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Tahlequah es el nombre de una orca de 26 años que vive en las aguas del noreste del Pacífico, en las inmediaciones de la Columbia Británica, entre Estados Unidos y Canadá. Su historia se hizo conocida en 2018 porque llevó consigo a su cría muerta ... durante 17 días y a lo largo de 1.600 kilómetros. Seis años después, Tahlequah ha sido avistada de nuevo esta semana en una zona conocida como el Estrecho de Puget. Y otra vez llevando consigo otro de sus ballenatos fallecidos.
Las orcas son animales extremadamente inteligentes que desarrollan profundos vínculos con otros ejemplares y con su propia descendencia. «A veces, la madre, cuando se muere la cría, no lo reconoce y la transporta acompañando a la manada durante muchos días. Ocurre también con los cachalotes y los calderones», explica Gorka Ocio, responsable de Verballenas, una empresa vizcaína dedicada a organizar salidas para avistar a los grandes mamíferos marinos. Cuando le ocurrió a por primera vez, Tahlequah, conocida también como J35 –pertenece a un grupo denominado como 'J'–, impidió repetidas veces que su cría, que solo pudo sobrevivir durante media hora, se hundiera empujándola con la cabeza. Lo siguió haciendo durante más de dos semanas, «hasta que dejó de reconocer el cuerpo por la descomposición», dice el experto vasco, que recuerda que su grupo documentó un comportamiento similar por primera vez con una ballena picuda. «Los cetáceos tienen un fuerte impulso de cuidar de su descendencia y esto, evidentemente, se extiende a los neonatos que mueren después del parto», explicó entonces John Ford, investigador de orcas de la Universidad de la Columbia Británica.
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Desde aquel momento, se sabe que esta madre orca tuvo otra cría –J57– en 2020 que sí logró salir adelante, igual que su primera descendencia –J47–, nacida hace 14 años. Sin embargo, su cuarto retoño, J61, no ha tenido la misma suerte. «Los primeros años de vida siempre son peligrosos para las nuevas crías, con una tasa de mortalidad muy alta en el primer año. J35 es una madre experimentada y esperamos que pueda mantener con vida a J61 durante estos primeros días difíciles», escribió el pasado 23 de diciembre el Centro de Investigación de Ballenas del estado de Washington. Fue antes de comprobar cómo Tahlequah enfrentaba esta nueva pérdida.
Tahlequah forma parte de un grupo de orcas que junto a otros dos grupos emparentados (llamados 'K' y 'L' por los científicos) habitan un territorio enorme que se extiende por aguas de Seattle, Vancouver y Victoria. Entre los tres suman 73 ejemplares –de ellos, solo 23 son hembras en edad reproductora–, lejos de los 98 que llegaron a contabilizar entre los años sesenta y noventa del siglo pasado. Su principal amenaza es la falta de alimento. «Las ballenas de esta población en peligro de extinción dependen del salmón real como fuente de alimento principal. Por desgracia, el salmón real también está en peligro de extinción», asegura el citado centro. Por eso cada orca fallecida es una «pérdida devastadora».
«La muerte de cualquier cría es una pérdida tremenda, pero la muerte de J61 es particularmente devastadora no solo porque era una hembra, que un día podía haber liderado su propia línea materna, sino también dada la historia de su madre J35, que ahora ha perdido a dos de las crías documentadas, ambas hembras», añaden. Según los datos de los expertos, en las dos últimas décadas el 75% de las orcas recién nacidas en este grupo no han sobrevivido.
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