Un hombre de 34 años recorría en su moto Yamaha una autovía de Tarragona, a una velocidad próxima a la máxima permitida, cuando se estrelló contra tres jabalís que cruzaban la calzada. Después de casi 200 días en el hospital, un par de años de ... terapia y «secuelas estéticas», el joven padecía un «deterioro de las funciones cerebrales», indicaba un informe del médico forense al que recurrieron los padres del conductor en su demanda contra la Generalitat, la concesionaria Reus Alcover y la aseguradora Adeslas.
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El recurso judicial exigía responsabilidades e indemnización por la dependencia que el hijo tendría ya para el resto de su vida, siempre bajo la «completa dedicación» paterna. Por la «alteración en la orientación» debía ir acompañado por la calle; tenía «limitaciones en la comprensión de cuestiones complejas» y para «mantener una conversación fluida»; requería ayuda para afeitarse, tomar medicación, cortarse las uñas. Nacido en 1980 y camionero de oficio, recibió la incapacidad permanente y se le determinó un grado de minusvalía del 75%.
Como se determinaría siete años más tarde en los juzgados, este accidente contenía todos los ingredientes de las tragedias devenidas de los accidentes automovilísticos contra animales, algo que sucede más de 80 veces al día en España. Una autovía transitada por vehículos a alta velocidad, una valla defectuosa, el paso de animales salvajes y asilvestrados, la cercanía de un coto de caza del que huyen los animales con cada disparo... Según los últimos datos de la Dirección General de Tráfico (DGT) hubo 31.000 accidentes ocasionados por la fauna en las carreteras con cinco fallecidos, 50 pasajeros en el hospital y daños materiales.
«Se piensa que no puede ocurrir, pero ocurre», afirma Ana Novella, presidenta de la asociación Stop Accidentes, que entre sus miembros cuenta con un hombre que hace unos meses en una vía secundaria de Málaga «giró para no chocar contra un animal y provocó la muerte de una persona, su hijo pequeño», afirma Novella. «En estos casos el conductor puede acabar matándose por esa maniobra. Es un accidente, causal y fortuito, que escapa completamente a su control. Vas por una vía bien y te surge un animal que está en su hábitat. Es inesperado, no lo ves venir».
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El goteo de muertes por colisiones con especies cinegéticas es continuo. Entre los que perdieron la vida en 2021 se cuentan un chico de 17 años en Penedès y un hombre de 56 que tras el choque invadió el carril contrario y dio contra una furgoneta en Barcelona. En 2020, al menos otros tres fallecieron por la misma causa: uno de 30 años en Pontevedra que luego golpeó un muro; otro de 43 en Roca del Vallés y un futbolista de 36 que rebotó contra una caseta. En todos los casos el primer impacto fue contra un jabalí.
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Aunque los datos del 2022 se encuentran aún en fase de «cierre y consolidación», explica una fuente de la DGT -que recibe los partes de las jefaturas provinciales-, sí ha trascendido que el año pasado también registra casos mortales, como el de un hombre que embistió con su moto a un jabalí un domingo de enero en una carretera de Barcelona.
La tendencia de estos atropellos es al alza. Cinco años antes de los últimos datos, en 2017, hubo 26.300 accidentes ocasionados por animales, un 17% menos (los años de pandemia no son representativos debido al descenso de la circulación de vehículos) y hace casi dos décadas, en 2004, eran 6.227 accidentes con fauna, según el estudio 'Accidentes producidos por la presencia de animales en la calzada' de la DGT. También marca una subida importante la cifra de «accidentes con víctimas». En diez años pasó de 177 al medio millar de 2021.
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En un país con 26.000 cotos de caza que ocupan 30 millones de hectáreas según el Ministerio de Agricultura, la causa del incremento se atribuye a un cambio en la legislación que restó responsabilidad a los propietarios de estas tierras para endosarla a los propios conductores. «Desde Alfonso X El Sabio correspondía a quien se beneficiaba de los animales. En estos casos, el titular del coto o los terrenos y la Administración en última instancia», señala Mario Arnaldo, presidente de Automovilistas Europeos Asociados (AEA). «Eso cambió con las reformas en la Ley de Tráfico de 2005 y 2014. Al liberarles de responsabilidad, se han despreocupado de evitar la salida de los animales a las vías. Antes ponían vallado, barreras de olor y otros remedios para no cargar con las consecuencias de un accidente. Ahora ya no. Es algo que no sucede ni con los animales domésticos ni con el ganado, cuyos dueños siguen siendo los responsables».
Un informe de esta asociación sostiene que entre 2015 (año siguiente al cambio de ley) y 2019 «los accidentes provocados por los animales de caza aumentaron un 60%». La Real Federación Española de Caza, interpelada por este periódico, no ha respondido a su requerimiento.
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Las carreteras secundarias y principales colindan inevitablemente con los terrenos donde se permite la actividad cinegética y que cubren el 87% del territorio nacional. «Antes, el responsable era la Administración o a quien perteneciera el coto de caza y ahora deriva al conductor», ratifica Mar Cogollos, directora de la Asociación por la Prevención de Accidentes de Tráfico (Aesleme). «El seguro no cubre estos siniestros y nosotros recomendamos pagar el plus para estar cubierto».
Aumentan los volantazos, los frenazos, las invasiones al carril contrario, la salida de la vía y las colisiones por la irrupción de fauna. En el 75% de los siniestros que cuestan desde reparaciones de vehículos de varios miles de euros hasta la vida del conductor o sus acompañantes, están involucradas sólo dos especies. Ambas de caza mayor: los jabalís, el mamífero grande más tiroteado de España con 385.000 ejemplares de trofeo; y los corzos, con unas 65.000 capturas.
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Contra jabalís suceden al año 12.549 impactos de vehículos y contra corzos, 10.721, cifra la DGT. Les siguen ciervos (1.507 atropellos en 2021) y cabras montesas (156). «Estos atropellos están ligados a la actividad cinegética que haya en la zona en esas fechas», asegura Theo Oberhuber, coordinador de Campañas de Ecologistas en Acción. «Cuando se caza, estos animales tienden a huir y es frecuente que, si pueden, crucen la carretera sin miramientos. El peligro se incrementa. No hay estudios a nivel estatal que permitan hacer esa relación, pero es evidente que existe».
El segundo factor que está detrás de la invasión animal de las vías, a juicio de esta organización, es la construcción de «carreteras nuevas sin una planificación adecuada que incluyan estudios previos para ver dónde instalar pasos de fauna, elevados o subterráneos, y para evitar que el trazado discurra por ciertas zonas de mayor movilidad o pasos naturales, como los paralelos a los ríos».
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Ahora bien, aunque las colisiones se han quintuplicado, las víctimas se han reducido. Hace dos décadas morían 16 personas tras chocar contra animales, ahora no llega a la tercera parte de esa cifra. Pero además de las muertes, estas pequeñas estampidas ocasionan heridos graves que requieren hospitalización, como el caso del motorista de Tarragona.
Después de este tipo de siniestros, más cuando hay daños personales, en los sobrevivientes siempre queda una «cuestión psicológica», explica Novella. «Siempre está el '¿y si?' ¿Y si no hubiera ido por esa vía? Y mil preguntas similares que te haces y para las que no hay respuesta. Fuiste por ahí y ocurrió. El porqué no lo vas a encontrar. Es el único caso en el que el conductor no tiene la culpa». Frente a un jabalí o un corzo, el chófer, dice Arnaldo, es «una víctima que es también culpable».
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