'El nuevo Papa' también innova con su cabecera
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La serie de Sorrentino sorprende con un opening que cambia en cada episodio y se entrega a elementos popHBO entró en 2016 al Vaticano para ofrecer una visión transgresora sobre lo que ocurre allí dentro de la mano de Sorrentino y de un Papa al que encarnaba un Jude Law algo despiadado y sin ningún problema a la hora de usar ... sus encantos para conseguir lo que quería. 'El joven Papa' sorprendió por su irreverencia, por la manera de abordar las relaciones entre las altas instancias de la Iglesia y por el punto de vista esteta en un mundo que se presta a ello con sus excesos y su iconografía. Entre otros muchos elementos, de aquella producción destacaba una bella cabecera con no pocas interpretaciones.
En ella podíamos contemplar al Papa Lenny Belardo avanzar por una galería en la que se topa con cuadros variados de autores que en un momento dado decidieron romper con lo establecido y probaron nuevas formas de hacer su trabajo. Así por ejemplo en 'La adoración de los pastores', de Gerard Van Honthorst, jugaba con la luz en unos tiempos (barrocos) en los que en la mayoría de lienzos se imponían las tinieblas. O en 'La entrega de las llaves a San Pedro', Perugino hacía un uso de la perspectiva poco habitual y llamativo. En el recorrido se suceden Caravaggio, Mateo Cerezo o Dubois, entre otros, hasta llegar a 'La nona ora', de Maurizio Cattelan, controvertida pieza que retrata al Papa Juan Pablo II aplastado por un meteorito. Una versión instrumental de 'Watchtower' de Devilin, que a su vez era una adaptación del 'All Along The Watchover' de Jimmy Hendrix, acompañaba a este paseo por obras de arte en apariencia clásicas pero con un aire renovador y moderno que tiene mucho que ver con la forma de actuar del pontífice de la primera temporada.
Pero con la llegada de la segunda tanda de episodios hubo cambio de Papa, de Pío XIII a Juan Pablo III, y como consecuencia, cambio de tono en la serie y una nueva cabecera acorde con los tiempos. Los óleos iban a ser sustituidos por el neón y la galería artística por una iglesia que bien podría parecer una discoteca.
El estudio italiano KMstudio se ha hecho cargo de los títulos de crédito iniciales de esta temporada, en la que Sorrentino nos explica cómo asume una institución como el Vaticano una renovación de sus cargos en una situación especialmente difícil, con el máximo representante de la Iglesia en coma, debatiéndose entre la vida y la muerte. Esto propiciará la llegada de un sucesor (encarnado por John Malkovich) mucho más inestable y con una manera de tomar las riendas menos autoritarias y soberbias que el anterior. La nueva temporada -titulada 'El nuevo Papa'- ha jugado en todo momento con la ambigüedad, ha coqueteado con la provocación y se ha rendido al esteticismo por encima de todas las cosas, aunque esto en ocasiones haya generado dificultad a la hora de entender algunos argumentos.
Sorrentino innova en las formas, en el planteamiento de los personajes, en el desarrollo de la trama y, cómo no, también en la cabecera. Porque en la segunda temporada esta introducción es diferente en cada episodio, aunque el estilo, al menos en los siete primeros episodios, sea similar. En todos ellos un grupo de monjas son protagonistas de una pequeña revolución y se dejan llevar por del deseo y la extenuación. Con una enorme cruz en primer término que resplandece con luces de neón ellas bailan, jugando con sus hábitos, al son de un tema discotequero.
'Good Time Girl' de Sofi Tukker es la canción elegida para este cabecera. Este dúo neoyorquino se deja llevar en sus composiciones por un ritmo dance y por una influencia por sonidos brasileños y no hay duda de que crea himnos que consiguen elevar la temperatura. Y Sorrentino era consciente de ello cuando planteo los nuevos openings, coreografías perfectas de estética pop y en las que no se escatima a la hora de usar recursos eclesiásticos.
Los últimos capítulos devuelven el protagonismo a Belardo, que regresa 'a la vida' para continuar mostrando sus dotes seductoras. Si en aquella primera temporada era él quien deambulaba entre obras de arte ahora se convierte en admirado en una playa, despojado de ropa bajo la atenta mirada de un montón de mujeres. Más provocación, más gusto por el escándalo, más ambición por exhibir lo bello. Sorrentino no ha disimulado en ningún momento lo que quería hacer empezando por su cabecera.
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