Alberto López Basaguren
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Alberto López Basaguren
El ensayo 'Condiciones de la secesión en democracia. Reflexiones a partir de la experiencia canadiense' llevaba meses forjándose, pero su presentación este lunes en Madrid ha despertado un singular interés en medio de la efervescencia política española. Una ebullición sobre la que uno sus autores, ... el exministro canadiense Stéphane Dion, arquitecto de la ley de claridad que encauzó hace dos décadas el desafío rupturista en Quebec y hoy embajador de su país en Francia y ante la UE, se abstiene de pronunciarse en sus páginas. Sin sus cortapisas diplomáticas, el constitucionalista vasco y experto en federalismo Alberto López Basaguren –partícipe del libro junto a Dion y Francisco Javier Romero–, disecciona dónde estamos y hacia dónde podemos ir tras los comicios catalanes del 12-M.
–¿Qué cabe deducir del resultado de las urnas?
–Hay dos elementos a tener en cuenta: uno, la enorme dificultad de independizar una parte del territorio del conjunto del país dada la complejidad de esa sociedad; dos, la imposibilidad material de una independencia que se vendía como posible a muy corto plazo, lo que provoca frustración. De cómo actúe el sistema político dependerá que, aun quedándose en el sueño, parte de ese electorado pueda acabar votando a partidos no independentistas. En Cataluña ese trayecto está tardando mucho. Son ya doce años.
–¿Mucho? ¿Y eso qué le dice?
–Que el sistema político español no ha tenido una estrategia, más allá de la legalidad, para enfrentarse a la pretensión independentista que, sin llegar a ser nunca mayoritaria, sí ha tenido un apoyo social grande. Ahora, una parte importante de quienes avalaron la independencia ha tomado conciencia –ya les ha costado– de que era un proyecto inviable. Pero hay elementos con los que hay que seguir siendo cautelosos.
–¿El 'procés' ha muerto?
–No. En Quebec, el partido más soberanista es hoy marginal, pero el independentismo no ha muerto. No obstante, el Partido Quebecois es visto ahora como algo viejo y para los jóvenes francófonos el inglés ya no es una lengua de opresión sino de oportunidad internacional; están cómodos en el federalismo canadiense. Ese es un reto generacional que España no ha sabido afrontar.
–Profundizemos en los factores preocupantes.
–Decíamos que una parte importante de los independentistas catalanes se han situado en una abstención muy frustrada. No han aceptado todavía que sus pretensiones pueden desarrollarse de forma aceptable en el sistema autonómico. El segundo elemento preocupante es que la estrategia del Gobierno de Sánchez ha perjudicado al independentismo que había ido a una posición razonable –ERC– y no ha afectado negativamente al que se mantiene en el sueño. El coste que han pagado Puigdemont y Junts se debe a la propia frustración, no a la estrategia del Gobierno. Hay datos que demuestran que estos resultados no son consecuencia de la promesa de la amnistía. A medio plazo el perdón era inevitable, pero ha sido un error el cuándo y el cómo.
–¿Cree la promesa de Sánchez de que no habrá referéndum?
–Al margen de cuál sea su voluntad, eso rompería el sistema constitucional. Lo veo inviable.
–El artículo 92 de la Constitución prevé referendos consultivos a todos los españoles, convocados por el Rey a propuesta del presidente del Gobierno y previo plácet del Congreso. ¿Habilita esto el plebiscito de autodeterminación, como invoca ahora Junts?
–No. Se coge ese artículo como si estuviese aislado en la Constitución. Y no se puede ser tan naif como para pensar que los referendos solo consultivos son inocuos. Lo ha constatado el Supremo británico sobre Escocia. Y en Irlanda del Norte, tras los acuerdos de paz, se ha evidenciado que, en vez de ser el instrumento para constatar que existe una mayoría sostenida y clara a favor de la separación, el nacionalismo utiliza el referéndum para la acumulación de fuerzas. Y eso es muy tramposo democráticamente.
–Dion y usted desmontan en el libro interpretaciones que creen inciertas o sesgadas de la ley de claridad canadiense.
–En Canadá, una provincia puede realizar un referéndum. Así que la ley de claridad no es un pacto para convocarlo, es la forma de reconducir constitucionalmente hacia el control de las instituciones federales un posible resultado mayoritario a favor de la secesión. Es lo contrario de lo pretende aquí el independentismo.
–Y tras el 12-M, ¿es posible encarar el desafío más o menos latente cuando la gobernabilidad se sostiene sobre los pactos con los independentistas?
–Lo hace muy difícil, pero no imposible. PSOE y PP no han pensado en cómo afrontar y atajar democráticamente el problema planteado por el independentismo, sino en su propia estrategia política general. En Canadá y en Escocia sí existió una estrategia común que lo ha ido aplacando. Los dos partidos centrales han de ser capaces de aislar la estrategia frente a la demanda secesionista en Cataluña de la confrontación partidista, con un acuerdo sobre los fundamentos y con qué dirigirse a la sociedad catalana. Sánchez y Feijóo tienen que afrontar un pacto sobre una reforma del Estado autonómico que satisfaga a Cataluña y al conjunto de España.
–¿Eso puede hacerse sin abrir el melón constitucional?
–Se pueden dar pasos cualitativamente importantísimos: un pacto para reformar el sistema de financiación autonómica satisfactorio para todas las comunidades y desarrollar los foros de cooperación de forma que todas tengan incentivos para participar en ellos. A partir de ahí, creo la reforma constitucional es inevitable para acoger un Gobierno sólido y eficaz del sistema autonómico. Pero antes, los dos grandes partidos tienen que dejar de mirar el dedo y mirar la luna. Hay obsesión con qué pide el PNV, Esquerra, Bildu, Junts… No, no, ¿qué sensibilidad palpita en la sociedad catalana, la vasca, la madrileña, la andaluza…? Siempre habrá irreductibles; lo que hay que detectar es qué puede satisfacer al sector que en un momento de crisis abrazó el independentismo para que deje de hacerlo. Y ahora que llegan las elecciones europeas, con unos desafíos extraordinarios, hay que subrayar que, pese a la confusión de algunos en España, el federalismo es lo que hace viable un Estado frente a la inviabilidad del confederalismo.
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