Siempre ha vivido en la misma casa, con su madre, que ahora tiene 85 años, y su padre, 84. Como hijo único, José Gómez dedica sus horas a acompañarles. Los últimos años dieron un vuelco a su vida desde varios frentes. A él le diagnosticaron ... cáncer de colon, estuvo en quimioterapia y le practicaron una cirugía. «Perdí 40 kilos», sostiene y las fotos suyas colgadas en la pared confirman el cambio físico. «Me operaron de cáncer hace un año, estuve diez días ingresado. El 'tac' con contraste me calienta mucho la tripa». Por otra parte, sus progenitores han estado hospitalizados. En agosto, ambos a la vez en diferentes hospitales.
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El primer golpe, sin embargo, lo recibió cuando su novia también tuvo cáncer y murió, cuenta Gómez. «La novia se me ha muerto hace dos años. Se llamaba Mercedes. Nos hemos tirado ocho años de novios». La conoció en «la cadena de producción» del centro ocupacional, donde también hacía vida social. «Fíjate lo que son las cosas, hasta el mismo día de mi cumpleaños la enterraron. El 10 de febrero. Yo estuve con ella en todo momento, hasta el final, cuando ella ya no podía nadar». Desde entonces, su destierro del exterior es mayor. «No quiero volver a tener relación con otra chica. Ya he tenido bastante. Me ha afectado mucho. No me he aislado por eso, pero he sufrido mucho».
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Doménico Chiappe
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Es aficionado al fútbol y fan del Deportivo de La Coruña, lo que le distingue de la gente que conoce en su barrio, que son de equipos de la capital. «Yo sí tengo amigos, pero tengo que estar con mis padres y no los veo. Antes iba al chino a beber Trina de naranja y hablábamos. Pero ya no tengo ganas». También está enfadado con parte de su familia directa, a los que ha retirado la palabra.
Hace unos años comenzó a trabajar en distintas empresas. En un mercado, en un despacho de abogados, en una empresa de cartones. «En todos los sitios han quedado contentos. Soy amable con todos mis compañeros. Me han tratado mejor de lo que yo pensaba, porque a una persona con discapacidad, ya sabes...». El último empleo lo tuvo hace un año. «Cuando se dieron cuenta de lo bien que trabajaba, ya era tarde. Me vine a mi casa porque le pasó a mi padre lo que le pasó».
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La enfermedad de sus padres le lleva a rechazar las ofertas de trabajo. «Ahora mismo no puedo trabajar. Por mis padres. Mis padres lo primero», insiste. En este compás de espera, se prepara para la fatalidad. «El día en que fallezcan mis padres yo solo no me quiero quedar. No me gusta la soledad, no». Dice que cuando ocurra un «primo» se mudará con él. «Yo quiero que me cuide mi familia cuando sea mayor. Estará mi primo, que es más joven que yo. O su novia o su hijo».
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