Margarita Robles (León, 1956) continuará asumiendo la cartera de Defensa tras cinco años y medio en el cargo. Un ministerio de Estado para una mujer que lleva 40 años dedicados al servicio público. Primero como juez (1981-1993), luego en el Gobierno de Felipe González ( ... 1993-1996), más tarde regresó a la judicatura (1996-2001), promocionó al Tribunal Supremo (2004-2016), entre medias fue vocal del Consejo General del Poder Judicial (2008-2013) y en 2017 dio el salto de nuevo a la política de la mano de Pedro Sánchez. Un extenso bagaje que le ha conferido un peso considerable en el gobierno socialista.
El dato objetivo es que la media de los barómetros del CIS durante el anterior mandato le han situado como la integrante del Ejecutivo mejor valorada. Obtuvo 5,16 puntos, por delante de Nadia Calviño y Yolanda Díaz. Un valor añadido para repetir cometido en esta legislatura porque, como dice el lema, 'si algo funciona bien, ¿para qué cambiarlo?'.
Su periplo en Defensa ha estado marcado por varios hitos reseñables, pero el más destacado por su relevancia social y económica ha sido la pandemia del coronavirus. En el peor momento de la crisis sanitaria global, la presencia activa de la ministra le dio un lugar preeminente aprovechando el tirón de la labor de las Fuerzas Armadas. Una de las instituciones que levanta mayor simpatía entre los españoles y que supone un espaldarazo para cualquier titular de esta cartera.
De talante moderado, excesivamente cerebral, respetada y con un perfil político muy marcado, Robles ha desplegado capacidades para contrarrestar la crítica de los partidos a la izquierda del PSOE (aún se recuerdan sus disputas con cargos de Podemos) y los de la derecha, a quienes ha logrado contener ante cualquier señalamiento de su persona o de sus colaboradores. Grandes éxitos profesionales fueron la complicada evacuación de Afganistán o la gestión de la guerra de Ucrania, con un papel cada vez más activo en defensa del país agredido.
Los asuntos más polémicos
Pero su etapa ministerial no ha sido ni mucho menos tranquila. También ha tenido momentos de tensión. En plena pandemia, pese a resistirse inicialmente, no tuvo más remedio que forzar la destitución del jefe del Estado Mayor de la Defensa, general Miguel Ángel Villarroya, por la polémica de la vacunación en la cúpula militar.
Dos años antes tuvo una disputa con el entonces ministro de Exteriores, Josep Borrell, por los contratos militares a Arabia Saudí. Robles anunció que estaba estudiando cancelar un envío de bombas guiadas por láser ante la sospecha de que pudieran estar siendo utilizadas en la guerra civil de Yemen. Pero fue corregida desde Moncloa para evitar un posible conflicto diplomático que acabara afectando a otros pedidos millonarios a la industria nacional.
Pero el asunto más delicado fue la crisis del CNI a raíz del 'caso Pegasus'. El ciberataque de un actor extranjero a los teléfonos móviles del presidente Sánchez, del ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y el de la misma Robes. El titular de Presidencia Félix Bolaños y la ministra intercambiaran acusaciones sobre quién era el responsable de este fallo de seguridad. Y al final se apuntó al Centro Criptológico Nacional, dependiente del CNI, y, por tanto, de la ministra de Defensa. La directora de los servicios de espionaje, Paz Esteban, acabó siendo cesada y en su lugar ocupó el puesto la mano derecha de Robles, Esperanza Casteleiro, ex integrante del Centro.