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Héctor Esteban
Valencia
Domingo, 25 de febrero 2024, 09:29
«Nunca había vivido un incendio como este y dudo que vaya a vivir otro así en mi carrera». Así resumía la situación, una vez el fuego estuvo extinguido en el edificio de Campanar, uno de los bomberos que el jueves por la tarde ... estuvo frente a frente con las llamas subido en la cesta de uno de los camiones de bomberos. No quiere dar su nombre, ni él ni muchos a los que se les pregunta. «No pongas mi nombre, por favor», suplica. Esto es un trabajo de todos, en equipo, y casi nadie quiere estar en los focos. Si se busca a los protagonistas por la orilla de la vía oficial relatan pero prefieren el anonimato. «Me impactó estar allí arriba con la manguera y ver que había muchos espacios diáfanos, donde no había ni paredes», explica. Muchos de los paneles de cartón yeso, que se conocen como pladur por la marca comercial, habían desaparecido. Una imagen muy poco común en un incendio.
En la intervención actuaron los bomberos de la ciudad de Valencia y algunos parques del Consorcio Provincial, que fueron requeridos al ver las dimensiones del suceso y que se incorporaron pasadas las seis de la tarde al operativo. El incendio comenzó en una vivienda en un octavo piso minutos después de la cinco y media de la tarde. El fuego salía por un toldo, por la parte superior. El piso estaba vacío. Uno de los mandos del Consorcio resumía horas después la situación como «la tormenta perfecta». Por un lado, la altura en la que se originó el incendio, en una octava planta; en segundo lugar, el material de la fachada, que generó una lluvia de gotas de fuego y un efecto chimenea; y por último, la alta temperatura ambiente y las fuentes rachas de viento de poniente, superiores a los 60 kilómetros por hora, y que facilitaron la expansión de las llamas. «Con esta situación, todo arde como si fuera papel».
Además, ante las críticas por desconocimiento que surgen en torno a la actuación de los bomberos, este mando explica cuestiones que son clave en una extinción de estas dimensiones. En primer lugar, el dispositivo de bomberos del parque de Campanar, que fueron los primeros en llegar a la zona, entraron en el interior del edificio, justo en la zona en la que se había originado el fuego, dentro de un plan normal de actuación. El incendio no era como siempre, y tuvieron que salir obligados por una situación anormal. Uno de los laterales del edificio ardía ya casi en su totalidad. Era el incendio al revés, de fuera hacia adentro. De la fachada a las viviendas.
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Además, en estos casos las actuaciones debe ser muy precisas. Cuando hay bomberos dentro del edificio actuando no se puede echar agua con la manguera por la zona por la que están actuando: «Con la alta temperatura y el agua se generaría un vapor de agua que achicharraría a los bomberos, se hervirían ahí dentro», explica.
Además, el viento complicó muchísimo las tareas de extinción. Las rachas desviaban el chorro de las mangueras. El mando relata también cómo hubo que proteger a la pareja que estuvo más de dos horas en una situación límite a la espera de ser rescatados. «Tienes que apantallar para que la temperatura y la radiación no les afecte. La labor desde la cesta de la escalera fue sobresaliente. En su vivienda no había fuego, por lo que se les echó agua pulverizada para crear en su entorno un espacio de protección», explica este mando.
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Muchos de los bomberos que se presentaron allí eran voluntarios, estaban fuera del turno de trabajo. Dejaron lo que estaban haciendo en ese momento y se desplazaron a sus parques para entrar en acción. Unos en directo y otros esperando el relevo para actuar, para sustituir a unos compañeros que estaban exhaustos.
«Las planchas de aluminio nos caían encima, eran como cócteles molotov. Nunca en mi vida había visto un incendio como ese. Mira que he estado en sitios, en lugares complicados pero nada como esto. Sinceramente ha sido una auténtica locura», explica un bombero veterano, que estuvo en primera línea el pasado jueves por la tarde. Entre lo más duro, ver a compañeros a punto de perder la vida tras luchar para salvar a gente que se había quedado atrapada en sus viviendas.
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«Todos hemos ido a incendios fuertes, en los que te encuentras con cadáveres y situaciones muy desagradables pero creo que nadie ha visto en un incendio urbano unas condiciones como estas. Tanto en tan poco tiempo. Con los cristales por encima, cayendo a plomo con las placas de aluminio volando. Toda la manzana, con todos los edificios en llamas, era algo increíble», señala. «Mucha pena y mucho dolor», concluye.
Decenas de bomberos, tanto de Valencia como el del Consorcio Provincial, fueron protagonistas del peor incendio de su vida. Tras unas horas frenéticas de intenso trabajo, el descanso les ha traído una visión más sosegada de un incendio que no olvidarán nunca en la vida.
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