El juicio por la presunta financiación irregular de las reformas en la sede central del PP ha devuelto a escena a Luis Bárcenas. El extesorero ha denunciado que el partido habría contado con una caja B desde 1982 y señalado a Mariano Rajoy como responsable de acallar su existencia y beneficiario de sobresueldos, hasta el punto de solicitar un careo con el expresidente del Gobierno y de los populares, que declarará como testigo. Es comprensible que la formación liderada hoy por Pablo Casado trate de desentenderse del lastre de una corrupción que pudo ser endémica en el pasado de sus propias filas. Pero junto al señalamiento de su valedora en el ascenso al puesto que ahora ocupa, María Dolores de Cospedal, como supuesta corresponsable de ese pasado o de su propia trayectoria en calidad de vicesecretario general, Casado está siendo el pagano de la estrategia empleada por su organización frente a Bárcenas y cualquier otra imputación por corrupción: dilatar los procedimientos judiciales a la espera de que el paso del tiempo disipara las responsabilidades contraídas.
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Es posible que, por razones procesales, tras la jornada de hoy las sesiones del juicio se reanuden el próximo lunes. Ello libraría al PP de la carga que supondría afrontar los tres últimos días de la campaña electoral en Cataluña con la Audiencia Nacional como telón de fondo. Pero, aunque la falta de documentos probatorios cuestione la confesión de Bárcenas, lo ocurrido hasta ahora y lo que previsiblemente continúe sucediendo es un lastre del que esas siglas no podrán librarse. Los resultados que obtenga en las autonómicas del próximo domingo serán interpretados también en esa clave. Se trata de una cita crucial para el partido y especialmente para el liderazgo de su presidente. Su liza con Vox y con Ciudadanos el 14-F podría devolver a Casado el aliento que precisa en estos momentos o dejarle extenuado.
Desde el restablecimiento de la democracia, la política en España se ha guiado, con más o menos crudeza, por el objetivo partidario de acabar con el adversario directo. Que el PP se liquide a sí mismo es, sin duda, el horizonte que acaricia el PSOE de Pedro Sánchez para perpetuarse en el Gobierno. Pero Casado y su equipo deberían dejarse de teorías de conspiración sobre connivencias de la Fiscalía e incluso de la Judicatura en la difícil situación que atraviesa el PP cuando hasta buena parte de sus votantes la ven como un castigo merecido.
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