Por qué es necesaria la serie de Bob Pop
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'Maricón perdido' reivindica la necesidad de dejar ser y vivir a cada uno como quieraSecciones
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Primera temporada ·
'Maricón perdido' reivindica la necesidad de dejar ser y vivir a cada uno como quieraHay que tener mucha confianza en uno mismo o haberse tratado bien los complejos para desnudarse delante de alguien con quien no se tiene demasiada confianza y sentirse a gusto, al menos al principio. Cuerpos perfectos aparte, lo habitual en estas situaciones es intentar ocultar ... o disimular las zonas que consideramos menos atractivas. Más difícil aún que quitarse toda la ropa es dejar al descubierto ante un desconocido lo que guardamos en nuestro interior, esos miedos e inseguridades que nos persiguen y nunca nos dejan del todo tranquilos. Para mostrar esos fantasmas ayuda pasar por el diván. O tomarse dos copas de más, quién sabe.
La ficción sirve en ocasiones como método de terapia, para los que la hacen y para los que la consumen, bien porque permite explorar a través de ella deudas pendientes, bien porque ofrece un espejo en el que sentirse reflejado. Las autobiografías y memorias han sido siempre un género bien recibido entre los consumidores de libros, películas y series. Tal vez por el interés que despiertan ciertas figuras, o quizás haya detrás cierta motivación morbosa, pero el caso es que todo lo que se basa en hechos reales conecta muy bien con el público. Un paso más allá se dio con eso que el escritor francés Serge Doubrovsky denominó autoficción, en la que el autor plasma su propia realidad pero la presenta envuelta de alegorías u otros recursos fantásticos. Si la biografía exige al relato coherencia y fidelidad -aunque muchos se las salten-, la autoficción permite mayor libertad para contar los hechos.
La serie de Bob Pop, de la que se lleva hablando mucho y muy bien todo este mes -la ficción se ha coronado como el mejor estreno de esta temporada entre los canales de entretenimiento de la televisión de pago-, ha destacado precisamente por la valentía del creador a la hora de plasmar su propia vida, sin disimular los pasajes más escabrosos y sin edulcorar los momentos más desgarradores. El guionista ha realizado un ejercicio de honestidad pocas veces visto de ese modo en televisión a la hora de narrar la travesía vital que le ha llevado a ser quién es. Este escritor goza desde hace unos años -sobre todo a raíz de sus intervenciones en el 'Late Motiv' de Buenafuente- de un estatus profesional estupendo. Considerado como una de las mentes críticas más interesantes del panorama actual ha conseguido triunfar en la literatura, el teatro y la pequeña pantalla. Eso podría haber henchido su ego y de paso haber borrado pasajes pretéritos de los que se avergonzase. No fue así. Cuando se propuso explicar de dónde nacía Bob Pop podría haber caído en la tentación de disfrazar algunas situaciones o de obviar otras. Se podría haber ahorrado varias de las muchas hostias que recibió en el colegio o los polvos de los que no se sienta especialmente satisfecho, pero posiblemente habría empobrecido el proyecto y, desde luego, no hubiese conseguido transmitir del todo lo que pretende. La serie de Bob Pop se erige necesaria y más en plena reivindicación de los derechos y el orgullo LGTBI.
Duele ver 'Maricón Perdido'. Es incómoda, es cruel, es descarnada. Hay que ser muy insensible para no empatizar con el niño señalado y flagelado en el colegio, en la calle y en casa. O para no sentir rabia mientras asistimos a episodios complicados como el ataque en el Retiro o los engaños en las saunas. Bob Pop se deja llevar, se deshace de cualquier pudor mal entendido, y dibuja a una madre tóxica y a un padre violento, que no le pusieron fácil ser cómo quería ser. Retrata la soledad en los años en que se es más vulnerable y cuesta mostrarse como el diferente; las traiciones, incluso de los más queridos por no querer ocultarse; las decepciones por no gustar, por no ser aceptado, por sentirse raro. Este mensaje tiene una gran importancia para el que mira, para el que se siente al fin representado. Y sirve de denuncia, para el que todavía no se haya dado cuenta de que estas realidades siguen existiendo. Para los que fueron y siguen siendo de estas injusticias. Y supongo que para Bob habrá sido un proceso catártico. No es la primera vez que se nos muestra en una serie o película un acoso de estas características, pero la producción de TNT logra acercárnoslo de un modo con el que es imposible no conmoverse.
Ahora que ya está completa la serie -seis episodios- conviene volver a verla para observar los detalles que quizá pasaron inadvertidos, el maravilloso puzle creado para que el espectador descubra a Bob desde todas las dimensiones: la física, cargada de complejos durante mucho tiempo; la psíquica, en permanente construcción o reconstrucción; la social, mediatizada por su físico y por su condición sexual; la laboral, empeñado en sacar adelante proyectos con desigual éxito; o familiar, con unos padres que miran para otro lado al ver a su hijo torturado. Esta es también una historia de cómplices, cómplices de los que infligen dolor (los padres) y cómplices de los que ayudan a prosperar (el abuelo o la amiga de la universidad).
Hay, sin embargo, un mensaje de esperanza en este 'Maricón Perdido' cuando desemboca en el Bob de hoy en día, el que mira con calma su pasado y su presente, el que demuestra que es posible vivir como uno quiere si se empeña y le dejan, el que conversa con sus amigos (Berto Romero, Andreu Buenafuente, Pedro Almodóvar) sobre el acto de desnudarse, el que es consciente de dónde ha llegado y lo que ha costado. No es esta una ficción con moralejas, pero se puede extraer una en cuanto se acaba de verla, que siempre hay luz al final del túnel, pero que ojalá se acabasen los túneles y la gente que los hace más eternos, más lúgubres y más angostos.
'Maricón perdido' está disponible en TNT.
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