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Desde julio de 2013 hasta su muerte, Francisco hizo 47 giras papales y pisó 66 países. Nunca España. Justificó su ausencia por el tamaño, la ... economía y la población del país. Su objetivo se centraba en las naciones más pequeñas. «Iré a España, espero, si sigo vivo. Pero la prioridad en Europa son los países pequeños», declaró en 2019 en una rueda de prensa en el avión papal. Los hechos confirmaron sus palabras, con algunas excepciones. Entre sus primeras visitas dentro del continente estuvo en Albania (2014), Bosnia y Herzegovina (2015). Con paradas en Polonia (2016) y Portugal (2017), estuvo en Lituania, Letonia, Estonia (2018), Bulgaria, Macedonia del Norte y Rumanía (2019). «Iré a España, si sigo vivo», sostuvo.
Para entonces, antes del paréntesis de la pandemia, el papa ya tenía numerosas invitaciones para llegar a varias localidades españolas. Por ejemplo, la que le hizo monseñor Carlos Escribano, arzobispo de Zaragoza, y Jorge Azcón, presidente de Aragón, para conmemorar la visita de Juan Pablo II a la virgen del Pilar, cuarenta años atrás. Sobre la mesa estuvo esa venida para 2024, incluso si sólo pisaba Zaragoza, como en aquel segundo viaje a España que hizo el papa anterior. «Francisco sigue diciendo que primero viajará a los países pequeños», dijo Escribano después de su audiencia en Roma. «Nos ha dicho que es consciente que tiene que visitar España», mantuvo Azcón.
Era una más de las invitaciones que había recibido desde que Mariano Rajoy, entonces presidente de Gobierno, le hiciera la primera. Sánchez o Feijóo también le ofrecieron agasajos. La posición siempre era negativa, contraria a las cinco visitas de Juan Pablo II y las tres de Benedicto XVI. Se sabía ya que Francisco huía de las giras con demasiados protocolos, audiencias, besamanos de poderosos. Prefería aterrizar en un territorio con algún conflicto, como Lesbos en plena crisis de la migración. Por su fallecimiento, el Gobierno decretó tres días de luto, y las comunidades autónomas le rinden distintos homenajes.
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Rechazó magnas celebraciones, como la del medio siglo del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, en 2015; o los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola, en 2021, o el año santo de Santiago de Compostela. «Te prometo que me lo voy a pensar», dijo con ironía a una periodista de 'Vida nueva' en el avión que le llevaba a Bulgaria. En otra ocasión se reafirmó: «No voy a ir a ningún país grande de Europa hasta que no termine con los pequeños»
Con el mismo espíritu que le llevó a Lesbos, el pontífice anunció su deseo de presentarse en Canarias, en enero de 2025, días antes del empeoramiento de su salud. «Quisiera ir a Canarias», le confesó al obispo auxiliar de Las Palmas, Cristóbal Déniz. Sería la última vez que manifestó su deseo de venir a España, como destino de la ruta migratoria, tantas veces mortal, de las personas que se desplazan de África a Europa.
El año anterior la idea ya rondaba su cabeza. Desde, al menos, 2023. «Pienso un poco en esto, en ir a Canarias porque allí está la situación con los migrantes que llegan del mar y querría estar cerca de los gobernantes y el pueblo de Canarias», dijo en septiembre de 2024, durante un viaje a Asia. Pero nunca dio una fecha aproximada: «Lo tiene como deseo a realizar», dijo Déniz.
Entre las prioridades de Francisco estaban los países de la «periferia», como definen distintos analistas vaticanos. Al comparar las naciones visitadas están varias con minorías católicas, en conflicto social o que él considerara «tierra de misión».
Otra hipótesis de sus continuas declinaciones a las invitaciones extendidas por reyes y presidentes de Gobierno sería un cierto malestar con algunos sectores de la jerarquía católica española, a las que pedía, a puertas cerradas, otro tipo de actuación en cuanto a los abusos sexuales cometidos por el clero, más en línea con las que él había impuesto desde su pontificado. En persona, Francisco atendió a varias víctimas españolas de las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes y ordenó reabrir algunas investigaciones.
En una ocasión dijo: «iré a España cuando haya paz y se pongan de acuerdo». Sobre esa respuesta, como tantas otras durante el transcurso de uno de sus vuelos, Francisco dijo que se refería a la iglesia local y a la cuestión política, algo que dejó traslucir en un par de entrevistas, a ABC y RTVE, sobre la crisis catalana.
Con frases como «España tiene que dar un paso de reconciliación con la propia historia» o «Sea del signo que sea, tiene que hacerse cargo de la reconciliación y ver cómo llevan adelante la historia como hermanos y no como enemigos». Y alertó a los suyos que su rol era «acompañar el pueblo para que encuentre una solución definitiva» y «no puede hacer propaganda». «Cuando la identidad sacerdotal se despista un poquito se te va a la política. Si quieres hacer política, deja el sacerdocio».
Una de sus últimas apariciones dedicadas a España sucedió en octubre del año pasado, cuando envió un videomensaje a los jóvenes reunidos en Madrid. Le pidió creatividad y diálogo intergeneracional, porque los mayores son «la sabiduría de un pueblo». «Un joven que está quieto es un viejo muerto. Tengan coraje y vayan adelante, muévanse». Solía pedir que rezaran por él. En esta grabación así finalizó.
Sus últimos años disminuyeron sus salidas del Vaticano. Unos cinco países al año. Diferenciaba esos viajes protocolarios de los que hacía en plan misionero. Por ejemplo, ese posible, y nunca realizado, incursión a Canarias. U otra que se planteó a Galicia. «A Santiago, pero no a España, que quede claro», así como tampoco consideraba un viaje a Francia ir a Estrasburgo. Tampoco volvió a su país natal, Argentina.
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