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ABEL VERANO
Viernes, 9 de diciembre 2022, 10:39
El juicio por la decapitación de Castro, que se ha prolongado durante dos semanas, ha servido para que el jurado popular concluya que la acusada, Carmen Merino, es culpable de un delito de homicidio con agravante de parentesco (por el que ha sido condenada a 15 años de cárcel ... ), que «participó como autora», «sabiendo lo que hacía», y que le movió un «interés económico». Descartado el asesinato, al no quedar acreditada la alevosía, porque «nadie nos ha podido demostrar la cantidad exacta de Diazepam ingerida por Jesús Mari antes de su muerte», los jueces legos no han podido despejar una serie de incógnitas.
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Al concluir que Carmen Merino «no causó la muerte» de su pareja sino que «participó como autora», los miembros del jurado dejaron en el aire la posibilidad de que alguien más participara en el macabro crimen. Para ello se basaron en el artículo 28 del Código Penal, que establece que «son autores quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente, o por medio de otro del que se sirven como instrumento. También serán considerados autores los que inducen directamente a otro u otros para ejecutarlo y los que cooperen en su ejecución con un acto sin el cual no se habría efectuado».
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La Fiscalía y la acusación particular estiman que la muerte de Jesús Mari se produjo en torno al 13 de febrero de 2019, teniendo en cuenta que el móvil habitual del finado dejó de funcionar un día antes y que la última comunicación con la acusada se produjo ese mismo día. De su lado, los forenses creen que la data de muerte es «compatible» con esas fechas, pero no la han podido determinar con precisión, al tener un 8% del total del cuerpo. Con lo cuál, este hecho no ha quedado probado para el jurado.
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Otra de las incógnitas que no ha quedado despejada tras el juicio es en qué lugar se produjo el crimen. En su escrito de conclusiones, las acusaciones sostienen que Carmen Merino cometió el homicidio en el domicilio en el que convivía con la víctima, «porque es el lugar donde puede cometer esta tarea durante varios días». Además, las «búsquedas en internet las realizó desde el ordenador que tenía en la vivienda» y «la motosierra que empleó para descuartizar el cuerpo llegó al domicilio». Sin embargo, no hay ninguna prueba que indique que en ese piso se cometió un homicidio, puesto que la inspección ocular no arrojó ninguna muestra reseñable. Además, ningún vecino de los cuatro que declararon escuchó nada raro. Aunque también hay que decir que no están habitualmente en el domicilio, bien por trabajo o porque se trata de su segunda residencia.
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El jurado ha descartado el delito de asesinato al no poder determinarse la cantidad de Diazepam que había en la calavera de Jesús Mari. Esto supone rechazar la tesis de la Fiscalía, que consideraba que Carmen Merino empleó este fármaco para «dejarlo adormilado, eliminando totalmente sus posibilidades de defensa». ¿Por qué cree el fiscal que la acusada empleó este ansiolítico para acabar con la vida de su pareja? «Por el acopio que hizo tres meses antes de matarlo, ya que compró tres cajas de treinta comprimidos de diez miligramos». Sin embargo, los forenses no han podido determinar la causa de la muerte y solo se sabe que el cuerpo de la víctima fue descuartizado postmorten.
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Otro de los enigmas que rodean a este caso es la manera en la que se manipuló la cabeza del fallecido. ¿Qué hizo la condenada para que apenas apareciesen unos pequeños restos de partes blandas y una zona de carbonización en el parietal derecho? Los forenses creen que hubo una «manipulación extraordinaria» y que la calavera apareció en ese estado por «la humedad y la falta de aireación, al estar envuelto en plástico». Los médicos peritos descartan el calor radiante de un horno, creen que se empleó un «sólido incandescente» como una «plancha metálica muy caliente» o «una cazuela sin agua». Son hipótesis, porque no se sabe con certeza. ¿Qué se consiguió con el efecto del calor? «Retrasar la putrefacción de los restos, que tardase mucho más en emitir olores y que estos fueran mucho menores».
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Uno de los grandes misterios que rodean a la muerte de Jesús Mari es dónde se encuentra el resto de su cuerpo. Desde que apareció el cráneo ese 28 de septiembre de 2019, ha sido una de las principales inquietudes no solo de los familiares del finado sino de los investigadores, que buscaron en varias fincas de la familia de la víctima. Los agentes también llegaron a realizar una inspección en el vertedero de Meruelo, cuando conocieron que una limpiadora que contrató Carmen Merino arrojó a unos contenedores de basura de Castro una bolsas de «pesadas» donde supuestamente había restos de tierra de unas macetas que la acusada había retirado de su terraza. Todas esas búsquedas no dieron ningún resultado.
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Es lo que ahora esperan los familiares de la víctima para poder cerrar el duelo. Sin embargo, habrá que ver si la acusada está por la labor de desvelar esta cuestión en caso de que sus recursos no prosperen.
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