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Pedro Sánchez llega este domingo a los cien días desde que, por tercera vez, prometió el cargo como presidente del Gobierno. Y lo hace en una situación mucho más complicada de lo que probablemente él mismo atisbó cuando decidió condicionar la nueva legislatura a su ... entendimiento con Carles Puigdemont y a la aprobación de la controvertida amnistía para los implicados en el 'procés, ahora atascada en el Congreso. El estallido, esta semana del ya bautizado como 'caso Koldo' –con el golpe de las elecciones gallegas del pasado domingo aún fresco– ha provocado un terremoto político especialmente peligroso para alguien que ya ha comprometido su credibilidad con bruscos volantazos sobre asuntos sensibles para el Estado pero que aún podía contraponer a los escándalos de corrupción conocidos durante los últimos Gobiernos del PP la 'limpieza' de los suyos.
El jefe del Ejecutivo aprovechó el sábado su participación en Ferraz en un acto de la Internacional Socialista, organización que preside desde noviembre de 2022, para lanzar un mensaje tanto en clave externa como interna. «La lucha contra la corrupción ha de ser implacable, venga de donde venga y caiga quien caiga», dijo. «Este Gobierno nació de la necesidad de acabar con la corrupción de la anterior administración del Gobierno del Partido Popular y ha hecho además de su ejemplaridad y de la ejemplaridad su bandera. Una ejemplaridad absoluta, total – insistió– que no entiende de colores».
Las miradas de muchos en el PSOE se dirigen al exministro de Transportes y exsecretario de Organización del partido, José Luis Ábalos, el hombre que dio a Koldo García Izaguirre el empleo desde el que cometió los supuestos actos delictivos por los que el jueves tuvo que declarar ante el juez: el cobro de comisiones por contratos de compra de mascarillas de varios ministerios y gobiernos autonómicos socialistas. Sobre todo, después de que el viernes la vicepresidenta primera del Gobierno y vicesecretaria general del partido, María Jesús Montero, le invitara claramente a entregar el acta de diputado con un elocuente «yo sé lo que yo haría».
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La situación es, sin embargo, delicada para Sánchez porque, al menos hasta ahora, no hay nada ni en la querella de la Fiscalía Anticorrupción ni en el sumario que instruye el juez Ismael Moreno que indique que Ábalos participó en los chanchullos de su asistente, primero chófer y escolta en el partido y luego consejero de Renfe Mercancías y vocal del Consejo Rector de Puertos del Estado en su etapa en el Ministerio. Y a esa falta de pruebas apela el exministro («nadie puede dudar de que he sido investigado», dice) para no darse por enterado del recado que el presidente le hizo llegar primero a través de su número dos y el sábado en primera persona.
Ábalos –relevado de sus dos importantes cargos en julio de 2021 por una pérdida de confianza nunca bien explicada, pero que, según aseguró el jueves Sánchez, nada tuvo que ver con el caso ahora en el candelero– ha permanecido desde entonces fuera de la primera línea, aunque es presidente de la Comisión de Interior en el Congreso. Él defiende que no es más que la víctima colateral de una cacería del PP que persigue hacer daño al propio Sánchez. Pero rechaza que su dimisión pueda servir de cortafuegos. Y si es así, quiere que su partido se lo comunique, no con insinuaciones, sino directa y personalmente, algo que, según asegura a este periódico, nadie había hecho hasta ahora.
En realidad, antes del viernes, y desde el miércoles –cuando, con Sánchez volando rumbo a Rabat para encontrarse con Mohamed VI, se conoció la detención de García por parte de la Guardia Civil– la dirección del PSOE tildaba de exagerado exigir al exsecretario de Organización socialista la dimisión. Pero, en cuestión de horas, algo hizo cambiar a Sánchez de criterio y el que fuera su número tres se muestra claramente contrariado.
Ábalos asegura que muchas veces ha pensado dejar la política porque el clima se ha hecho «insufrible» pero que le fastidiaría «sucumbir» a los «intereses políticos» de la oposición. «Estoy siempre dispuesto a valorar qué es lo mejor – sostiene tras dos días de presión interna– pero ni estoy imputado, ni hay nada reprobable en mi función actual de diputado».
Entre los socialistas cunde la inquietud ante el vendaval que se avecina. Si en los territorios ya asomaba una evidente frustración ante la dificultad de hacer política (verdaderamente, oposición, en la mayor parte de las comunidades autónomas tras las elecciones del 28 de mayo) con asuntos como la amnistía, las presiones de Junts y las cesiones del Gobierno dominando el debate nacional, el 'caso Koldo' viene a estrechar aún más su espacio.
El PP no tiene ninguna intención de soltar la presa. Ya han amagado con crear una comisión de investigación en el Senado, donde tienen mayoría absoluta, y su vicesecretario de coordinación autonómica y local, Elías Bendodo, tiró ayer por elevación. «Los tres cerebros que llevaron a Sánchez a ganar las primarias –dijo en alusión a Ábalos; el actual secretario de Organización, el navarro Santos Cerdán, y el propio García Izaguirre– son los líderes de esta trama, que tiene un gran jefe, que es el presidente del Gobierno».
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