Borrar
Jean Peters es la protagonista de 'Manos peligrosas' (1953).
'Manos peligrosas'

'Manos peligrosas'

Joyas impopulares ·

Samuel Fuller personaliza argumentos lineales y simples conviertiendo una trama de espionaje en un retrato de perdedores con olor sórdido de los bajos fondos

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 15 de marzo 2018

En esta obra todo desmiente lo aparente. Es pequeña pero rebosa representatividad y estilización de un cineasta de detalles, influyente y, a veces, demasiado olvidado: Samuel Fuller. Visceral, dotada de una pulsión extraña y plena de fisicidad, impregnada de una intensa violencia cercana (especialmente en esa relación atracción /repulsión de la pareja protagonista), atípica para la época, 'Manos peligrosas' es un ejemplo de cómo Fuller personaliza los argumentos, tan lineales y simples como éste, practica el juego híbrido y mezcla géneros (lo que ahora creen haber inventado los modernos) y convierte una trama de espionaje en un retrato de perdedores que buscan su supervivencia y en un curioso perfil del olor sórdido de los bajos fondos.

Un microfilme (un mcguffin al estilo de 'Con la muerte en los talones' de Hitchcock), unas corbatas, un ratero y una pícara obsesionada con tener un buen entierro conforman los parámetros de este relato que discurre entre ambientes portuarios, el metro y los despachos policiales.

Cartel promocional de 'Manos peligrosas' (1953).

La historia de Dwight Taylor se adjudicó y amoldó a las intrigas de espionaje propias de la época de la Guerra Fría. En principicio el enredo era judicial pero el cineasta de 'Corredor sin retorno' impuso su interés por la calle, los vínculos y vasos comunicantes entre la autoridad y la delincuencia y ese aire fatalista, físico y enérgico que rodea a los implicados en la trama. Vigorosa e intensa, 'Manos peligrosas' muta lo convencional en distinción y originalidad: el tratamiento de los personajes, la sustitución de la figura íntegra por un héroe accidental y antipatriota –ese Richard Widmark que odia que «agiten la bandera ante mi cara»– pese a su aparente conducta, y la presentación de una historia de amor que también crece entre desconfianza, rechazo y azar, calles, callejones, estaciones de metro se suceden con primeros planos de una vibrante intensidad.

«Una película es como un campo de batalla, hay amor, odio, acción, violencia y muerte, en una palabra: emoción». Estas palabras de Fuller, auténtica declaración de principios de su manera ver el cine, pueden definir el espíritu de un filme que cita abiertamente el comunismo (en los diálogos, una abierta acusación) como demonización –aunque al cineasta realmente no le interesa y solo simula frente al Código Hays– y que revierte el noir tradicional. La fotografía de Joe MacDonald, la sobriedad, la dirección de actores como es habitual en él y la banda sonora de Leigh Harlin arropan una mirada singular que tan pronto se detiene en dos mejillas rozándose como en el robo de un sobre en el metro, o en una secuencia prolongada que retrata una brutal paliza, originada en un aseo y finalizada en un túnel de metro, considerada una de las escenas más violentas que se recuerdan en el cine americano de la década de los cincuenta.

Thelma Ritter, Richard Widmark y Jean Peters en diversas escenas de 'Manos peligrosas' (1953).
Imagen principal - Thelma Ritter, Richard Widmark y Jean Peters en diversas escenas de 'Manos peligrosas' (1953).
Imagen secundaria 1 - Thelma Ritter, Richard Widmark y Jean Peters en diversas escenas de 'Manos peligrosas' (1953).
Imagen secundaria 2 - Thelma Ritter, Richard Widmark y Jean Peters en diversas escenas de 'Manos peligrosas' (1953).

Junto a Widmark, dos actrices excelentes: la sensual Jean Peters elegida por el director, frente a Marilyn o Shelley Winters, por su manera de andar; y la maravillosa secundaria Thelma Ritter, eterna aspirante al Oscar que lograba aquí una de sus seis nominaciones al encarnar a un confidente de la policía que despliega verdad y crea una isla interpretativa, en especial con un monólogo revelador. Las elipsis, el trato de la violencia, el arranque que prescinde de cualquier diálogo y sustenta en un alarde de montaje de primeros planos y detalles, y entre miradas y manos configuran ese caleidoscopio Fuller tan particular.

Un cineasta elogiado por sus películas bélicas especialmente que, sin embargo, firma aquí un trabajo negro, mestizo, entre espías y el thriller, que alterna, discurre y pasa de la sensualidad a la violencia con un naturalismo realista inconfundible, y que exuda una sutil emoción lírica derivada del mimo con el que retrata a sus criaturas. Los cambios de ritmo, los sugerentes primeros planos y la profundidad de campo conforman la envoltura de esta inmersión en las emociones humanas en estado puro.

Su complicidad con lo marginal y la anarquía se refleja en estas palabras: «Al final de la película, mis personajes son iguales que al principio, no se enmiendan, no entran en la sociedad, están menos solos, nada más».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja 'Manos peligrosas'