Carles Puigdemont sigue sin enterrar el hacha de guerra. El expresidente de la Generalitat, lejos de aceptar que el Parlamento catalán ya no tiene mayoría nacionalista, ha robado este jueves casi todo el protagonismo a Salvador Illa, investido presidente de la Generalitat con los votos ... del PSC, ERC y los comunes, que suman 68 escaños, mayoría absoluta sobre 135 parlamentarios. Catorce años después, los socialistas vuelven a presidir el Govern catalán, bajo la bandera del «reformismo» y de la mano de un partido independentista como Esquerra y con los comunes, con los que ya comparten el Gobierno central. Illa, asumiendo la cronología nacionalista que implantó Mas, se ha presentado como el 133º presidente de la Generalitat y no como el noveno desde la recuperación de la democracia.
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La política de bloques del 'procés' ha saltado por los aires y se ha abierto una nueva etapa en Cataluña, aunque la resaca de la anterior es tan grande, que continúa dando coletazos. Especialmente en el caso de Puigdemont, que se resiste a que Cataluña pase página y quiere mantener la llave de la política catalana. Había prometido que volvería para la investidura. Y lo ha hecho. Ha cumplido su palabra, no como en ocasiones anteriores.
Ha protagonizado una 'performance', que en Junts compararon con la operación de las urnas y las papeletas para celebrar el referéndum ilegal del 1-O de 2017, burlando a los servicios secretos y a las fuerzas policiales. Como por arte de magia, y aunque lo había anunciado a bombo y platillo, ha aparecido a la hora indicada (las 9 horas), se ha subido a un escenario instalado en el Arco del Triunfo de Barcelona, muy cerca del Parlament, pronunció un discurso, ha dejado una frase para la historia con reminiscencias tarradellianas («encara som aqui» -aún estamos aquí-), se ha bajado, se ha marchado, y ha vuelto a huir.
Puigdemont ha reaparecido en directo por todas las televisiones, arropado por cientos de fieles y por la plana mayor de su partido, que se ha jactado de que la policía le buscaba igual que intentó localizar sin éxito las urnas del 1-O.
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No solo ha burlado a la policía. Sus fieles, han protestado ante el Parlament y han amenazado con asaltar la Cámara catalana en su enfrentamiento con los Mossos. Junts ha pedido suspender el pleno por las detenciones que rodearon la huida de su líder pero ERC y los comunes lo han rechazado.
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El regreso del líder juntero ha tenido un viejo aroma a 2017, si bien no ha sido completo, ya que no ha llegado a entrar en el Parlament, donde quería pronunciar su discurso y emitir su derecho a voto como diputado autonómico. Cuando la Mesa le ha llamado a votar, sus compañeros de Junts han aplaudido. Pero no ha delegado el voto como ha hecho Lluís Puig.
Puigdemont ha conseguido dejar en evidencia al Govern de ERC y a los Mossos, pero no ha logrado su objetivo final: dinamitar el acuerdo entre el PSC y ERC, frustrar la investidura de Illa y provocar la repetición electoral. Solo le queda una bala para seguir en el candelero: su amenaza de retirar el apoyo al Gobierno.
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Ha marcado, eso sí, la sesión de investidura de Illa. El dirigente socialista, de hecho, ha arrancado su discurso con un guiño hacia los independentistas, al reclamar a los jueces que cumplan sin «subterfugios» y de forma «íntegra» la ley de amnistía, que se aprobó pensando en buena parte en el expresidente de la Generalitat, pero que el Tribunal Supremo se ha negado a aplicar en lo que tiene que ver con el delito de malversación. Lo que se esperaba a priori era que Puigdemont fuera detenido y el presidente del Parlament decidiera suspender el pleno.
Illa, en un breve discurso de apenas 45 minutos, ha evitado criticar la 'performance' de Puigdemont y abogó por un «cambio de época». «Cataluña ha de mirar hacia adelante, no puede perder el tiempo y ha de contar con todo el mundo», ha señalado. Por primera vez, no ha hablado en castellano.
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Ha abogado por abrir una etapa nueva con la que se propone llevar a cabo la «tercera transformación» de Cataluña y empezar a pasar página del 'procés', aunque esta expresión ya no la utiliza, pues incomoda a sus socios de Esquerra. Puigdemont, con su actuación, también le ha recordado que la va a costar cumplir este objetivo.
Ha rendido homenaje a Tarradellas y se comprometió a cumplir íntegramente los acuerdos suscritos con ERC y los comunes, es decir, que asume el proyecto de un concierto económico, a pesar de que no hace mucho lo rechazaba. También el referéndum, pero ha evitado afirmar que no lo aceptará. El líder socialista ha advertido a republicanos y comunes de que son pactos de investidura y no de legislatura. Illa ha definido a Cataluña como una nación, dentro de una España plurinacional. Y se ha puesto como objetivo «unir» a la sociedad catalana. «Ha llegado la hora de unir a la Cataluña de los ocho millones», ha expresado. «No he venido a desmontar nada», ha asegurado, en un reconocimiento a la labor del actual presidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès.
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Illa admite que está en minoría y se propone gobernar con ERC y los comunes como socios preferentes, aunque ha tendido la mano -sin éxito- a Junts, PP y la CUP. Esquerra le ha avisado de que no tiene mayoría para pasar página del 'procés' y que su apoyo es un sí «en guardia» y con condiciones que no le garantiza la legislatura. Los republicanos rechazan en principio entrar al Govern.
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