Los sofisticados bulos de la covid logran agravar la saturación sanitaria

Tres de cada cuatro médicos han atendido a, al menos, un paciente que tenía información falsa sobre el virus, que le había llegado por el móvil

Martes, 3 de noviembre 2020, 00:16

Los bulos sobre la covid corren por el móvil. El 44% llega por Whatsapp, que ha suplantado el boca oreja, y otro 35% se difunde por redes sociales, mientras que los medios tradicionales colaboran en menor medida, un 8% la televisión y un 1% la ... prensa, según un estudio de la plataforma Salud Sin Bulos, que ha presentado su 'III estudio de bulos de salud covid-19'. El efecto de los contenidos falsos no es anecdótico y tiene connotaciones sanitarias, como la saturación de las consultas o el retraso en la detección precoz.

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«Tres de cada cuatro profesionales de la Salud ha atendido a un paciente debido a un bulo por coronavirus», asegura Frederic Llordachs, socio de Doctoralia, una de las asociaciones que ha participado en el trabajo basado en 327 encuestas a médicos. «El 84% dice que sus pacientes consultan internet antes que a ellos y el 74% cree que el exceso de información hace que el paciente dude del personal sanitario. Lo más usado, según los médicos, han sido los artículos de internet (33%) y los vídeos y audios (17%)». Las 'fake news' de la covid buscan agravar la saturación sanitaria. «La propagación de bulos a través de redes sociales tiene similitudes con la transmisión de las infecciones», mantiene Carolina Moreno, catedrática de la Universidad de Valencia y directora del grupo ScienceFlows, que ha seguido la pista a los mensajes falsos, sobre todo a los que llegan por WhatsApp. «Algunos mensajes podrían provocar el agravamiento de la saturación de los sistemas sanitarios, puesto que llegan a provocar quemaduras o intoxicaciones. Además generan una sensación de confianza en el uso terapéutico de un remedio, mientras la covid avanza y agrava su estado antes de acudir al centro de salud».

La investigación de ScienceFlows ha logrado determinar que estos mensajes siguen patrones específicos que aumentan su impacto y alarma. En el 62% de los casos contenían nombre y apellido de la fuente de información, que en su mayoría decían ser médicos o trabajadores sanitarios, siempre más hombres que mujeres. Con el tiempo, los mensajes han adquirido una mayor sofisticación. «Usan terminología médica para apoyar el argumento de autoridad», analiza Juan Gómez, investigador de la Universidad de Granada. «Esto va unido a la falsificación del emisor de mensajes, o a la supuesta aparición en medios o documentos».

Los tipos de bulos pueden segmentarse en dos grandes categorías, según el estudio de Salud sin Bulos. El primero, el origen del virus. Más de la mitad (55%) de los engaños repite el nacimiento artificial del coronavirus. El segundo, los tratamientos milagrosos, como que los fármacos contra el cáncer son efectivos.

«Hemos escuchado de los pacientes que su evolución depende de la cloroquina, cuando en realidad el mayor factor de riesgo es la obesidad», expone la médico de familia Alicia Taobada. En esa realidad paralela se hace el juego a los conspiracionistas y negacionistas. Por ejemplo, la tercera parte de los contenidos difunden que las vacunas tienen microchip y otro tanto apoya las acciones de los antivacunas.

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Contra el Gobierno

Otro tipo de rumor difunde que las cifras oficiales, como la de los fallecidos, es falsa.«Los bulos ayudan a generar más incertidumbre de la que produce una pandemia como la actual», dice Pilar Aparicio, directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, quien sostiene que poner en entredicho los datos oficiales y comparar España con países que tienen otra realidad sirven para crear una imagen desfavorable del Gobierno. «A veces se nos olvida que es la peor crisis de este siglo y que afecta a todos los países, pero de forma desigual».

Hay un par de infundios que, desde el ministerio, quieren desmontar. A su juicio, decir que «la mejor gestión lleva a mejores datos es una falacia». Otra, la inminencia de la vacuna (que el propio presidente Sánchez prometió para antes de que acabara el año). «La vacuna no se puede implementar si no es completamente segura para la población a la que está destinada», dice Aparicio, rebajando las expectativas. En seis de cada diez bulos, para prevenir y curar se ha recomendado ingerir alguna sustancia, como líquidos calientes, limón, listerine, paracetamol, ajo o hidroxicloroquina, según los datos de ScienceFlows. En el 59% de los mensajes las sustancias eran de origen natural y en el resto, sintético. «Hablamos de organizaciones conspiracionistas», acusa Gómez. «Al bulo bien diseñado para ser viral se une a menudo que la difusión se hace por el grupo de Whatsapp familiar, con una propagación natural».

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Otros remedios 'fake' aseguran que funcionan las estrategias clásicas contra la gripe y la ingesta de sustancias que supuestamente potencian el sistema inmunitario, mientras alientan la narrativa conspiranoica, basada en «afirmaciones categóricas o falacias con un sesgo de confirmación», dice Gómez. «Las posibles razones de la propagación es la carga apelativa de los mensajes, las estrategias de uso casero y el criterio de la autoridad». El bulo, como el virus, se contagia.

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