Es muy probable que Donald Trump, en su turbulenta juventud de dinero, alcohol y mujeres, escuchara un día a los Zombies y se le quedara metido en la cabeza aquel pegajoso estribillo: «Y yo te buscaré en Groenlandia, en Perú, en el Tibet, en Japón, ... en la isla de Pascua...». La pena es que Donald no perseverara en sus vicios juveniles. Quizá estamos haciendo demasiado hincapié en las ventajas sociales de la rehabilitación: hay gente que nunca, bajo ningún concepto, debe dejar las drogas. Tener un hijo tarambana le puede pasar a cualquiera y no es algo demasiado grave, a condición de que el hijo tarambana se conforme con gastarse el dinero de papá en váteres de oro y actrices porno y no intente ser, por ejemplo, presidente de los Estados Unidos.

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Al nuevo mundo de 2025 hay que asomarse sin expectativas, con la idea clara de que la extinción humana se acerca y tenemos el privilegio de contemplarla en primera fila, asomados al balcón de las redes sociales, muy entretenidos con estos personajes surrealistas que lo mismo invaden Dinamarca que mandan un cohete al espacio. Como resulta dudoso que Donald haya leído alguna vez un libro –al menos uno gordo y sin dibujos–, no descarto que sea la canción de los Zombies, atornillada en su cerebro reptiliano, la que dirija la política internacional en esta nueva etapa, que se anuncia gloriosa e impactante. Esto el coronel Baños lo tiene que saber; hay conspiraciones con menos argumentos. Busquen la canción e imagínense a Trump y a Musk bailando mientras clavan frenéticamente chinchetas en un mapa: primero Groenlandia, luego Perú, el Tíbet, la isla de Pascua, las selvas de Borneo...

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