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Mario Casas ya se pateó hace siete años los bajos fondos sevillanos en 'Grupo 7', crónica de la limpieza del lumpen en los años previos a la Expo del 92. Ahora se coloca al otro lado de la ley para dar vida a un preso ... que sale de la cárcel en libertad condicional dispuesto a iniciar una nueva vida junto a su mujer (Natalia de Molina) y su hija. Y justo cuando celebran la Primera Comunión de la pequeña, un coche les embiste y la niña muere. En las Tres Mil Viviendas la justicia no espera a los tribunales, así que estalla una guerra entre clanes gitanos y rumanos mientras dos policías, una novata y un veterano (Ruth Díaz y Carlos Bardem), tratan de enterarse de algo.
Paco Cabezas es un director eminentemente visual y poco dado al costumbrismo y el alegato político. Que nadie espere algo parecido al cine social en este estilizado thriller en el que el realizador de 'Tokarev' se siente a gusto porque habla de elementos que siente muy propios. Para empezar, 'Adiós' es una película hablada en andaluz –incluido Mario Casas– y en cuya banda sonora suena el 'Me quedo contigo' de Los Chunguitos en la voz de Rocío Márquez y el 'Abre la puerta' de Triana.
A Cabezas también le gusta la solemnidad cercana a la grandilocuencia y ciertos temas que se repiten en sus filmes: la herencia de la culpa familiar y la imposibilidad de escapar de un pasado erróneo. En ese sentido, 'Adiós' se puede gozar en su elaborada escenografía, en el empleo de simbología religiosa, tan poco habitual en nuestro cine, y en el oficio en las escenas de acción. Sin embargo, los momentos musicales a cámara lenta, los clichés del género y la intensidad del conjunto provocan una sensación de 'déjà vu' que impide la emoción de ley.
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