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El calentamiento ha sido largo, pero, ahora sí, la campaña para las elecciones del próximo 18 de febrero en Galicia está oficialmente en marcha. Y la cita tiene una derivada más allá de la política autonómica. Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez están decididos a ... implicarse de lleno en la contienda sabedores de las implicaciones que tendría sobre una legislatura de enorme tensión política una victoria del bloque de izquierdas que ponga fin a quince años de mayorías absolutas del PP ligadas al hoy líder de la oposición. Una estocada difícil, pero no imposible.
La mayoría de los sondeos, a excepción del CIS, indican que Alfonso Rueda, el vicepresidente de perfil discreto al que Feijóo decidió ceder el mando hace dos años, cuando se mudó a Madrid con la esperanza –frustrada– de llegar a la Moncloa, será capaz de mantener la Xunta, pero también muestran un PP a la baja respecto de los 42 escaños alcanzados en 2020, en plena pandemia. Ese dato ya ha servido al PSOE, al BNG y a Sumar para sostener que «hay partido».
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La carambola que persigue el presidente del Gobierno necesita, en todo caso, de aliados. Su partido ni siquiera aspira a estas alturas – aunque sí lo hacía hace unos meses, cuando se designó a José Ramón Gómez Besteiro como candidato– a ser segunda fuerza. Quien podría tener papeletas para ocupar la presidencia del gobierno autonómico desde esa posición es la nacionalista Ana Pontón, líder del BNG. Pero en Ferraz dan por sentado que colocar el mensaje de que Feijóo ya no gana ni en su propia tierra es valioso en sí mismo.
Que el líder del PP, obligado a demostrar su solidez tras el fiasco del 23-J, sea quien más tiene que perder no significa, en todo caso, que Sánchez solo tenga algo que ganar. El PSdeG cayó a su suelo en los últimos comicios, 14 escaños y, aunque en la dirección del partido afirman que sus encuestas le dan una clara subida, nada está escrito. Empeorar aquel resultado sería un golpe importante con una inmediata lectura nacional.
Pese a que ese sea también el marco que quieren imponer los populares, los socialistas han llegado a la conclusión de que la manera de intentar conjurar el riesgo de un descalabro también pasa en su caso por trascender lo autonómico. Dicen que responder al reto planteado por Feijóo y Rueda, de un plebiscito sobre Sánchez, puede ser la manera de asegurar una mayor movilización de su electorado, más activo en generales y locales, y ponen en duda que el rechazo a la amnistía sea tan intenso en Galicia como en otros lugares de España.
La participación del propio jefe del Ejecutivo, de varios ministros y de quien ya fuera estrella de las elecciones generales de julio, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, pretende estimular ese voto y, de paso, neutralizar los dañinos efectos de la fragmentación de la izquierda. Sumar y Podemos restan votos tanto a socialistas como al BNG sin ninguna garantía de poder convertirlos en escaños; sobre todo, en el caso de los morados.
Feijóo, que hace unos días hizo, en vano, un llamamiento a Vox para que no se presentara a la cita, tiene por su parte muy claro que su partido necesita una victoria rotunda porque no tendrá nadie con quien pactar, salvo, si logra representación la Democracia Ourensana del populista Gonzalo Pérez Jácome.
El líder del PP no puede permitirse ningún tropezón y se volcará en la campaña para retener la quinta mayoría absoluta en su feudo y coger impulso para los comicios vascos y los europeos. Para perder el Gobierno de la Xunta, describen en Génova, los populares tendrían que caer cinco escaños, un escenario que ven casi imposible a tenor de las encuestas aunque, tras lo ocurrido el 23-J, las cojan con pinzas.
Feijóo, de hecho, no se confía y se echará a la carretera, alentado por el propio Rueda, para peinar la 'terriña'. Una agenda intensa con hasta cuatro actos al día para llegar hasta el último rincón de Galicia, hasta los pueblos más pequeños, y en la que está prevista que coincida con el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el otro talismán de la contienda.
El líder del PP solo volverá a Madrid durante las dos próximas semanas en ocasiones puntuales, ya sea por sus obligaciones en el Congreso o como presidente del partido. En su equipo aseguran que el discurso estará centrado en cuestiones gallegas y el riesgo de que el Gobierno de la Xunta pueda caer en manos del nacionalismo pero sin dejar de lado la amnistía tras el órdago de Junts a Sánchez. Consideran que ese tiempo extra de debate entre el Ejecutivo y sus socios independentistas para modificar la medida de gracia es una ventaja a su favor. «Nos da un mes más para hablar de un marco que no le interesa al Gobierno», confían en el entorno de Feijóo.
Pero a nadie se le escapa que un inesperado revés el día 18 podría hacer tambalear el liderazgo nacional del dirigente gallego, aunque tanto en la cúpula del PP como en los territorios insisten en separar ambas circunstancias. Las filas están prietas. Así lo dejó ver hace unos días el presidente andaluz, Juanma Moreno, el barón con más peso después de que Feijóo abandonara Galicia para coger las riendas del partido. «Ningún resultado condicionaría su futuro en la dirección nacional», aseveró. Aunque no hay que olvidar que al final, como reconoció el propio Feijóo en su balance de fin de año, «lo que ocurre en Galicia suele tener y ha tenido históricamente mucha repercusión en España».
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