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«No es un buen momento para ser nazi», comenta uno de los pequeños protagonistas de 'Jojo Rabbit'. Avanzada la acción, cuando se describe el declive del bando alemán al final de la II Guerra Mundial, caen las bombas sin descanso y parece que ... la batalla está perdida. Se acabaron las tonterías. El chiste es perfecto. La influencia populista en miles de mentes abyectas finaliza con la inevitable rendición del bando germano, aunque la influencia del dictador del vil bigote sigue presente en nuestros días, en pleno siglo XXI. Razón de más para que una propuesta de estas características exista, sardónica y zumbona.
Aparte de entretenernos con nota, nos recuerda, con un sentido del humor más bien oscuro, sin retranca, cómo viejos fantasmas siguen pululando a nuestro alrededor y se empeñan regresar con fuerza, reclamando su protagonismo. Se puede perdonar pero jamás olvidar, para que no vuelva a ocurrir, pero nuestra civilización tiende a tropezar una y otra vez con la misma piedra, sea intolerancia o delirios de grandeza.
Taika Waititi, cineasta de madre judía y padre maorí, también autor del guión de 'Jojo Rabbit' a partir de la novela de Christine Leunens, describe al ser humano como víctima y verdugo de sus propios errores. Lo señala desde el comienzo de la película, cuando en los créditos iniciales contemplamos varias imágenes de archivo que inmortalizaron el ascenso al poder de un tal Hitler, arengado por la masa enfebrecida, mientras suenan The Beatles en una escalofriante asociación de ideas. Los brazos en alto y cánticos de una multitud de ciudadanos uniformados remiten a las miles de groupies, sumidas en un histerismo irracional, que encumbraron al popular grupo musical británico. Un NO-DO helador en su mensaje que logra dibujar las primeras sonrisas en el espectador, las mismas que se congelarán más tarde, cuando el drama se apodera de la narración sin que el tono se resienta.
'Jojo Rabbit', Premio del Público en Toronto, nominada a seis Oscar, otros tantos Premios Bafta y varios Globos de Oro, es una comedia negra que alterna humor y drama con solvencia, evitando caer en la sensiblería. Waititi, responsable de la descacharrante 'Lo que hacemos en la sombras' y 'Thor: Ragnarok', incomprendida entrega de las hazañas del Dios del Trueno, se sirve de la sátira para parodiar el comportamiento de la Alemania nazi, de una masa hipnotizada por mentiras despiadadas que no se alejan de las actuales fake news y esloganes políticos que asedian las redes sociales.
Con 'El dictador' como inspiración confesa, y el trabajo en la misma línea de Mel Brooks, Ernst Lubitsch y Stanley Kubrick, además del clásico de Charlie Chaplin, bucea con gracejo en uno de los conflictos más terribles de la historia de la humanidad. Su visión, personal e iconoclasta, fluye bajo la perspectiva de un niño que se alista en las filas de los seguidores de Hitler. El Führer -el propio Waititi maqueado- dialoga con el infante como si fuese su amigo invisible, aportando algunos de los momentos más desconcertantes y jocosos del filme. Jojo «Rabbit» Betzler, interpretado con brillo por el pequeño debutante Roman Griffin Davis, sueña con despuntar en las Juventudes Hitlerianas (retratadas con un look muy Wes Anderson), pero su realidad se tambalea cuando descubre que su madre Rosie, encarnada por Scarlett Johansson, esconde en su casa a un chica judía que no tiene cuernos ni cola ni colmillos como le insisten en los entrenamientos militares. La joven, a quien da vida Thomasin McKenzie, vista en 'The King', pone patas arriba el mundo del protagonista, que empieza a dudar de aquello que le cuentan sus compañeros del ejército, aficionados al bullying.
'Jojo Rabbit' no es otra película bélica sobre la II Guerra Mundial. Tampoco una vuelta de tuerca a 'La lista de Schindler'. Sostiene su propia entidad con algunos momentos brillantes que nos hacen llorar de risa, o todo lo contrario. Emotiva, a ratos sin freno y audaz, se mueve conscientemente sobre arenas movedizas sin meter la pata, con algunos tics convencionales inevitables, sin los cuales no optaría a tanto posible galardón mediático. Mofarse del Tercer Reich es tendencia, afortunadamente.
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