Cambio de rasante
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El alineamiento entre el PP, PNV y Junts en el pacto del gravamen a las eléctricas y el desmarque de Podemos encienden las luces rojas a Pedro SánchezEntre líneas ·
El alineamiento entre el PP, PNV y Junts en el pacto del gravamen a las eléctricas y el desmarque de Podemos encienden las luces rojas a Pedro SánchezLa legislatura ha entrado en un territorio de choque brutal de efectos muy preocupantes para la democracia española y la credibilidad de sus instituciones. Los graves casos judiciales abiertos proyectan sombras que la Justicia tendrá que determinar si finalmente derivan en responsabilidades penales, aun cuando, ... de entrada, la trama Ábalos-Koldo-Aldama tiene muchos visos de terminar con desenlaces bien severos. Pero, de entrada, lo cierto es que se esparcen considerables dudas que erosionan a la política, benefician a los extremistas y desgastan el prestigio de las instituciones.
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Cuando Miguel Ángel Rodríguez, el director de gabinete de Isabel Díez Ayuso, llama 'dictador' y 'corrupto' a Pedro Sánchez y pronostica su próxima imputación judicial abona un caldo de cultivo de resentimiento de consecuencias imprevisibles. Esta polarización extrema es un incendio del sentido común y supone un veneno para la convivencia. Sobre todo entre las nuevas generaciones que no tienen conciencia histórica de «quién puso el desasosiego en nuestras entrañas», como escribió el poeta que evocaba con amargura la dramática fractura de las dos Españas en el pasado contemporáneo.
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Que una parte de la derecha –sobre todo la que vive continuamente excitada en el ecosistema de la M30 y las conspiraciones de la Villa y Corte– se sitúe en el extremo del tablero y apueste por inhabilitar judicialmente y encarcelar a Sánchez para sacarlo de la política resulta sintomático de esa deriva hacia el disparate. El odio es la antesala del fracaso colectivo. Mientras, cierta izquierda busca que los 50 años de la muerte de Franco y la llegada de la democracia marquen un verdadero punto de inflexión. El error que se comete es que en esa lucha de poder se deslegitime por completo al rival, que la derecha vea corrupción eu su adversario y la izquierda golpismo. La voladura del consenso constitucional constituye uno de los ejercicios más irresponsables desde el inicio de la Transición.
En este contexto la suerte de la legislatura depende en primera instancia de la investigación que realice la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil sobre los volcados de móviles de algunos investigados y las implicaciones que puedan derivarse. Podrá haber constantes titulares efectistas apuntando a lo más alto pero lo realmente determinante y concluyente será la existencia de pruebas concluyentes que el juez acepte, que sean veraces y tajantes que puedan someterse al principio de contradicción. La Justicia no puede extraer conclusiones sobre la base exclusiva de los indicios. Solo si esas pruebas al final se convierten en elementos sólidos, la legislatura estará en la práctica sentenciada.
En todo caso, Sánchez es fiel a la consigna de que no hay mejor defensa que la de un buen ataque, que resistir es ganar y ha pasado a la ofensiva contra la extrema derecha, convencido de que su mejor estrategia electoral sigue siendo la polarización con Vox y sus aledaños para movilizar al voto de centro izquierda.
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El verdadero movimiento que sacude la política española tener que ver con la posibilidad de colapso de la legislatura que se desprende de la guerra abierta entre los socios de Sánchez. Esta pugna pone de relieve la fragilidad de la mayoría de investidura, que carece de un cemento sólido más allá de su pretensión de que no gobierne el PP con Vox. La derrota que ha sufrido el Ejecutivo de Sánchez al no prorrogarse el gravamen a las eléctricas tiene una doble lectura. Por un lado, demuestra algo obvio: no hay mayorías de izquierdas. Pero también que esta legislatura de infarto hace falta una enorme dosis de frialdad para aguantar los pulsos y los órdagos. La falta de una mayoría estable exige diálogos cruzados muy complejos y bien difíciles de trenzar. La colisión frontal entre Podemos y el PNV, fruto sobre todo de un proceso de radicalización de los morados en busca de su supervivencia, augura un cambio de rasante.
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