Está fuera de discusión la necesidad de un gran acuerdo de país para reconstruir cuanto antes los destrozos que causará la mayor pandemia en un siglo. El Gobierno apuesta por una reedición actualizada de los Pactos de La Moncloa firmados en 1977, que ofrecieron una ... salida unitaria no exenta de sacrificios a una aguda crisis económica y encauzaron la Transición hacia la democracia cuando estaba en serio peligro de descarrilamiento. Con ese motivo, Pedro Sánchez ha citado para la próxima semana a las principales fuerzas políticas, agentes sociales y comunidades autónomas. Nada tiene que ver aquel momento histórico con el actual, salvo la urgencia de encarar un desafío monumental que invita a cerrar filas en torno a un objetivo común.
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La altura de miras que hizo posible aquel inédito consenso, fruto de concesiones mutuas y de la firme voluntad de anteponer el interés colectivo a los egoismos particulares, desapareció hace décadas de la escena política nacional. De ahí que, aun cuando la propuesta no puede ser más pertinente, sus expectativas de éxito generen un amplio escepticismo. A ello contribuye el comportamiento, desde la declaración del estado de alarma, de los interlocutores que deberían hacer posible esa concertación. Cuando esos actores convierten en un campo de batalla las medidas para combatir el Covid-19, dictadas por el Ejecutivo con una incomprensible ausencia de diálogo, y ponen más el foco en lo que les separa que en lo que debiera unirles se hace muy difícil imaginar un acuerdo de fondo sobre la reconstrucción del país. Un punto de encuentro que inevitablemente exigiría renuncias de calado por parte de todos, incompatibles con la apocada visión cortoplacista y la terca actitud que se ha apoderado de la política española.
El Gobierno ni se ha molestado en concretar su propuesta y confunde la deseable unidad con la asunción acrítica de sus decisiones, lo que alienta la sospecha de que al plantear una iniciativa tan ambiciosa pretende más desviar la atención y endosar a los otros la responsabilidad de una frustración casi asegurada de antemano que buscar con verdadero afán un consenso. La oposición apenas da margen a la esperanza al utilizar la pandemia como arma partidista sin apenas escrúpulos. En ese escenario resulta ingenuo confiar en un pacto de ese tipo, que requiere una confianza mutua que sería bueno crear a partir de entendimientos más modestos, pero también necesarios.
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