado como 'la joya de la corona', un templo reservado a las camisetas («los mantos sagrados») de los 30 jugadores más grandes de toda la historia del balompié.
Museo Legends de Madrid
Apertura Se inauguró en junio de 2023 y va camino de las cien mil visitas cuando aún no ha cumplido el año. Está en la Puerta del Sol de Madrid.
Qué En las salas distribuidas en sus siete plantas de altura se exhiben botas, balones, trofeos y 650 camisetas 'sudadas' por las grandes leyendas del fútbol. Además, el museo ofrece a sus visitantes una experiencia sensorial y audiovisual totalmente inmersiva en la que, por ejemplo, se puede vivir como un hincha más el ambiente de los principales estadios del mundo.
Socios El Legends tiene como socios a entidades tan potentes como la Liga, la FIFA, la UEFA, la Conmebol y el Comité Olímpico Internacional (COI), entre otros.
Precio 15 euros los niños, 23 los adultos y precios especiales para familias
La idea inicial de crear un museo empieza a bullir en la cabeza del joven Marcelo en el viaje de vuelta de Italia a Argentina, tras una escala en Londres y una visita al British. «Londres presume de preservar parte de la historia de la humanidad, las reliquias del Antiguo Egipto, la Grecia clásica, ¿pero dónde estaba preservado el testimonio de la mayor pasión que hemos creado los seres humanos?, ¿dónde estaba el fútbol?».
De vuelta ya en Buenos Aires y con la determinación de buscar respuestas a sus preguntas y «hacer algo», Ordás, al que un abuelo español le enseñó a no detenerse «jamás» en sus metas, pide una entrevista con el presidente de la AFA y le propone recuperar ese patrimonio, aunque sin saber muy bien cómo y qué piezas. ¿Balones?, ¿camisetas?, ¿botas?, ¿trofeos?... Necesita encontrar un rumbo.
«El presidente me manda a un buen amigo suyo que acababa de llegar de España, un sabio que me podía ayudar. Me voy en el autobús a un barrio periférico de Buenos Aires llamado Flores y allí me recibe Norma, hermana de este señor que me habían referenciado, y cuando me lo presentan me encuentro... ¡con don Alfredo Di Stéfano!».
Impresionado por estar frente a 'la leyenda' y más impresionado aún por verlo fumar, le cuenta su propósito y le pide un consejo para aclarar el confuso horizonte. Don Alfredo le mira, pega una calada al pitillo y con ese acento rasgado medio porteño medio madrileño castizo, le suelta: «Niño, yo no tengo ni puta idea, pero ni las botas, ni las medias, ni los pantaloncitos, ni nada representa más a un club de fútbol o a una selección nacional que la armadura y sus colores». Di Stéfano no le dijo camiseta, le dijo armadura. «Y me da la clave con ese término maravilloso y romántico».
Manuel, que conoció hace cuatro años a Marcelo Ordás, el padre del museo Legends de Madrid, donde se exponen 650 de esas zamarras de leyenda, entre ellas dos del mítico Beckenbauer.
Ahí arrancan 34 años de un trabajo de investigación arqueológica, de rastreo buscando reliquias por todo el orbe en los que Marcelo ha reunido los balones de las grandes finales, las copas del mundo, las medallas olímpicas, los borceguís de los mitos... pero apostando siempre por las «armaduras». Unas cinco mil, cada una con su intrahistoria, conforman su colección, 650 de las cuales permanecen expuestas en el museo madrileño (entre ellas todas las de los campeones y subcampeones de las competiciones internacionales) y otras dos centenares en su gemelo de Riad (Arabia Saudí), a la espera de continuar el proyecto en Miami y Buenos Aires.
Don Alfredo le abrió muchas puertas en los 90, una década en la que Ordás hizo más de 70 viajes a Europa para entrevistarse con futbolistas o sus descendientes e incorporar sus camisetas a su cruzada. La pasión de su discurso conmovió a muchos, que las donaron desinteresadamente. Otras las compró. «En los 90 era más fácil convencer a los jugadores que las donaran o vendieran porque los precios eran más lógicos que los de ahora».
Poco a poco la criatura fue tomando forma y Marcelo empezó a buscar piezas icónicas, esas que son tan valiosas que se convierten en joyas de las subastas. En una de Sotheby's, celebrada en 2022 en Londres, trataron de hacerse con la que él considera la elástica más icónica del mundo, la que vistió Maradona en los cuartos de final del Mundial de 1986 en México frente a Inglaterra. La misma con la que anotó los dos históricos tantos de la victoria: el gol de 'La mano de Dios' y el 'Gol del siglo' tras driblar a cinco rivales y que desató la locura planetaria. Aquel triunfo, cuatro años después de la Guerra de las Malvinas, llevaba aparejado un hondo significado para los argentinos. «Picasso demoró casi un mes en pintar el 'Guernica' y Diego demoró diez segundos y seis décimas en hacer su obra máxima. Tenía la esperanza de repatriar ese patrimonio por lo que significa Maradona para nosotros», se emociona Marcelo.
Con ayuda de otros socios, empresarios y amigos, entre ellos Gerard Piqué, logró reunir cuatro millones de dólares para pujar por la reliquia. No llegaron. El emir de Catar se la llevó por once kilos. Está en el Museo del Deporte en Doha «exhibida tan vulgarmente que da pena», se duele.
Pero una justicia poética salió al rescate de su profunda desilusión. Tras el fracaso de la subasta, la BBC entrevista a Ordás, que cuenta derrotado lo mucho que importaba para el país la «armadura» del 10. Al rato recibe en su móvil un mensaje del exjugador de la selección alemana, Lothar Matthäus, con quien Maradona intercambió su camiseta en la final del Mundial de México, que ganó Argentina. Se trata de una pieza histórica, con la que Diego levantó su única Copa del Mundo. «No es la más simbólica, pero sí la más importante», ilustra Ordás con un brillo en los ojos.
Con él de cicerone hemos recorrido algunas salas del museo Legends de Madrid, entre ellas la sala que reúne las elásticas de los mejores de la historia.
«Te estoy viendo en la BBC, tu pasión me apasiona, tu emoción me emociona, vénganse a Alemania y explíquenme por qué tengo que entregar esa camiseta, que es la más importante que intercambié en mi vida», le decía en el mensaje. Se citaron en Berlín, se vieron y hablaron. «No dijo que no». Quedaron en volver a encontrarse en Madrid, y cuando Matthäus vio el edificio del museo, aún en obras, y le enseñaron su futuro contenido, «sacó de un bolsito la camiseta y me la dio. 'Nadie mejor que vos para preservarla y mostrarla'», me dijo. Una semana antes al alemán le habían ofrecido 8 millones de euros. «El dinero no lo es todo», comentaría después.
La entrega se hizo en un acto solemne en la embajada argentina en Madrid. Hoy ocupa el lugar más destacado del Legends, justo sobre una de Messi del Mundial de Catar. No la de la final, la que quedó opacada por la exótica túnica negra que le plantó el emir Al Thani. «Voy a estar con Messi en Estados Unidos. Cuando le vea se la pediré personalmente», revela Ordás, que conserva una agenda telefónica tan valiosa como su colección.
Amable, ameno y extremadamente educado, aquel pibe de 17 años que recibió el regalo de su vida tras abrazar a Caniggia, no ha perdido un ápice del romanticismo del coleccionista de estas obras de arte, de las que Maradona decía que se distinguen de un Van Gogh o un Picasso porque los tesoros de Marcelo llevan consigo el ADN del artista «para siempre».
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