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Por sus manos han pasado franquicias y títulos tan terroríficos y entretenidos como 'Saw', 'Insidious' o 'Upgrade'. Leigh Whannell se atreve ahora a adaptar para la factoría Blumhouse un clásico de la literatura fantástica: 'El hombre invisible'. Pese a lo manoseado del personaje ... de H. G. Wells, que cuenta con numerosas adaptaciones a la gran pantalla, Whannell ha conseguido dar una vuelta de tuerca a la historia, poniendo el foco en la víctima. Elisabeth Moss da vida a Cecilia, una mujer que harta de los malos tratos que recibe de su pareja, decide escaparse de la mansión en la que este experto en óptica la mantiene recluida. Unas semanas más tarde, Cecilia recibe una noticia: su expareja se ha suicidado. Pronto, sin embargo, empezarán a ocurrir fenómenos extraños a su alrededor.
Dice Whannell que la intención siempre fue «hacer algo aterrador para las nuevas audiencias. El público ya ha visto muchas películas y siempre esta buscando el truco. Quería asustar de una forma realista a la gente utilizando un personaje que lleva muchos años con nosotros». La cuestión de la violencia de género llegó más tarde. La doble lectura del guion está clara pero Whannell confiesa que «fue la historia» la que le llevó por esos derroteros. «Solo tenía el personaje y me preguntaba: ¿qué es lo que da miedo de él? Pues que te puede acosar y torturar ya que al ser invisible tiene un montón de maneras de manipularte, de hacerte dudar de si lo que está ocurriendo es real». Fue cuando dio con este punto cuando surgió la idea de los malos tratos, «pero no es algo sobre lo que quisiera hablar. Soy un hombre y no soy la voz adecuada para hacerlo. El argumento me llevó por ahí», reconoce.
Más allá de un guion vibrante y entretenido, es Elisabeth Moss el otro pilar sobre el que se asienta la película. «Es una gran actriz que aporta credibilidad a todo lo que hace. Es una capacidad que tienen solo algunos actores», explica el cineasta. «Cuando la gente se entere de que hay una nueva versión de 'El hombre invisible' puede acordarse de las gafas flotando y decir: 'Qué rollo'. Pero es poner a Elisabeth y la percepción cambia. Es una garantía». Lo cierto es que la actriz de 'El cuento de la criada' está espectacular y eso que se pasa más de la mitad de la película reaccionando a algo que ni siquiera se ve.
Con la película finiquitada hace apenas tres semanas (dos cuando se hizo este encuentro con periodistas), Whannell dice no tenerlas todas consigo con los efectos especiales, una combinación de escenas generadas por ordenador y trucos tradicionales que implican cuerdas atadas a puertas y demás parafernalia. «Hace un par de semanas estaba en Los Ángeles y me estaba tirando de los pelos porque me daba la sensación de que algunas de las escenas no funcionaban y nos iban a matar», comenta entre risas.
El realizador de 'Upgrade' es consciente de que el terror vive un momento dulce, pero rebaja algo las expectativas. «Es un género interesante por la cantidad de subgéneros que lleva aparejados. Hay películas de zombis, de casas encantadas, thrillers psicológicos, slashers... Se ponen de moda, pasan de moda, pero el terror permanece», explica. Para después apuntar que no cree que haya habido un renacimiento o un resurgir, sino que ahora están empezando a contar «con buenas críticas». En este sentido, hace hincapié en que películas como 'El exorcista' en los setenta también lo obtuvieron, pero «durante mucho tiempo han estado muy mal recibidas». Y va más allá: «Creo que el terror es un caballo de troya para trasladar mensajes y metáforas. Cuando vamos a ver una película de miedo podemos desahogarnos, expresar ansiedad, y asi se maquillan metáforas». Y pone como ejemplo 'La invasión de los ultracuerpos', como metáfora del miedo al comunismo.
Cabe preguntarse si tanta atención de la crítica no puede acabar domesticando a los directores. Whannell niega la mayor. En su opinión, este interés solo puede redundar positivamente en el género porque va a hacer que otros cineastas piensen en hacer género. «Igual -continúa- Scorsese se plantea ahora hacer una película de terror y no en los ochenta cuando lo que funcionaba era Freddy Krueger». A su juicio que se nominen películas como 'Déjame salir' o que se premien títulos no necesariamente de terror pero sí de género como 'Parásitos' significa que están cambiando las cosas». «Soy muy fan de estas películas con un toque más autoral, y los premios hace que calen y lleguen más. Igual ahora cambia la idea de que para ganar un Oscar hay que hacer un drama, igual ahora hay que hacer una película de terror para ganarlo», dice riéndose.
Whannell tiene una papelón por delante: está preparando el remake de '1997: Rescate en Nueva York', la película de John Carpenter protagonizada por Kurt Russell. Sostiene que hasta ahora ha estado tan ocupado con 'El hombre invisible' que casi no ha podido ponerse con la nueva aventura, pero avisa de que va a ir con «mucha más cautela y mucho cuidado» que con la adaptación de H. G. Wells. «La novela tiene un montón de años y muchas versiones y eso me ha dado mucha libertad para jugar con el personaje, pero en el caso de '1997: Rescate en Nueva York' es una película de los ochenta, es parte de nuestra infancia y nos toca muy de cerca y no quiero irritar a los fans. Sé que en el caso de Wells no van a venir abuelos diciendo: '¡Has destrozado la obra!'», dice imitando cómicamente la voz de un anciano.
Carpenter es uno de sus directores favoritos. «Me impone, no puedo negarlo», afirma. Eso sí, «creo que su mejor película es un remake ('La cosa') y la mejor película de otro de mis directores favoritos, David Crononenberg, es otro remake ('La mosca'). Así que se trata de hacer lo que ellos hicieron: no una fotocopia del original, sino aportar un nuevo punto de vista», concluye.
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