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J. A. Marrahí
Domingo, 16 de julio 2023, 12:01
Joaquín Ferrándiz no es cualquier asesino. Es el asesino en serie con mayúsculas. El que instauró en los años 90 el miedo ante esta figura en España, cuando casi nadie suponía que este tipo de criminales pudiera existir en nuestro país. El primero y el ... más cruel de la historia reciente de España con el parámetro de la mujer como víctima. Y ahora tacha sus últimos días en la prisión de Herrera de la Mancha. El próximo sábado 22 de julio está prevista su puesta en libertad tras cumplir una condena de 25 años de prisión.
Muchos llegaron detrás de él: el asesino de la baraja, el asesino del chat, el asesino de la cocaína… Pero fue Ferrándiz el que más mujeres víctimas suma a su doloroso balance de muertes: cinco jóvenes de entre 23 y 25 años. Fue el que obligó a las Fuerzas de Seguridad a cambiar el modo de investigar y poner en marcha el sistema del perfil criminal, a echar mano de la psicología como herramienta clave para poder incriminar a alguien con una mente psicopática.
Todo comenzó en julio de 1995 en Castellón, concretamente en Benicàssim, en el corazón del turismo y la 'marcha' estival de la época en la provincia. El caso Ferrándiz se conoció, como tantos otros, con una desaparición: la de Sonia Rubio, una joven filóloga de 25 años. Y siguió con otras cuatro víctimas, la última asesinada en septiembre de 1997.
Todas eran jóvenes de entre 23 y 25 años y «con cierto parecido físico» a una de sus exnovias, según el capitán José Miguel Hidalgo, uno de los agentes de la UCO de la Guardia Civil que trabajó en la resolución del caso. Tres de las víctimas ejercían la prostitución. Ellas aparecieron muertas en un intervalo de seis días en Villarreal. Y en cuatro de los crímenes asesinó a las jóvenes con relaciones sexuales de por medio. Las invitaba a su vehículo, las ataba y amordazaba con sus prendas o con una cinta y las asfixiaba para luego ocultar sus cuerpos en montes o zonas de matorral. Siempre en espacios apartados para impedir su hallazgo.
En teoría Ferrándiz debería haber estado en la cárcel en esos momentos, pues en 1990 le impusieron 14 años de prisión por la violación a otra joven de 18 años. Sin embargo, engañó a todos. Mostró una conducta ejemplar y le concedieron la libertad condicional pocos meses antes de asesinar a Sonia Rubio. Nadie le controlaba y el Estado jamás pagó por ello a pesar de que el fiscal del caso, Juan Salom, exigió una indemnización para las familias de las víctimas al entender que debería haber estado vigilado.
Ferrándiz encarna a la perfección ese mito de la ficción que fue Jekyll y Hide. La doble faz. La doble vida. De día es el chico ejemplar que vive con su madre, trabaja peritando coches para una aseguradora y hasta tiene novia. De noche, en los fines de semana, se torna en cazador de mujeres con el único fin de matarlas.
Nacido en Valencia, hijo de un marino mercante y una empleada de limpieza, con un elevado nivel intelectual, Ferrándiz ha pasado media vida en prisión: en concreto 31 de los 59 años con los que el próximo sábado recupera la libertad.
Realmente ya ha pisado la calle, pues sus primeros permisos penitenciarios fueron a finales del año pasado. Ahora sale al fin para no volver, para preocupación de muchos e indignación de otros. Como Jaime García, hermano de la última de sus víctimas y que cayó en la adicción tras un crimen que vivió en plena juventud. «Me entraron otra vez ganas de acabar con todo», confiesa. Su dolor no se extingue.
Sobre su puesta en libertad planea ya la mayor de las incógnitas: ¿Está reinsertado? ¿Podría volver a matar? Desde Instituciones Penitenciarias nada aclaran sobre si Ferrándiz ha solicitado algún tipo de ayuda o se le ha ofrecido. Lo sustentan en la protección de la intimidad del recluso.
Según ha podido saber este diario de fuentes próximas al reo, se le ofreció un curso para delincuentes sexuales, pero lo rechazó al no considerarse como tal. Realmente, no lo es, según la sentencia que lo condena por los cinco asesinatos, pero sí por el antecedente penal de 1990. Pero ese primer periodo en prisión ya se consumió. Él jamás admitió esa violación.
Y otra contradicción en este punto: el propio Ferrándiz respondió: «Debe haber algo sexual en todo eso». Fue cuando el psicólogo valenciano Vicente Garrido le preguntó en 1998 por sus propósitos con las muertes. Sea sexual o no su conducta homicida, los investigadores implicados en el caso siguen albergando serias dudas. Incluso su abogada defensora, Rosa Edo: «Cuando ingresa en prisión no recibe ningún tratamiento específico. No se ha hecho nada específico con él. Se le metió en prisión y el día último de su condena saldrá», estima la letrada. «Confiamos en que pueda llevar una vida normal. Lo confía él y lo espero yo también, claro», apostilla Edo.
Confianzas, pero ninguna certeza. «¿Si volverá a matar? Es que absolutamente nadie puede dar esa respuesta, ni siquiera él», estima el fiscal Salom. «Para conocer las conductas futuras, lo mejor es mirar a las pasadas», anota Carmen Negre, responsable del Instituto de Medicina Legal de Castellón. «Hay estudios que nos dicen que puede volver a suceder», destaca Hidalgo.
Para comprender qué puede pasar en adelante es básico saber con qué motivación profunda mataba Ferrándiz. Y también aquí, más contradicciones. Durante su entrevista con Garrido en 1998 aseguró: «Eran mujeres y quería hacerles daño, de algún modo me satisfacía hacerlo… Necesitaba demostrar que las odiaba, que tenían que pagar una culpa… Ellas no me habían hecho nada personalmente, pero yo quería destruirlas…». Es decir, misoginia radical aparentemente asumida como motor de su conducta. Puro terrorismo machista.
Pero la voz del psicópata volvió a grabarse hace cinco años y se escuchó hace una semana, en el programa 'Hablando claro' de Televisión Española. Fue gracias a otra entrevista del recluso con la decana de los criminólogos de Madrid, Carmen Balfagón. Entonces ya no aludía a ese odio femenino. Expresó que mataba como «un autómata», es decir que en ese momento «no se piensa» porque la mente «no da para más». Hasta el punto de no recordar «ni qué cara tenían las víctimas».
El asesino también habló entonces de unas supuestas esperanzas de cara al futuro: «Mi mayor ilusión sería volver a ser una persona normal y reconstruir la vida como si dijéramos… Ahora tienes otra vez 25 años. Venga, tienes una oportunidad».
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