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Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) demuestra en 'El buen patrón' cómo han cambiado las cosas en el mercado laboral veinte años después de 'Los lunes al sol'. Si entonces Javier Bardem era un obrero de los astilleros en paro, pobre pero con conciencia de ... clase, ahora convierte al actor en el dueño de una empresa de balanzas obsesionado en conseguir un premio del gobierno regional, aunque para ello tenga que inmiscuirse en la vida privada de sus empleados. Ya no hay sindicatos ni solidaridad entre los trabajadores en esta divertidísima sátira, que representa a España en los Oscar y llega a los cines este viernes 15 de octubre.
–¿Ha tenido algún jefe como el de la película?
–Por fortuna, no. Cuando era muy joven trabajé un tiempo en una empresa, la única vez que lo he hecho, soy autónomo desde los 22 años. Era dibujante y sentí un aroma de un tipo de relaciones laborales donde había mucha presión sobre los trabajadores. El aroma del miedo y la presión, que se excede de lo profesional y se mete en el terreno de lo personal. A veces volaban los cuchillos, también entre los empleados.
–Retrata a un jefe un poco viejuno: la ropa que lleva, duerme con pijama, conduce un Jaguar con algunos años…
–Esta historia tenía que suceder en una ciudad pequeña, de provincias. Un jefe así en una ciudad como Madrid igual no tendría tanto poder. Pero en otro sitio más pequeño, un empresario con 200 trabajadores no deja de ser un pequeño poder local; si necesita hablar con el alcalde lo va a conseguir, si llama al dueño del periódico, también. Por eso le llaman el patrón, un término de hace tiempo que me parecía muy adecuado para él. Buscaba un microcosmos, una representación de algo que sucede a mayor escala en el mercado laboral en una economía de mercado.
–¿Cree que todavía existe el empresario convertido en cacique local?
–Estoy convencido, conozco gente que lo padece. Y no solo en este país, sino en toda Europa. Cuanto más pequeño es el ámbito, más fácil es que suceda. Todo el mundo se conoce y las relaciones se vician. Si encuentras una cuota de poder la vas a ejercer sobre el que te la jugó hace diez años. Las relaciones de poder son claves en el ámbito laboral.
–Habrá espectadores que tarden en decidir si el protagonista es un buen tipo o un tirano. No deja de preocuparse por sus empleados para que la empresa vaya bien.
La peor etiqueta es la del maniqueísmo, los buenos y los malos. Tampoco los trabajadores por debajo de él son santos exactamente, todos tienen cadáveres que ocultar. Siempre tuvimos claro Javier y yo que queríamos una parte del personaje que se pudiera abrazar, que el público empatizara con este buscavidas que intenta resolver las cosas. En beneficio propio, eso sí.
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–¿Cómo sería para usted un buen jefe?
–No lo sé. Desde luego alguien que no se meta en mi vida personal, al contrario que Blanco, que cruza todas las líneas. El trabajo no debería definirnos tanto, no tendría que tener una influencia tan enorme en nuestras vidas. Cuando conoces a alguien, la segunda pregunta es a qué te dedicas. Como si eso te fuera a dar una imagen, a definir a esa persona. Puedes imaginar su entorno, cuánto cobra, si es feliz o no…
–¿Cree que tras este año y medio de teletrabajo obligados por la pandemia va a salir algo bueno que mejore las relaciones laborales?
–No lo sé. Somos animales de costumbres, hay dinámicas que llevan tanto tiempo establecidas y pesan tanto en nuestras rutinas que son difíciles de cambiar. Supongo que habrá quien sepa aprovecharlo, pero me temo que será la excepción. Tengo la sensación de que volveremos a las dinámicas anteriores, aunque hablas con alguien que ha teletrabajado toda su vida.
–¿Qué encuentra en Javier Bardem?
–Mucha complicidad y compromiso con el trabajo. Esperas de tus colaboradores cosas que tú pones. En Javier encuentro mucho esfuerzo y el prurito de hacerlo bien, porque tiene mucho respeto por el espectador. Y nos lo pasamos muy bien juntos explorando los personajes. El talento y la capacidad se le suponen, como el valor en la mili.
–¿En qué ha cambiado la España de 'Los lunes al sol' a la actual?
–Cuando estrenamos 'Los lunes al sol' ya parecía representar una España anterior, la de los años 80 y 90, la de la reconversión industrial. Hay una diferencia importante entre las dos películas. En 'Los lunes al sol', aquellos trabajadores de astilleros compartían algo que les servía de salvavidas: la conciencia de clase. Cuando hice el trabajo de documentación en Asturias en 2001 era algo que estaba muy presente: la caja de emergencia, el apoyo de los compañeros, tu identidad, saberte parte de algo aunque no tengas nada. En 'El buen patrón', veinte años después y en una fábrica de otro tipo, no existe ese flotador. Los trabajadores no muestran solidaridad, es el sálvese quien pueda. Al menos decidí contarlo con humor para que tuviera algo catártico.
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–¿Y usted en qué ha cambiado en estos veinte años?
–No sabría decírtelo… Muchas cosas en relación con mi oficio siguen igual, las ganas en que cada película sea la primera. Con cada nuevo rodaje vuelves a empezar. El ímpetu y el compromiso con el trabajo son los mismos. A lo mejor, la necesidad de usar la sátira tiene que ver con que no me he visto capaz de hacer un drama con este tema.
cambio en 20 años
documental de podemos
–Rodó hace cinco años 'Política, manual de instrucciones', un documental en el que siguió a Podemos durante un año. ¿Se siente decepcionado por la evolución del partido?
–No lo rodé porque depositara una esperanza en Podemos, sino porque quería contar un proceso que me parecía muy interesante y muy poco previsible si mirábamos los veinte años anteriores. Y me dieron el acceso para hacerlo desde dentro. Han cambiado cosas, ahora mismo tenemos un Gobierno formado por el Partido Socialista y Unidas Podemos que está consiguiendo cosas que cuando se planteaban parecían imposibles y terroríficas, como subir el salario mínimo.
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