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El 28 de marzo el Papa Francisco hizo llegar a la Basílica San José de Flores de Buenos Aires, su parroquia de la infancia y ... la que prendió su vocación, un óleo de la fachada del templo firmado por el pintor ruso Nikas Safronov. Lo había recibido de manos del propio autor el 10 de febrero, cuatro días antes de ser trasladado al hospital a causa de unos problemas respiratorios que le obligaron a un ingreso de 38 días. El cuadro no solo venía con el aval de una firma reputada; también guardaba una historia peculiar: Safronov tiene amigos astronautas y les pidió que llevaran la pintura (enrollada, no enmarcada) a la Estación Espacial Internacional, donde permaneció desde marzo hasta septiembre de 2022, dando más de tres mil vueltas alrededor de la Tierra.
Ya 'de regreso', el pintor la recuperó y pensó que sería un bonito regalo para hacer al Papa, quien, en esta parroquia inaugurada en 1883 que retrata el cuadro, decidió, a los 17 años, consagrar su vida a Dios y entrar en el seminario. La bonita historia de la pintura, que lleva desde el 19 de marzo expuesta en el templo bonaerense y se relata en la página de Facebook de la propia basílica, da una idea de la fortaleza de los lazos que unían a Jorge Mario Bergoglio con su tierra natal (nació en Buenos Aires, en el barrio porteño de Flores, en el seno de una familia de origen italiano).
Ayer, mientras Argentina dormía, a las cinco de la madrugada de allí, diez de la mañana hora española, se hizo público el fallecimiento. El país desconocía aún la noticia que le sumiría, en cuanto empezara a desperezarse, en un sentido duelo. Y las propias páginas web de los periódicos argentinos tenían a esa hora tan temprana todavía más artículos dedicados al fallecimiento (el domingo) del 'loco Gatti', otra leyenda del fútbol argentino, que a la del Papa.
Pero la reacción fue rápida, contundente. «Conmoción mundial», se leía en La Nación, uno de los principales periódicos de Argentina. A sus diez de la mañana (tres de la tarde en España), ya habían publicado veintitrés artículos. Desde el anuncio del viaje a Roma del presidente Javier Milei, al legado del «Papa sencillo del fin del mundo que rompió moldes y abrió la Iglesia como nunca antes», la pasión azulgrana que descubrió con 9 años por el San Lorenzo, equipo de fútbol apodado 'El ciclón' («fue el socio 88.235 y siempre tuvo la cuota de afiliación al día») o las imágenes de la casita del número 268 de la calle Varela, donde nació Francisco y en cuya fachada las autoridades porteñas colocaron una placa conmemorativa cuando cumplió 78 años.
En el Clarín, el otro rotativo de mayor importancia del país, destacaban la pérdida de «uno de los más importantes líderes espirituales y políticos de las últimas décadas» y recordaban su trabajo «transformador» en la Iglesia y su «prédica de austeridad y apertura»... También se hacían eco de su afición futbolera, retratándole con la 'remera' (camiseta' roja y azul del San Lorenzo.
La Asociación de Fútbol Argentino suspendió todos los partidos del lunes (también se suspendieron las clases en los colegios católicos) y casi todos los medios se hicieron eco de un episodio que confirmaba su afición por el fútbol: los encuentros con Maradona y Messi, que tuvo ocasión de conocer a los dos: «Maradona fue un grande, pero como hombre falló. Messi es correctísimo, un señor», dijo con motivo de aquellas reuniones. Aunque cuando un periodista de la RAI italiana le puso en el brete de elegir entre ambos, Francisco añadió a Pelé, con el que contó que compartió un viaje en avión a Buenos Aires. «Los tres son los grandes», zanjó el debate, iniciando otro al elegir a una leyenda, sí, pero del fútbol brasileño.
En su recorrido por la figura del Papa, los medios de comunicación argentinos no obviaron un hecho que algunos habían interpretado como un desaire: Francisco no visitó su patria en sus 12 años de pontificado, cuestión que podría explicar la caída de popularidad a la que una encuesta del del Pew Research Center puso cifras el año pasado: en 2013, tras ser proclamado Papa, un 91% de los argentinos decía tener una imagen farable de él, pero eran solo el 64% en 2024.
Pero ese regreso «pendiente», quedó ayer olvidado, perdonado. «Se nos fue el Papa de los pobres, de los marginados, el padre de la misericordia. el padre de la alegría», resumía el sentir de sus compatriotas el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cueva, que ofició el mismo lunes por la mañana la primera misa por su muerte en una abarrotada Catedral Metropolitana de Buenos Aires. En el templo se escucharon llantos y se encendieron velas. La primera la prendió Agustín, un argentino de 41 años, quien destacó la importancia «del mensaje de amor del Papa» y su preocupación «por los jubilados y los trabajadores».
Los desfavorecidos, las minorías... siempre estuvieron en el centro de su discurso. También la defensa del medio ambiente y de los pueblos indígenas, a quienes pidió perdón en un encuentro en Canadá hace tres años por el rol de la Iglesia en la colonización de América. «El pueblo pobre y trabajador y los pueblos indígenas del mundo pierden un aliado», se lamentaban este lunes desde la Confederación Mapuche de Neuquén, de la Patagonia argentina.
Francisco, máxima autoridad eclesiástica, quiso, sin embargo, mostrarse siempre como alguien de a pie. Tal vez por eso, este lunes los argentinos hacían hincapié en su faceta más humana y completaban el homenaje a su figura y a su labor con pinceladas de su biografía más íntima.
Como que nació una semana más tarde de lo previsto y tuvieron que llamar al médico para que se sentara sobre el vientre de su madre «y apretara, dando saltitos», que así vino al mundo Francisco el 17 de diciembre de 1936 en aquella casita humilde la calle Varela. Conocida era su cruzada contra los conflictos bélicos y cuentan los medios argentinos que tenía mucho que ver con las historias del abuelo Nono, quien combatió en la Primera Guerra Mundial. También recordaban que, antes que Papa, este hombre que valoraba tremendamente «la puntualidad», fue profesor de escritura creativa y le apodaban 'Carucha' y 'Cara de niño' o que en una ocasión ayudó a a afeitarse a Jorge Luis Borges.
Eso lo sabían los suyos, los íntimos, los vecinos de Flores, donde ayer compartían recuerdos del niño Jorge Mario que acabó siendo Papa. En su parroquia, donde cuelga el óleo que les regaló, oficiaron ayer a las siete de la tarde una misa en su recuerdo.
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