Los ensayos clínicos de la vacuna de AstraZeneca-Oxford se han visto interrumpidos parcialmente por segunda vez desde su inicio al enfermar uno de los voluntarios sometidos a las pruebas. La decisión confiere seguridad al resultado final, aunque ello comporte un retraso de semanas en ... la obtención de tan esperado producto. Lo ocurrido subraya la complejidad de un proceso que no puede apurarse a voluntad sin comprometer la relación beneficio-riesgo que se requiere, cuando además ha de asegurarse una eficacia razonable. Por ello, los Gobiernos deberían mostrarse cautos a la hora de anunciar, como en los últimos días han hecho el presidente Sánchez y el ministro Illa, una fecha en la que el país contaría con una u otra vacuna, así como la cantidad de dosis a las que accedería.
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Es ya improbable que España esté en condiciones de administrar tres millones de vacunas de AstraZeneca-Oxford el próximo diciembre. La responsable científica de la Organización Mundial de la Salud Soumya Swaminathan advirtió ayer de que pasarán dos años para que la humanidad pueda vacunarse masivamente frente a la COVID-19, aunque se pueda actuar sobre los grupos de riesgo a partir de mediados de 2021. La sociedad necesita confiar en que el virus quedará atrás en algún momento. Pero del mismo modo que ningún interés político puede obligar a la ciencia a acortar los plazos de las investigaciones precisas a cuenta de las garantías de seguridad y eficacia exigibles, tampoco la impaciencia general por los perjuicios económicos y sociales que causa la pandemia debe conducir a ningún responsable público a alentar expectativas que corran peligro de frustrarse. Mucho menos cuando las expectativas sobre una pronta vacunación tienden a relajar –de forma intencionada o no– los esfuerzos que han de realizarse en la prevención y seguimiento de los casos, en el reforzamiento de la atención primaria y en el desarrollo de los estudios clínicos que se precisan para hallar la mejor respuesta terapéutica.
Todo ello, a sabiendas de que una vacunación con el 100% de eficacia es hoy por hoy una quimera. La interrupción parcial de los ensayos de la vacuna de AstraZeneca-Oxford representa, en ese sentido, una llamada de atención que llega aún a tiempo para que las administraciones concernidas no eludan muchas de sus responsabilidades a la espera de una vacunación general.
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