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'The Killing of a Sacred Deer', dígase 'El sacrificio de un ciervo sagrado' por estos pagos, se estrena este fin de semana en la cartelera tras lucir en festivales cercanos como Sitges. Es lo último del cineasta griego Yorgos Lanthimos, ... incapaz de dejar indiferente al espectador.
El director nacido en Atenas, de carrera internacional, con cantidad de spots y videoclips a sus espaldas, vuelve a plantear una historia desasosegante en el entorno de una familia con un lado perverso. Estéticamente arrebatadora, logra agitar la mente.
De entrada, comienza con una operación real a corazón abierto, todo un puñetazo a la retina, algo a lo que nos tiene acostumbrados como espectadores desde sus inicios con 'Kinetta' (2005), exhibida en Toronto y Berlín, la primera llamada de atención a la crítica especializada con un relato de asesinatos en serie en un pueblo apesadumbrado donde reina la pobreza.
Grecia no está pasando un buen momento, económicamente hablando, desde hace lustros, pero nos ha traído una de las mejores películas de los últimos tiempos, la inquietante 'Canino' (2009), una singular obra que bebía, sin ocultarlo, de Haneke y Lynch.
Lanthimos apostaba por romper esquemas en su segunda obra, desde el comienzo de su metraje, sin perder personalidad, con encuadres fuera de lo convencional y una dirección de actores desconcertante.
'Canino' ganó el 'Un Certain Regard Prize' en el Festival de Cine de Cannes, seguido de numerosos premios en diferentes eventos internacionales, incluyendo una nominación al Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera.
Detrás de la cámara, Lanthimos se reveló como un nombre a seguir de la mano de un delirante ejercicio que causó filias y fobias por igual. Una casa residencial es el escenario único de las peripecias excéntricas de una familia que vive en un mundo propio absolutamente perturbador. Hay escenas donde la risa se congela, donde el espectador puede estremecerse o no entender qué demonios está pasando, donde la comedia negra se da la mano con el surrealismo sin perder veracidad.
El filme no es plato para todos los gustos, tanto su forma como su fondo casan con una perfección retorcida incapaz de dejar indiferente a nadie, un valor en sí mismo. Su siguiente paso, 'Alps' (2011), no se quedó corto.
Su premisa, del todo original, también gozaba de la capacidad de descolocar. Un grupo de gente se dedica profesionalmente a suplantar a personas muertas en la vida diaria de sus familias. Un paseo por el sentido de la vida sobre arenas movedizas. Un atracón de existencialismo envenenado, una extravagante tragicomedia griega sobre la soledad que hurga en nuestra consciencia.
Lanthimos escribe, produce y dirige, ganándose la preciada categoría de autor. También ha firmado videos de danza en colaboración con coreógrafos griegos y obras de teatro, una faceta presente en 'Alps', ganadora del Osella al Mejor Guión en el Festival de Cine de Venecia de 2011 y a la Mejor Película en el Festival de Cine de Sydney un año después. Su cuarto largometraje, primero rodado en inglés, 'Langosta', ganó el premio del Jurado de Cannes en 2015, además del European Film Awards (EFAs) al Mejor Guion y al Mejor Diseño de Vestuario. En 2017 fue nominada al Oscar al Mejor Guion Original.
Una filmografía multipremiada, carne de festival. El máximo artífice de la perversamente fascinante 'Canino' dio una vuelta de tuerca a sus obsesiones en la más sofisticada 'Langosta' (2015), arropado por un plantel de actores de reconocida trayectoria: Colin Farrell, Rachel Weisz, Léa Seydoux y John C. Reilly, entre otros.
Vista con admiración en Sevilla y Gijón, la película presentaba, en un entorno propio de una historia de ciencia-ficción, una cuento de amor poco convencional, por no decir nada habitual. En un mundo distópico los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde deben encontrar pareja en mes y medio. Sometidos a unas reglas rocambolescas, los protagonistas son encerrados en un peculiar hotel.
"Nunca he tenido tan poca información del pasado de un personaje como en esta película", explicaba Colin Farrell, exultante en su papel en 'Langosta'. "Pero no es una queja. Cuando hablé con Yorgos por primera vez, me dejó claro desde el principio que no le interesaba mucho el pasado del personaje. Y esto está muy bien porque el mundo de la película ya es muy completo de por sí y está muy alejado de cualquier forma de estructura social reconocible. Claro que representa ciertas cosas que existen en el mundo real actual, pero lo hace de una manera tan peculiar e intensa que no resulta fácil establecer semejanzas entre cualquier mundo que yo haya conocido en mis treinta y siete años de vida y el mundo que muestra en esta película. Había un fascinante aire de incertidumbre en el set de rodaje".
Crear incomodidad en el público es una de las obsesiones de Lanthimos, que emplea la metáfora audiovisual como signo de identidad. En la áspera y aterradora 'El sacrificio de un ciervo sagrado' cuida al máximo la imagen, con encuadres imposibles, generando una atmósfera asfixiante de extrañeza. Repite colaboración con Colin Farrel, al que se une una exultante Nicole Kidman -de rostro inquietante-, Barry Keoghan ('71'), Raffey Cassidy ('Tomorrowland') y Sunny Suljic ('The Unspoken').
Farrel es un cirujano de éxito, felizmente casado, en apariencia, con el personaje de Kidman, una esposa de férrea conducta, de profesión oftalmóloga. Ambos son capaces de aguantar lo indecible con tal de preservar la armonía familiar. Sus dos hijos permanecen ajenos a todo, en su propia realidad, hasta que un hecho dantesco impacta en el hogar. Un giro siniestro señala el lado oscuro de una sociedad en descomposición. 'El sacrificio de un ciervo sagrado' busca el concepto de obra de arte, consciente de su gesta.
No consigue tan ambicioso objetivo, pero logra introducir en la mente del público la semilla de la confusión saltándose las normas básicas del modo de representación tradicional. Lanthimos ya rodó otra película la pasada primavera, 'The Favourite', protagonizada por Emma Stone, Rachel Weisz y Olivia Colman. Está ambientada en la Inglaterra del Siglo XVII, durante el reinado de la reina Ana. No quiere dejarnos respirar.
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